☆ Capítulo 26 ☆

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Tal como ya lo había planificado previamente en mi mente, apuré mi paso hasta llegar a la "oficina" que ya había visto antes en el orfanato. En el camino pude ver de reojo a Mikahil conversar con Ranpo, pero no escuché exactamente qué era lo que hablaban. Dejando a esos dos de lado, llegué hasta la entrada del orfanato. Para mi desgracia, y era algo obvio desde un principio, las grandes rejas que daban pase directo al patio del orfanato, estaban vigiladas por dos sujetos de vestimenta completamente negra.

Pero, estábamos hablando de Nikolai, el terror de una iglesia, el que enamora hasta una pared, el asalta tumbas, entre más. No estábamos hablando de cualquier persona, si no de Nikolai Gogol, un adolescente probablemente sin futuro o en otras palabras, el delincuente juvenil. Pasar a esas dos personas no sería lo más complejo del mundo. Ya lo había hecho más de una vez. Y como decían más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Caminé rodeando los bordes de la reja, aún manteniendo una gran distancia y usando la oscuridad como una ventaja a mí favor para esconderme de la vista de los guardias. Estaba analizando posibles entradas escondidas por ahí, y ¡Vaya! Que sorpresa. Si había una entrada. Por ahora estuvo fácil y no fue necesario sacar los oscuros trucos bajo la manga.

Pero, pese a que fue fácil encontrar esta nueva entrada, definitivamente no sería cosa fácil pasar por ella. Pues se trataba nada más y nada menos de la siguiente situación: Todo el orfanato estaba rodeado de paredes grandes y altas. En la cima de ella, reposaban púas y alambres intrincados al cemento de la pared. En una parte de la pared, las púas y los alambres estaban desgastados por el tiempo y el filo de las púas se habían desgastados, por lo que no presentaba un gran peligro. El problema era subir la pared.

Ya había subido y bajado incontables paredes tan altas como estás. El pequeño problema residía en las palmas de sus manos.

Las heridas aún estaban en proceso de curarse por completo. Aquella vez, la monja no había tenido ninguna compasión, y se desquitó arremetiendo con furia. Las consecuencias fueron heridas que tardarían un tiempo un poco alargado en sanarse por completo, el cual se alargó incluso más por su irresponsabilidad para cuidarlas. Si trepaba la pared, sus manos pagarían de nuevo el precio. No sangarian esta vez, pero no quitaba el probable dolor que sentiría otra vez.

Suspiré hondo y me preparé mentalmente para completar mi meta. Pero, antes de subir la pared, bajé mi mirada hasta mis manos. La luz de la luna me permitió ver con claridad las vendas que envolvían desordenadamente ambas de mis manos. Fyodor llegó a mi mente en ese momento. Recordé su esmero en envolver mis manos y el como se preocupaba por el bienestar de mis heridas. Apreté mis manos en un puño, desechando cualquier tipo de sentimiento patético por ahora. Ya tendría el tiempo suficiente para cuestionarme luego. Ahora no era el mejor momento para pensar en Fyodor.

Amarré correctamente los cordones de mis zapatillas, tomé mucho aire y me lancé hacia la pared con mis intenciones claras. Con la profesionalidad que caracteriza a un delincuente juvenil como yo, llegué a la cima de la pared después de un sólo intento. Me senté muy cerca del borde, evitando los alambres y púas sólo por precaución.

¿Qué tan doloroso podría ser incrustarse una púa en el culo?

No quería obtener la respuesta basada en experiencia propia.

Con la mirada en alto, ambas de mis manos, que por cierto dolían como la puta mierda, a mis lados y usándolos como soporte, mis dos piernas columpiándose, volví a sentirme como aquél día.

Cuando esos recuerdos amargos llegaron nuevamente a mí mente, inconscientemente negué desesperadamente, tan fuerte que me llegó a doler la cabeza por unos minutos. - No es el mejor momento ahora... - Murmuré para mí mismo.

Dark ReligionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora