Capítulo 31

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31: Ponedle condón a mi cumpleaños porque se viene

Quizá algunos queráis saber qué pasó después de comer Cheetos con Rachel, pero la verdad es que no mucho. Seguíamos hablándonos como antes. Nada especial.

Nada, pero nada, especial.

Había pasado casi una semana del aniversario de la muerte de mi padre y la gente aún esperaba que me derrumbara en cualquier momento.

Hasta a mí me había sorprendido no llorar aquel día. Porque, a pesar de no expresar mi tristeza con lágrimas, me sentía mal.

Tremendamente mal. Como si algo en mi barriga estuviera dándome patadas desde dentro.

Y no era un feto, os lo aseguro.

Sé que hay mucha gente con mala suerte en el mundo. Personas muriéndose, pasando hambre, viviendo en la calle... Pero no voy a pensar en eso ahora mismo.

¿Alguna vez te has imaginado que se sentiría cumplir años una semana después de que tu padre se muera?

Pues es mi caso.

Y como en aquella época había pasado relativamente poco desde su muerte, me tomaba peor mis cumpleaños.

Por eso, cuando mi madre me despertó cantándome "Cumpleaños Feliz" le tiré la almohada en la cara.

No tenía ganas de celebrar mi cumpleaños y mucho menos de que me felicitaran.

Me quedé en mi cama durante más tiempo de lo normal, mirando la foto de papá y yo en el zoo. Admiré cómo de feliz era en aquel momento, sin ni siquiera saberlo. Sin ni siquiera apreciarlo.

—Llegarás tarde a clase —gritó mamá, al otro lado de la puerta.

Bufé y me levanté de la cama. No quería ducharme, no tenía ganas. Me pregunté cuánto tiempo más podría estar sin lavarme el pelo. Olí mi cabello e hice una mueca, supuse que era urgente que me duchara.

O comenzarían a entrar moscas a mi habitación.

Tomé una ducha rápida en el baño de mi cuarto, que había usado pocas veces para ducharme desde que habíamos llegado.

Sí, en aquella época yo no era muy limpia.

Quizá era porque era una vaga.

Al acabar de ducharme me puse la ropa que siempre me ponía: jeans y una sudadera. Quizá necesitaba cambiar mi estilo, o tener uno al menos.

Me comencé a preguntar si merecería la pena desayunar mientras salía de mi habitación, con la mochila colgándome del hombro.

Me sorprendió no ver a nadie en la cocina al bajar. Supuse que todos se habían ido ya así me dirigí hacia la salida yo también.

Pero de repente, alguien tocó mi hombro. Al girarme, vi a mamá, a Rick, a Rachel y a Dallas delante mio. Mamá sostenía un cupcake con dos velas en él.

El número dieciocho.

El número por el que todos pasan su vida anhelando llegar.

Tus espinasWhere stories live. Discover now