Capítulo 48

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48: Por favor, toma mi mano

—Las personas no tienen miedo de estar solas, tienen miedo del silencio. Porque cuando estás solo, eso es lo único que hay —me había dicho papá una tarde, cuando me senté en el porche con él para escucharlo tocar la guitarra.

—A mí me gusta el silencio —rebatí, frunciendo el ceño.

Papá me sonrió y negó con la cabeza, como si yo fuera demasiado ilusa para entender a qué se refería.

—Eso es porque tienes doce años, Lia. Tú dale tiempo.

Y tenía toda la razón.

El silencio verdadero está lleno de ruido que no te deja en paz. Solo estás tú y tus pensamientos, los cuales te roen los huesos y te perforan el cerebro.

Prefiero el ruido. Al menos, el ruido no es imprevisible. Sabes que el ruido va a ser insoportable, no como con el silencio. Nunca sabes qué esperarte de él.

—¡Qué alguien les separe! —gritó alguien.

Rachel fue la primera en bajar del coche. Por el parabrisas vi cómo casi corría hacia el corrillo que se había formado en el aparcamiento de mi instituto.

Suspiré y la imité. Me metí las manos en los bolsillos del abrigo mientras caminaba lentamente entre el gentío, hasta llegar al borde del círculo que la gente había formado.

Max estaba en el suelo, con la cara llena de sangre y Oscar estaba encima de elle, propagándole puñetazos sin cesar.

Rachel apartó a un par de personas que estaban entrometiéndose en su camino y se acercó a ellos, con el ceño fruncido. Cuando posó la mano en el hombro de Oscar para intentar apartarlo de mi amigue, quien estaba al borde del desmayo, él echó el brazo hacia atrás, propagándole sin querer un golpe en la nariz.

Inmediatamente corrí hacia ellos. De la intensidad del golpe, Rachel había caído al suelo, sosteniéndose la nariz, la cual estaba sangrando ligeramente. Me puse delante de ella y empujé a Oscar al suelo, quien ya había parado de golpear a Max.

—¿Rachel? —preguntó levantándose para intentar acercarse a ella y ver cómo estaba, pero me interpuse.

—¿Qué cojones te pasa? ¿Eres un puto animal o qué?

—Apártate, puta bollera, no quiero pegarte.

Abrí la boca para decirle que se fuera a la mierda, pero sentí una mano en mi hombro. Justo entonces se escucharon las sirenas de la policía.

—Vete o te llevarán detenido —le dijo Rachel, aún sosteniéndose la nariz.

Giré la cara para mirarla y con una mano aparté la suya para verle el golpe, quería saber cuán mal estaba. Y era horrible, mi presentimiento era correcto. Le salía sangre por las fosas nasales y su nariz se estaba poniendo morada.

Auch.

Me acuerdo de los ojos de Rachel cuando se posaron en los míos. Estaba conteniendo las lágrimas, la nariz debía de dolerle muchísimo.

—Haz presión —le aconsejé—, para detener el sangrado.

Ella asintió y se llevó ambas manos a la nariz con una mueca. Le aparté el cabello de la cara para que no le molestara y le sonreí, intentando calmarla.

Tus espinasWhere stories live. Discover now