☆ Capítulo 24 ☆

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Después de habernos ordenado como si fuéramos cerdos de corral y hacernos prometer que nos comportaríamos bien, nos dejaron libres para poder ir a desayunar.

Mikhail y yo caminamos hasta el comedor del lugar. Al entrar, empezamos a comer como todos los días. El desayuno se basaba en un plato de avena, aunque más que avena parecía, una fruta, un sándwich y un vaso de jugo de fresa. Era decente, pero había comido mejores cosas en Rusia.

Se podría decir que Mikhail estaba un poco mejor que hasta hace unos días, pero eso no quería decir que ya podía comer tranquilamente. En su mirada vislumbraba el asco puro y el desprecio que sentía hacia el plato de comida. Su mano divagaba mucho cuando subía hasta sus labios y tardaba al menos diez segundos en meter la cuchara en su boca.

Traté de llamar su atención y así dejara de pensar tanto en la comida contándole lo que quería hacer al terminar de desayunar - Los seguiré y en la mejor oportunidad, los molestaré como sólo yo sé hacerlo -

Mikhail desvío su mirada en la cuchara hasta mi rostro. Alzó una ceja, luego suavizó su mirada con una profunda respiración y murmuró - No puedo hacer nada para evitarlo, y aunque quiero acompañarte, Atsushi me dijo que tendría que ir en la tarde para otro chequeo. Trata de no meterte en tantos problemas.

Asentí sabiendo que no cumpliría la promesa. No quería meter más preocupaciones al cerebro de este chico, pero era inevitable no querer joder a alguien. Esa era parte de mi naturaleza.

El desayuno concluyó después de media hora. Todos salieron disparados del lugar, y eso incluía a Mikhail y a mí.

Cuando estaba a punto de caminar al lado de Mikhail, una mano se posó en mi hombro. Este tipo de ambiente siempre me ponía en alerta, por lo que giré rápidamente por reflejo para así lograr ver a la persona detrás de mí.
No sé qué era peor en este momento, pero Fyodor detrás de mí, de esta manera, presionando con un poco de fuerza mi hombro, me hizo queret huir.

¿Era normal estar nervioso luego de haber follado con el sacerdote de un internado de corregimiento, no?

Su voz me salvó de los liados pensamientos alborotados que giraban sin cesar en mi mente. Siendo su voz tan sexy y juguetona, más que salvarme, en realidad me hizo morir. Aún delirando, pude entender perfectamente cada una de sus tranquilas palabras. - ¿Podemos hablar? -

Pobre Mikhail. Podía ver su mirada que estaba incómodo y gritaba "quiero irme" en todos los sentidos, así que asentí en su dirección, sabiendo que entendería este gesto. Y así fue, captó el movimiento y se fue sin decir más. Dejándonos así, sólo a Fyodor y a mí.

Dirigí ahora toda mi atención a Fyodor, esperando a que hablara, pero él tenía otros planes en mente, así que, me tomó de la mano y me casi arrastró hasta la parte trasera del comedor. Lo único en que pensé mientras era arrastrado cual saco, fue: "¿Podrías ir más lento? Me voy a caer de narices"

Pero Fyodor no hizo caso, y no se detuvo hasta llegar al destino. Ahí, soltó mi mano y habló antes de que yo pudiera quejarme de algo. - Eres fácil de leer para mí, y sé que harás algo para molestar a las monjas. ¿No has visto tus manos? Están cicatrizando bien, pero quieres arruinarlas más.

Tomando en cuenta que repentinamente cambió el idioma en la conversación, y que también se había empezado a acercar cada vez más, definitivamente no me tomaría este regaño como lo que era. En su lugar, acorté la distancia entre ambos, hasta que quedé casi apoyado por completo en su pecho, disfrutando de el olor del perfume de Fyodor. Levanté mi rostro de su pecho, y lo miré a los ojos, pestañeando inocentemente, fingiendo también la duda en mi rostro. - ¿Yo? ¿Causar problemas? -Cuestioné fingiendo demencia -. No te preocupes, Dos-kun... Estaré bien -Finalicé mis palabras con un corto y rápido beso en su mejilla.

Su reacción fue maravillosa.

Él era maravilloso también.

Ignoré por completo mis ahora dos promesas de no causar estragos, y seguí a una de las tantas mujeres que vestían mantos blancos con negro. Mi deducción no falló, pues esta mujer si estaba dirigiéndose a un lugar desconocido para mí, en dónde dos hombres de trajes elegantes y costosos a simple vista la esperaban.

- Hermana, la hemos esperado por bastante tiempo. ¿Ya podemos ir a ver a los niños? - Habló uno de los dos hombres.

Aquello fue un poco sospechoso. Por lo que yo recordaba, estos dos sujetos venían a visitar las instalaciones y a los encarcelados. Nunca mencionaron el orfanato. 

Deseché estos pensamientos ya que simplemente también querrían donar al orfanato y por eso querían verlos.

Detrás de la pared en la que me había escondido momentáneamente no podía observar con mucha facilidad, pero aún podía escuchar con mucha claridad su conversación.

- Esta bien, pero... No. Vamos. No perdamos tiempo de más - Comentó apresurada, empezando su nuevo camino hasta el orfanato.

Lógicamente, también los seguí, poniendo en práctica mis tantos años de experiencia en estafas. Como gajes del oficio, habían algunas veces en las que tuve que espiar gente, y dejando de lado que eso era un delito, ahora mismo esto me era una ventaja.

Me deslicé como una serpiente de alcantarilla, tomando ventaja en todo momento. Estando tan cerca de ellos y ocultándome con tanta facilidad, ahora yo estaba tan lejos de su alcance.

Finalmente llegamos a la puerta del orfanato. La suerte ese día estaba a mi favor, pues no había seguridad como siempre. Ya que no tuve problemas en escabullirme por la entrada, los seguí hasta que se detuvieron en una habitación. Ellos entraron y cerraron la puerta y no se escuchó más de su conversación, pero esto no quedaba hasta aquí para mí.

Antes de que ellos cerraran la puerta, logré visualizar una ventana abierta en la habitación. Era cuestión de dar la vuelta al lugar, y sólo ocultarme debajo de la ventana.

Caminé por los pasillos, mirando a mis alrededores el lugar tan deprimente.

No me había dado cuenta, pero unos niños se habían acercado hasta mí casi corriendo y murmuraban cosas incomprensibles. Tuve que ponerme a su altura para poder escucharlos mejor.

- Él, él, él, él - Repetía incansablemente el niño más pequeño. Había una pizca de desespero en su tono de voz.

- ¿A quién te refieres con "él"? - Pregunté. Traté de tranquilizar al niño más pequeño, pero era casi imposible, y sólo seguía murmurando "él" sin detenerse.

El otro niño, un poco más grande que él, respondió mi pregunta. - Él... dejó... una carta. La... carta... la carta... -

Me estaba empezando a molestar un poco con este par de niños. Uno de ellos no paraba de decir "ÉL" y el otro se tardaba mucho en hablar y lo hacía dejando detalles sueltos.

- ¿De qué puta carta hablan? ¿De quién es la carta? -

El mayor de los niños me miró asustado por el lenguaje agresivo que usé, pero no se dio por vencido y respondió esta vez más completo - Busca su carta. La tiene la hermana Sakura. Por favor. Busca su carta -

Estaba punto de preguntar nuevamente de quién era la carta, pero escuché la puerta abrirse mentalmente, así que salí casi corriendo y gracias a que no estaba tan lejos de la salida, pude salir sin ser visto.

Aunque no había escuchado de que hablaron los hombres y la mujer, no salí con las manos completamente vacías.

Tenía que buscar la dichosa carta de este misterioso sujeto.





















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BYE. SEGUIRÉ ESCRIBIENDO HASTA Q SE APAGUE LA WEA ESTA

Dark ReligionWhere stories live. Discover now