Capítulo 46

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46: No quiero perderte

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Nunca había entendido el amor. Había visto innumerables películas y series sobre el tema. Sabía cómo explicarlo si alguien me lo preguntaba, pero j amás lo había sentido.

No estaba segura de si alguna vez siquiera me había sentido gustado por alguien. No genuinamente, al menos. Hubo una época en la que pensé que jamás me enamoraría, que quizá había algo mal conmigo y acabaría sola con cinco gatos.

Pero todo eso cambió en el preciso instante en que conocí a Rachel. Fue mucho antes de que mis ojos se posaran en los suyos, mucho antes de que nuestras manos se rozaran. Fue casi como si el destino lo hubiera planeado. Como si estuviera destinado a pasar, quisiéramos o no.

Quizás sea solo una ilusión, pero me gusta pensar que es verdad. Que, sin importar lo complicadas que fueran nuestras vidas o cuán solas nos sintiéramos en aquella época, estábamos destinadas a enamorarnos.

***

El latente pinchazo en mi ceja me mantenía despierta. No debería haberme peleado con Oscar. Era una estúpida.

Di varias vueltas en mi cama para intentar encontrar una posición cómoda, pero me tumbara como me tumbara, el dolor de los golpes seguía ahí.

Suspiré, rindiéndome y sentándome en la cama. Me froté los ojos soltando un bostezo, odiaba no poder dormir.

Mi mirada se dirigió hacia el bajo que Dallas había arreglado. Las cuerdas brillaban en la oscuridad. Gracias a Rachel, ella me las había regalado.

Rachel.

Tras pensármelo un par de veces, decidí levantarme de la cama arrastrando los pies y salir de la habitación. Intenté no hacer ruido porque no quería despertar a mamá o a Richard. Por los ruidos en la planta baja, asumí que Dallas estaba despierto, pero demasiado ocupado viendo fútbol.

Al detenerme enfrente de la puerta de Rachel, me pregunté en si debía tocar. Era de madrugada, no quería hacer ruido. Pero tampoco irrumpir en su espacio personal.

Sin pensármelo mucho, decidí abrir la puerta sin más, pero lo hice lentamente, para no asustarla en caso de que estuviera despierta.

Me sorprendió ver que si lo estaba. Tenía la luz de su mesita encendida y aunque no era muy fuerte, iluminaba lo suficiente como para que pudiera verla.

Estaba sentada en la cama. Llevaba una manta sobre los hombros, tapándose como si fuera una especie de capa, y tenía un cuaderno posado en su regazo. Trazaba con un lápiz sobre el papel, sin saber que la estaba observando.

Suspiré abriendo la puerta del todo, haciendo que por fin tomara en cuenta mi presencia. Frunció el ceño, parando de dibujar al instante. Me arrepentí en ese momento de haber decidido ir a su habitación, me planteé dar la vuelta e irme corriendo. Pero ya era demasiado tarde, ¿no?

—Hey —mascullé cerrando la puerta detrás de mí, nerviosamente. Rachel hizo una mueca al verme, pensé que la había hecho porque no quería que estuviera ahí.

—Te ves horrible —dijo y bufé por lo bajo. ¿Eso era lo primero que me decía? Qué maja.

—Gracias —rodé los ojos y caminé hacia ella lentamente, insegura. No sabía qué decirle, pero quería hablar con ella. Me gustaba escuchar su voz.

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora