29. Pisique

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Thomas:
–¿Pero por qué?

¿En serio se atrevía a preguntar el por qué?

Repaso nuevamente con la vista su "disfraz", aunque en este caso ni siquiera la palabra recien adquirida a mi vocabulario (puti-disfraz) podía describir lo que llevaba encima esa maldita exhibicionista de cabellos rojos.

–Es evidente, no saldrás de esta tienda con eso puesto.

–Pero...

–No. Y es lo último que voy a decir.

La pelirroja había acabado con mi paciencia en un tiempo record.

Bueno tampoco es que yo sea muy paciente que digamos. Solo estoy dispuesto a mantenerme tranquilo y calmado con Andy y Elizabet. Con Susan podía soportar hasta seis horas seguidas sin sentirme estresado o con ganas de mandarla a la mierda, pero después de ese tiempo me era extremadamente difícil ser cortés.

Con las demás personas solo podía mantener mi batería social activa durante una hora. Nada más.

Pero extraordinariamente Alice había agotado mi energía serena en menos de veinte minutos. Es un nuevo record.

–¿En serio no te gusta el disfraz?

Su voz sonaba como la de una niña pequeña que había sido regañada. Si intentaba manipularme con esa voz y sus ojitos de perrito abandonado iba por mal camino.

El único pelirrojo que puede convencerme con ojitos era su hermano.

–No. Y a eso no se le puede llamar disfraz. Literalmente llevas puesto solamente una trusa roja. Nada más.¿De qué coño se supone que te disfrazas?

–No solo llevo una trusa. También llevo esto—levantó la mano y me mostró una especie de flotador rojo, el cual tenía una cinta negra amarrada a su muñeca—Y contestando a tu pregunta, ¿no es obvio?

–¿De gamba?

–Nooo—era evidente que la frustración de ambos crecía con cada palabra. Yo ya estaba sin ánimos, ni siquiera para fingir una actitud amistosa que era completamente falsa.

Yo nunca me caractericé por ser amable. Trataba a base de insultos a todo el mundo. Incluso a las personas cercanas a mí.

La diferencia era que cuando le decía "idiota", "imbécil"o algo así a Andy, Elizabet o Susan era por cariño, no juzguen mi raro lenguaje amoroso. No soy de los que va diciendo por ahí "mi vida","amor de mis amores", "rey de mis sueños"o yo que sé. Esa gente da vergüenza ajena.

Pero bueno, volviendo al temita del disfraz, no tenía ni puñetera idea de que se suponía que iba vestida.

No tenía ni pies ni cabeza, bueno... por no tener, no tenía ni ropa.

–Dime de que se supone que estas disfrazada. Y, te advierto, que aún así no te lo vas a llevar—veo como abre la boca para contraatacar con algún comentario o súplica, pero no iba a lograr nadita de nada—Y sí, es mi última palabra.

Alice pone los ojos en blanco, un gesto tan Andy, para luego cruzar los brazos sobre su pecho y responderme practicamente por obligación.

–Obviamente voy de salvavidas, como en Guardianes de la bahía.

–¿Guardianes de qué?

Su mirada de cansancio se había convertido en una de asombro. Me miraba como si me estuviera creciendo un tercer ojo en el centro de frente o alas en la espalda. ¿Tan popular era eso de lo que hablaba?

–Debes estar bromeando. Es la serie de televisión americana de salvavidas en la que sale Pamela Anderson. Y luego hicieron una película protagonizada por La Roca. ¿En qué universo vives?

La forma más hermosa de suicidarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora