Capítulo 45

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45: No hay nada homosexual en defender a mi gatita

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A veces en la vida vivimos momentos importantes que no podremos revivir y que quedarán marcados en nuestra mente para siempre. A menudo, no somos conscientes de su importancia porque estamos demasiado enfocados en el pasado, cuando en realidad lo que importa es el presente.

Uno de esos momentos que nunca imaginé que sería relevante fue la noche que pasé en comisaría con Rachel, después de nuestra pelea. El golpe que me había dado en la nariz me había hecho comenzar a sangrar como una loca. Ya había parado, pero seguía sintiendo el dolor.

Estábamos esperando a nuestros padres, eran las tres de la mañana, no me extrañó que Rachel se estuviera quedando dormida.

—Aparta —recuerdo haberme quejado. Su cara había caído en mi hombro, sin querer, porque se estaba quedando sobada. Se apartó con el ceño fruncido, tenía un hilillo de baba colgando de su barbilla. Hice una mueca, apartándome hacia la pared.

Vi como se sentaba con la cabeza entre las manos. Su vestido de flores estaba manchado de sangre, mía claramente.

No me molesté en mirarla durante mucho más tiempo. Rachel era la novia de Oscar, quien era prácticamente un matón. Obviamente, no quería ser su amiga.

—Te vas a... —intenté advertir, pero era demasiado tarde. Rachel se desplomó en el suelo, quejándose y tocándose la mejilla. Bufé por lo bajo.

—Auch —susurró, apoyando la espalda en la pared enfrente de mí. Bajé la mirada a mis Converse, sin ganas de hablar con ella.

No me caía tan mal. La conocía desde la primaria, habíamos compartido clase durante solo un año, pero sabía lo suficiente sobre ella. Su padre tenía bastante dinero y era una pija insufrible.

Además, era la novia de Oscar.

—¿No tienes hambre? —preguntó, y hice una mueca al escuchar su voz.

—Cállate —me quejé, y ella bufó.

—Fuiste tú quien empezó la pelea con mi novio.

—Porque es un gilipollas homofóbico —rebatí, mirándola mal. Ella no pareció ofenderse.

—Eso no te da derecho a...

—Joder, qué pesada —mascullé entre dientes. Estaba empezando a ponerme nerviosa.

Casi celebré cuando escuché la voz enfadada de mi madre llamándome desde fuera de la celda.

—Voy a matar a esta cría —repetía una y otra vez. Me levanté del suelo y caminé hacia los barrotes.

Mamá estaba hablando con un policía cuando la vi. Se giró para posar sus enfadados ojos en mí y me dio igual cuán rabiosa estuviera, solo quería alejarme de Rachel.

—Sácame de aquí —pedí, sintiendo un latido doloroso en la nariz, como si me hubiera roto un hueso.

Lo último que vi antes de salir de la celda fue la mirada de Rachel sobre mí. No me miraba enfadada. Y mentiría si dijera que me caía mal. Solo me enfadaba que alguien como ella saliera con alguien como Oscar.

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