Capítulo 43

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43: Todo está empeorando

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(perdón por el abandono, leed los capítulos anteriores si no os acordáis muy bien de lo qué pasó <3)
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La sien de papá tenía un agujero. Un agujero que se asemejaba al que yo tenía en el pecho. En el que sentía, al menos.

A veces, solo quería olvidarme de él. De papá. Quería olvidar quién era: su nombre, sus ojos, su pelo ondulado, sus pecas (que eran iguales a las mías), su risa (que también era idéntica a la mía) y su voz.

Creo que lo atraje, porque conforme pasaban los días, me era más difícil de conseguir un recuerdo de su voz claro. Me negaba a ver vídeos, no podría soportarlo.

—Oye, Celia —me llamó alguien. Parpadeé un par de veces y me di cuenta de dónde estaba.

Había un espejo frente a mí, uno sucio. A mi lado, Amy me sonreía, pero conforme pasaban los segundos y mi respuesta no llegaba, su gesto comenzó a desvanecerse para convertirse en una mueca.

—Celia —repitió y aparté la mirada del espejo. Ni siquiera me había reconocido. Mi rostro estaba sudado y tenía algunos mechones pegados a los lados de mi cuello por el sudor. Tuve que parpadear un par de veces más para aclararme.

Joder, ¿qué me estaba pasando?

—Perdón. ¿Qué pasa?

Amy se mordió el labio con un semblante preocupado, pero decidió no preguntarme nada al respecto.

—Nada: te estaba diciendo que hoy lo has hecho muy bien. Ni un acorde mal tocado, enhorabuena.

Asentí con una pequeña sonrisa, aún intentando recordar dónde estaba. Giré la cabeza y miré a mi alrededor, estaba en un camerino. Parecía viejo, pero estaba visiblemente limpio. Un bajo que no era el mío, porque el mío estaba destrozado, reposaba sobre la pared.

—Gracias. Qué maja —dije, intentando bromear un poco, pero no era una broma que hubiera hecho de haber estado completamente en mis cabales.

—¿Estás bien? —decidió preguntarme entonces. Debía haber estado pensando en si hacerlo o no, a juzgar por su semblante inseguro.

Entonces, solté una risa, como si me acabara de contar un chiste. Como si todo estuviera bien y su pregunta fuera estúpida.

—Es que estoy agotada... Creo que me iré a casa —comencé a levantarme de la silla y Amy frunció el ceño aún más.

—¿Ahora? Max quería ir a celebrar.

—Uy, qué pereza. Dile que... —pensé durante unos segundos mientras recogía mis cosas y las metía en mi bolsa—... Dile que se vaya a la mierda, sí.

Mi amiga no se rió. ¿Por qué mis bromas eran tan terribles? Necesitaba descansar, era eso. No estaba siendo yo misma.

—No seas amargada, anda...

—Que no, que me voy.... —me quejé y entonces la puerta del camerino se abrió. Rachel se asomó por ésta, tímidamente, y me congelé. Detuve rápidamente cualquier movimiento para enfocarme en ella.

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora