18. La casa oculta

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Thomas:
–¿Qué es eso que querías enseñarme?

–Para eso tenemos que entrar—¿queeeeeee? ¿Acaso estaba loco o algo así?

–Acabas de decirme que no íbamos a entrar ahora. ¿Estás bien?

–Sinceramente, no—de hecho no parecía estar ni cerca de estar bien, estaba con la cabeza baja mientras no paraba de jugar con sus pulgares y morder su labio interior, algo sin dudas le estaba pasando—Estoy muy nervioso y puede que incluso tenga un poco de...un poco de miedo.

¿Miedo, nervios? No lograba comprender su actitud, yo era el que se acababa de declarar a su mejor amigo en el callejón de un bar. Yo era el único con derecho a estar nervioso y con miedo.

–¿A qué le temes?

–A lo que pase con nuestra amistad luego de que te cuente lo que siento con respecto a lo que me dijiste en ese callejón—eso era, se sentía así por mi maldita culpa. Si tan solo no le hubiera dicho nada él no se sentiría así. Soy el peor amigo del mundo.

–Lo..lo siento muchísimo. Yo..yo solo...yo no podía seguir..

–Tengo miedo de perderte Sallow.

No fui capaz de contener por más tiempo las lágrimas y las dejé recorrer todo mi rostro. Todo era mi culpa, él era feliz con otra persona y yo lo aruiné todo. Arruiné nuestra amistad y puse a Andy en una situación muy difícil, soy un imbécil.

–Tú nunca me vas a perder. Te lo aseguro. Quiero que seas completamente sincero y no te guardes nada de lo que sientes. No tengas miedo a herir mis sentimientos. Suéltalo todo.

Al fin levantó la mirada y por primera vez desde que nos bajamos del auto nos miramos a los ojos.

Por mi rostro caían las lágrimas sin control y las de Andy amenazaban con salir de sus ojos.

Esas hermosas esmeraldas que siempre parecían sonreírme se veían esta noche más hermosas que nunca. Las lágrimas que contenían y la luz de la luna hacían que tuvieran un brillo mágico, magnético, especial.

No quería alejarme de él, quería estar siempre a su lado. Envejecer con él, escuchar sus chistes malos, despertarme cada mañana y verlo dormido a mi lado, que me haga siempre mi desayuno favorito. No lo quería a medias, lo quería todo para mí. Quería entregarle mi vida entera, quería que él fuera solamente mío, aunque suene como un puto egoísta era cierto, lo quería solo para mí.

Pero eso fue antes de verlo sonreir de esa forma al lado de esa chica. Ella le daba felicidad, paz y ese brillo especial en su mirada. No podía competir contra eso. Si es por su felicidad y aunque me rompa el alma en mil pedazos, estoy dispuesto a dejarlo ir.

–Así lo haré. Tú me hablaste con la verdad, arriesgaste todo por escuchar a tu corazón. Fuiste mucho más valiente que yo.

–No soy valiente Andy. Soy estúpido e imprudente. No medí los riesgos de lo que iba a hacer. Sinceramente ahora mismo estoy arrepentido.

–No lo estés. Si nunca me hubieras llamado borracho en la madrugada y me hubieras prácticamente gritado por teléfono que estabas enamorado de mí probablemente nunca hubiera reunido el valor para traerte aquí y enseñarte uno de mis mayores secretos.

¿Sus mayores secretos? ¿Tenía secretos conmigo?

–¿Me ocultas cosas? Creía que nos lo contábamos todo.

Su mirada se volvió todavía más triste que antes y las lágrimas finalmente abandonaron sus ojos y bañaron sus mejillas. Era una imagen desgarradora para mí. Nunca lo había visto llorar, ni siquiera cuando su padre desapareció de un día para otro sin dar señales de vida hasta el momento, ese debió ser un momento muy duro para él, su padre lo abandonó a los trece años y aún así nunca lo ví llorar ni una vez, se mantuvo firme apoyando a su madre.

La forma más hermosa de suicidarseWhere stories live. Discover now