Capítulo 53

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53: Asesina

(la canción es tan Celia y Rachel)

***

A Rachel le encantaba hablar, siempre tenía algo que decir, fuera bueno o malo. Por eso me preocupó cuando no abrió la boca en todo el camino.

Tuve que quitarme la sudadera que llevaba para dársela a ella porque estaba temblando, aunque no estaba segura de si era por el frío o por todo lo que había pasado esa noche. Me quedé con una simple camiseta de tirantes, pero no me importaba mientras ella estuviera bien.

Se abrazaba a sí misma y evitaba mirarme, como si estuviera avergonzada. Yo no sabía qué decirle para que se sintiera mejor, así que me limité a sostener su mano durante el camino. No la llevé a casa de Richard, como es obvio.

Amy nos abrió la puerta a las tres de la madrugada, con el pijama de Hello Kitty puesto y los ojos entrecerrados, habría estado durmiendo cuando la interrumpimos.

Rachel estaba sentada en las escaleritas de su porche, abrazándose a sí misma con mi sudadera puesta. Era como si no estuviera. Yo aún tenía el corazón atragantado por todo lo que había pasado.

—¿Qué haces aquí? —bostezó mi amiga y apartó la mirada de mí para dirigirla hacia Rachel. Frunció el ceño y se acercó un poco a mí para que al susurrar Rachel no pudiera escucharla, aunque dudaba que lo hiciera o que si quiera le importara lo que Any tenía que decirme:— ¿Ha pasado algo?

Me encogí de hombros, sin querer mirar hacia donde ella miraba. No podía ver a Rachel así.

—Estamos bien. Solo necesitamos un sitio donde pasar la noche. ¿Les importará a tus padres? —inquirí, cruzándome de brazos, tenía la piel de gallina por el frío.

Amy negó con la cabeza un par de veces.

—Están en una cena, llegarán por la mañana supongo. Pasad, anda.

Se apartó y lentamente fui a por Rachel. Me agaché a su lado y al tocar su hombro, la sentí tensarse. Me miró. Tenía los ojos rojos, las pestañas húmedas y los labios hinchados. Tragué saliva, no sabía qué decirle si me miraba así.

—Vamos dentro, estás helada —susurré, ayudándola a levantarse. Ella agachó la mirada al pasar por el lado de Amy, probablemente avergonzada porque la viera en ese estado.

Pero Amy nos dejó solas muy poco después de recibirnos, simplemente nos dijo dónde podíamos dormir y se fue, estaba cansada.

El cuarto que nos dejó era pequeño, pero tenía una cama grande y las sábanas limpias, así que no podía quejarme. Me quité los zapatos en cuanto entré en la habitación y me estiré, suspirando, liberando por fin todas las tensiones. No fue hasta cuando miré por encima de mi hombro cuando noté que Rachel se había quedado fuera, aún abrazándose a sí misma.

Me acerqué a ella y tomé su mano para ayudarla entrar, después cerré la puerta para mantener el cuarto caliente.

—¿Quieres quitarte la sudadera? —le pregunté, apartándole los rizos de la cara. Miró hacia el suelo y con el pulgar le alcé la barbilla para que me miraba.

Joder.

—Rachel —mascullé su nombre—, ¿qué pasa? ¿Por qué estás así? ¿Qué ha pasado?

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora