Capítulo 59

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59: Te quiero

Nada nunca ha sido mío, ni yo misma me he pertenecido. Tampoco he entendido nunca por qué todos tenían algo y yo no tenía nada, ni a mí misma. Por eso siempre le tuve miedo a Rachel. No a ella exactamente, sino al poder que tenía sobre mí. A lo que sería capaz de hacerme si ella así lo quería. Aunque fui yo quien nos destruí, aún me quedo despierta por las noches pensando en si ella me hubiera abandonado igual. En si siquiera tuve elección.

No dormí en toda la noche. Ni me moví. Tenía miedo de que si se despertaba, se diera cuenta del error que acababa de cometer y se fuera, pero esta vez para siempre. Quedarme despierta por la noche no era algo nuevo para mí. Me pasé todas esas horas acariciándole la espalda cuando hablaba en sueños, apretujándola más contra mí cuando la sentía alejarse y dejando besos en su coronilla cuando mi mente jugaba conmigo convenciéndome de que ella no era real.

Y fue cuando despertó que lo supe, que algo había cambiado. En cuanto el sol salió y su cuerpo empezaba a tensarse, yo hice lo mismo. Mi mano paró de acariciar su espalda y la vi incorporarse. Su cuello tenía pequeñas marcas que yo le había dejado, pero podían taparse perfectamente con maquillaje. No me sonrió al verme, pero tampoco hizo una mueca.

—Me duele todo —susurró, apartándose los rizos de la cara y se sentó en la cama completamente. Entonces me di cuenta de que yo aún seguía sin camiseta y me cubrí con la sábana.

—Lo siento —dije, abrazándome a mí misma, pero no respondió. Se levantó lentamente de la cama y se encerró en el baño de su habitación.

Con un suspiro, apunté la mirada al techo para esperarla. No me dolió porque sabía que era mi culpa.

Al salir del lavabo, ya no tenía el vestido puesto, sino una falda y un suéter. Esta vez, sí que se puso medias. Me incorporé en el colchón, pero ni aun así me prestó atención. Se sentó en los pies de la cama para ponerse los zapatos y jugué con mis anillos, distraídamente.

—No puedo llevarte a clase hoy —se limitó a decir, antes de levantarse de nuevo. Alcé la mirada para verla caminar hacia el tocador y ponerse unos pendientes. Me miró a través del espejo y debió de notar mi expresión, porque se apresuró a añadir algo—. Me llevará Frank.

—¿Tu nuevo amigo?

—Sí —asintió, levantándose de la silla y posando sus ojos sobre mí. Me sentí expuesta, semidesnuda en su cama—. A mi padre le cae bien.

No pude callar las palabras que salieron de mi boca.

—¿Entonces te lo vas a follar?

Y por cómo me miró, supe que realmente le había hecho daño. Pero era lo que pensaba. ¿Desde cuándo no sentirse atraída por hombres la había detenido? Parecía que mientras a Richard el chico le cayera bien, a Rachel le parecería bien tener algo con él.

—Sal de mi habitación —ordenó, dándome la espalda.

Y no hablamos durante otra semana más. No me estaba ignorando, ahora directamente me evitaba. Pude haber culpado a Greg por llevarme a aquel tejado o pude haberme culpado a mí misma por haberlo escuchado y, posteriormente, besarlo. Pero ya era muy tarde para arrepentimientos.

Aunque me costara aceptarlo, yo lo había arruinado todo.

—Aún no puedo creerme que Max ya no esté aquí —suspiró Amy a mi lado. Acabé de sacar los libros de la taquilla y los abracé contra mi pecho antes de girarme para mirarla.

Tus espinasWhere stories live. Discover now