31. Uno más cursi que el otro

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Thomas:
El famoso Dylan estaba justo frente a mí.

No era rubio como lo imaginaba, pero era demasiado intimidante.

Era como yo pero versión pro max.

Más alto, más fuerte, más guapo, más asiático, más de todo lo que se pueda decir.

¿Cómo carajos le haces frente a un tipo así?

Es sencillo, no puedes.

Simplemente te dignas a recoger la poca autoestima y dignidad que te quedan, (que en mi caso son nulas) y sales  de allí lo más rápido posible.

Ese era un plan perfecto, más que perfecto. Me encantaba ese plan, era el mejor plan que había escuchado en mi vida, le alababa a ese plan, le rezaba a ese plan.

Así que sin pensarlo más me dispongo a cortar el contacto visual con esa enorme y bien definida montaña creadora de inseguridades para irme a mi casa a llorar hasta deshidratarme  por completo.

Pero olvidaba algo, yo soy Thomas Sallow, a mí nada me sale como lo planeo.

Así que haciendo honor a mi larga tradición de desgracias, mi plan de huida es destruido en segundos por un fuerte brazo que me toma por la cintura y me pega a su dueño de una forma protectora y posesiva.

Al sentir un cuerpo pegarse a mi espalda y abrazarme por la cintura mientras entierra su cara en mi cuello mi botón del pánico se enciende.

¿Quién carajos hace eso?

Ya estaba listo para darle una fuerte patada en sus partes bajas que lo dejaría estéril indefinidamente cuando siento el aroma a violetas y cigarros.

Apenas ese aroma se instala en mis fosas nasales la tranquilidad invade mi cuerpo.

Mis músculos logran relajarse y soltar la tensión que no sabía que tenía en el cuerpo.

Siento su fuerte respiración en mi cuello, estaba llenando sus pulmones de mi olor, de la misma forma en la que yo lo hice la noche que dormimos por primera vez juntos.

Me sentía seguro, amado, protegido, una de las mejores sensaciones que había podido experimentar hasta el momento.

Siento un beso en la zona en la cual hace segundos sentía su respiración y mi cuerpo prácticamente se derrite.

–Te ves espectacular mi DramaKing—dios, deja de hablar contra la piel de mi cuello, porque no respondo—Y tú tampoco te ves mal. Aunque siendo sincero esperaba que te disfrazaras de samurái o algo así.

El comentario de Andy hacia Dylan estaba cargado de burla, algo me dice que si cualquier otra persona usara ese mismo tono, el sujeto frente a mí no dudaría en desaparecerlo de la faz de la tierra.

Sin embargo, solo sonríe, de una manera muy distinta a la sonrisa que tenía en el rostro hace cinco segundos.

–Sería muy evidente. Y tú tampoco te ves tan mal precioso—desvia la mirada de Andy y la coloca nuevamente en mí, aunque ahora en su rostro vuelve a reinar el desagrado—Es evidente que tu buen gusto solo aplica para la ropa, la música y las motos.

Primero que todo ¿Precioso?

Ok Dylan, si antes odiaba a los rubios con toda mi alma. Ahora que te conozco en persona, odio a los asiáticos. Y que me perdone Kishimoto, pero ahora mismo mi odio es general.

Y en segunda, ¿Lo de mal gusto iba para mí?

¿Era una indirecta para afectar mi autoestima?

Porque de ser así le funcionó completamente.

La forma más hermosa de suicidarseWhere stories live. Discover now