Capítulo 29

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29: Rachel es demasiado hetero

A los humanos nos encanta mentirnos a nosotros mismos. Comenzamos por mentiras pequeñas como: "estoy bien", "no te preocupes". Pero con la mentira, nada es pequeño.

No me quejo, he usado esa técnica más veces de las que me gustaría aceptarlo. No sé muy bien si me siento orgullosa de ello.

Pero, aún así, siempre la uso.

—¿Has vuelto a tener pesadillas?

—No.

¿Veis?

Una simple palabra tan corta como esa ya es una mentira. El problema es que no es una mentira pequeña.

—Celia, si quieres mi ayuda tendrás que parar de decir mentiras.

La mayoría de veces que mentimos, la gente se lo cree.

—Me siento mejor —respondí y Marisa alzó una ceja, mirándome fijamente—. Dallas está viviendo con nosotros ahora —le dije, abrazándome a mí misma.

—¿Y cómo te hace sentir eso? —me preguntó y me mordí la cara interior de la mejilla.

—Como si cada vez que me hablara, algo en mi interior fuera a explotar —confesé y miré hacia otro lado, estaba muy nerviosa—. Me recuerda a mi padre.

Marisa exhaló aire, sabía que seguía mirándome fijamente. Siempre lo hacía, como esperando que le contara más cosas, y yo nunca lo hacías.

—¿Por qué no quieres recordar a tu padre? —inquirió.

—Porque lo echo de menos.

—Eso no tiene por qué ser algo malo.

—Lo es para mí.

Y lo sigue siendo.

No quiero ser pesimista, pero si alguien le hubiera dicho a mi yo de diecisiete años que el recuerdo de su padre seguiría para siempre, probablemente se hubiera suicidado.

No es broma.

—Celia, ¿recuerdas qué hiciste después de ver a tu padre muerto?

—Me senté a su lado.

—¿Por qué no llamaste a la ambulancia?

—Porque, de alguna forma, sentí como si yo hubiera apretado aquel gatillo.

***

Mi padre se llamaba Austin. Gracioso, ¿no? Mis abuelos estaban obsesionados con los estados. Mi abuela se llamaba Georgia, de hecho.

Terrible.

Ah, por supuesto que había mentido con lo de las pesadillas. No quería decir la verdad. Lo cierto es que Dallas no se quedaba atrás, él tenía insomnio. Aquella noche lo escuché ver fútbol hasta las tantas.

Bajé las escaleras aquella noche porque me moría de sed, solo quería beber un poco de agua. Pero, en mi camino a la cocina, escuché cómo detenía el fútbol.

Tus espinasWhere stories live. Discover now