28. Los puti-disfraces

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Thomas:
–No me dijiste que era tan linda.

Llevábamos media hora dentro de la tienda, cabe mencionar que después de un incómodo saludo entre Alice y Elizabet entramos de una maldita vez a lo que parecía ser un pequeño establecimiento con paredes de muchos colores y un sin fín de disfraces y ropajes raros de todo tipo.

Alice se había unido a mi búsqueda de disfraces porque, y cito textualmente las palabras que salieron por su boca:

"Los disfraces que había comprado Andy para ambos no eran lo suficientemente sexys".

No me quiero ni imaginar la clase de disfraz que le buscará a Andy, aunque basándome en su concepto de: quiero algo sexy pero no vulgar, me tranquilizo un poco. Al menos sé que no lo va a vestir como a un stripper.

No había pasado por alto que me trataba con una confianza y naturalidad que podía jurar no era común en ella. Un ejemplo claro de esto son las nada disimuladas miradas de desprecio y desconfianza que le lanzaba a Elizabet, claramente esta estaba muy ocupada babeando por la pelirroja como para darse cuenta.

Y desde que Alice había entrado a un vestidor a probarse uno de los miles de trajes que había apartado para "modelarlos", utilizo sus palabras, no las mías, mi prima no había parado de hacerme preguntas sobre ella.

¿Siempre es así de linda? ¿Su cabello siempre luce tan brillante y suave? ¿Por qué le quedan tan malditamente bien las pecas?

¡No se Elizabet!

Literalmente la conozco desde hace unos cuatro días, no me sé su autobiografía.

–Te dije que era una copia femenina de Andy. Por ende tenía que ser linda ¿no?

–Bufff. ¿Bromeas? ¿Una copia de Andy? Es mil veces más hermosa que el amargado de su hermano.

¿Qué?

No pude evitar soltar el traje de bombero que estaba mirando para dedicarle mi expresión de desconcierto total.

¿Acaso me estaba quedando sordo? Porque lo que escuché no podía ser cierto.

–Lo que seas que estas fumando o metiéndote por la nariz, déjalo ahora mismo. Esa mierda acaba con tus neuronas y lo que acabas de decir es la prueba de ello.

–Es cierto. Admítelo.

–Claro que no es cierto. Andy es literalmente la definición de perfección física. No lo compares con una pelirroja con aires de superioridad—a mi prima parecía que le acababan de decir que iban a prohibir la venta de patatas fritas en la ciudad, su rostro fue de sorpresa absoluta, sus famosos ojos de chihuahua se hicieron presentes, acompañados por su boca en forma de una O gigantesca. Si sigue así le va a doler la mandíbula.

–¿En serio quieres hablar de aires de superioridad?—no, de hecho no quería. Tenía las de perder en ese terreno—Porque te recuerdo que Andy es no solo la definición de perfección física, si no que también es el narcisismo personificado. Por dios, solo le falta hablar de él mismo en tercera persona.

–Primero que todo, gracias por admitir que Andy es la perfección en persona—mi prima bufa mientras pone los ojos en blanco, eso hace que se forme una sonrisita de triunfo en mis labios. Deberías cuidar mejor tus palabras querida primita.

–Dije que era la perfección física, no la perfección en general. Porque es egocéntrico, narcisista, inmaduro, ególatra, intenso, celoso compulsivo, dominante, terco, impredecible, totalmente impulsivo, territorial, explosivo...¿Quieres que siga?

Había levantado un dedo por cada cosa que había enumerado, que dramática, ni que fuera familia mía.

–No me molesta que estes enumerando sus virtudes, puedes seguir.

La forma más hermosa de suicidarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora