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Si había algo que Nikolai Gogol detestaba con toda la fuerza del mundo, eran por supuesto las personas creyentes en un ser todo poderoso, y también los anuncios de YouTube, pero eso era otro tema aparte.

Su padre, Vasyl Panasovych Gogol-Yanovsky, era el tipo de persona que creía fielmente en dicho ser "omnipotente" y simplemente no había un día en el que él no obligara a sus hijos a ir a Misa.

Gogol ya había salido del closet hacía mucho tiempo, su madre lo tomó bien; sin embargo, su padre lo quiso golpear, fallando en el primer intento; ya que, Nikolai Gogol no era alguien al que le gustara ser golpeado, y en especial por su padre.

Vasyl Panasovych no tuvo otra opción más que rendirse con su hijo y menospreciarlo delante de sus amistades, porque jamás lo aceptaría.

"Yo sé que mi hijo sólo está confundido por la edad y por las ideas que sus amigos están metiéndole en la cabeza" Era lo que más se repetía todas las noches, como un auto-consuelo. Aún así, siguió llevando a sus hijos a diario a Misa.

Cuando Nikolai no estaba observando, se acercó hasta el sacerdote de la Iglesia y le pidió hablar en privado.

Ya dentro de una habitación apartada de los oídos curiosos, Vasyl dejó escapar sus preocupaciones con respecto a su hijo: -Mi hijo ha sido atrapado ante las garras de la homosexualidad, y piensa que eso está bien. Además de eso, es muy desobediente y malcriado- Cada palabra que salía de sus labios, hacían que el rostro de él cura se retorciera más y más hasta el punto de formar una mueca.

-Hablas de ese hijo tuyo, ¿el vándalo? No me sorprende que lo sea. No hay mucho que yo pueda hacer, pero si quiere ayuda, puedo recomendarle enviarlo a Japón, específicamente a Yokohama. Nosotros personalmente hicimos un internado de muchachos problemáticos. El lugar está todo el día vigilado y orientado por excelentes sacerdotes. Tu hijo podría ser rehabilitado en ese lugar-

Nikolai escuchó atentamente la conversación para nada disimulada de su padre con el señor que siempre estaba vestido de blanco, simulando la pureza o ese tipo de cosas sin sentido que Nikolai detesta. -¿Vándalo? Es un término un poco fuerte para referirse a mí-

Pero lo pensó detenidamente.

Y quizás sí se le podía llamar vándalo, considerando las tantas veces que realizó graffitis atrevidos en las puertas de la Iglesia por puro aburrimiento, o cuando trató de incendiar el lugar luego de qué el cura dijera "Dios nos protege de todo mal" y Gogol se tomó eso personal, o quizás también podía considerarse la vez en la que casi termina matando al sacerdote en un ataque de rabia combinada con emoción luego de que este le haya llamado "Hijo del demonio" en plena misa, y no se quería excusar, pero se lo merecía.

Ya era todo un milagro que su historial con la policía se encontrara puro e inmaculado como una de las tantas vírgenes que habían en ese lugar.

Ese era Nikolai Gogol.

Se escabulló detrás de una pared en el momento exacto en el que las puertas de la habitación se habrían lentamente. Vio a su padre salir satisfecho de ese lugar, y el sacerdote despidiéndose amablemente.

Cuando su padre se retiró, y el sacerdote quedó solo y delante de la puerta, con los brazos cruzados murmuró algunas cosas, para al final terminar con un "Ojalá Dios pueda iluminar a ese hijo del demonio" Gogol salió de su escondite con pequeños saltos continuos y una sonrisa malévola pintada en el rostro. Tenía en mente despedirse antes de ser enviado a un reformatorio.

Él, aún con la sonrisa pronunció algunas palabras. -¡Adivina adivinando, adivinador!- El cura dio un salto hacia atrás por el susto provocado.

Gogol siguió jugando. -¿Qué será lo siguiente que haga?- Como costumbre, él, no esperó una respuesta, y se lanzó directamente hacia el aterrorizado sacerdote, y empezó a darle algunos golpes "inofensivos" en todo el rostro, dejando rojiza la piel porcelana de su querido amigo.

Cuándo se aburrió de escuchar las súplicas y maldiciones repetitivas del viejo, se levantó y le dio una mirada con la palabra "Locura" escrita en sus pupilas y habló muy diferente al tono de voz infantil que solía usar siempre. -Esto será un secreto entre nosotros, ¿verdad?-

No iba a negarlo, le gustaba acosar a la gente de ese lugar y llevarles la contraria en todo. Era divertido desde su perspectiva.

Gogol quería desahogarse un poco más, después de todo, gracias a ese señor, él tendría que pasar quién sabe cuanto tiempo lejos de Rusia, pero por ahora no quería cargar con otro muerto.

También pensó en repasar algunas de sus clases en japonés cuando llegara a su casa.

El cura salió corriendo despavorido. Tenía el suficiente miedo como para no tomar represalias contra Gogol, y su única salvación fue mandar lejos a ese mocoso endemoniado. Suspiró luego de haberse quitado el peso de nombre Nikolai que cargó por tantos años.

Regresando a la vida aburrida de Gogol, su padre nuevamente lo sentó a su derecha mientras escuchaban a un anciano leer un libro desgastado.

Gogol pensó: Si obtienen tanto con el dinero que roban a esta gente, ¿no podrían comprar una nueva Biblia y desechar la rota y desgastada? Y sí aquella biblia tenía un gran significado para ellos, aún podían guardarla.

Se metió más profundo en su asiento y fingió prestar atención, aunque lo único que realmente llamaba su atención era el muchacho que cambiaba las flores y encendía algunas velas como ofrenda.

El mismo chico sintió la mirada tan pesada sobre su trasero. Siguió con sus labores, esta vez pasando de asiento en asiento para recibir el dinero que los devotos querían donar.

Llegó hasta el asiento en el que gogol reposaba, y trató de sonreír amigablemente mientras extendía el tazón con el resto del dinero que estaba recibiendo de parte de los fieles admiradores.

Gogol sacó una billetera de su pantalón y la tiró por completo en el tazón, dio una media sonrisa y coqueteó sin pena alguna. -Yo a ti te doy... toda mi billetera si tú me lo pides. Ya sabes, ¡todo sea por Dios!-

Vasyl quería morirse de la vergüenza en el momento en el que todas las miradas viajaron hasta él y el escándalo que su propio hijo estaba creando solo por una ofrenda.

El muchacho claramente menor que Gogol, sacó la cartera del tazón y se la tiró en la cara. -No seas asqueroso, Nikolai - Dicho esto siguió con su arduo labor.

Gogol aún mantenía el ánimo. -¡Recuerda, pequeño Mikhail, me gustan los difíciles!- Mikhail solo giró los ojos para si mismo y lo maldijo con la mente. También maldijo el momento exacto en el que se hizo amigo de Nikolai.

Vasyl ya lo había decidido: definitivamente enviaría a su hijo a ese lugar en Yokohama.













Q les parece la historia?

Tremendo, me imaginé a Fyodor bendiciendo sus alimentos antes de comérselo (Alimento = Gogol) KAKSLLL

Aún no aparece el anemico ruso, pero ya aparecerá 😾

Dark ReligionWhere stories live. Discover now