Capítulo 11

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Eran sobre las tres de la mañana cuando me empiezo a despertar por unos golpes en la puerta, acompañados de algún que otro grito diciendo mi nombre.

No veo absolutamente nada debido a la oscuridad y a la poca luz de la luna que entra por la habitación, así que, palpando todo lo que se me cruzaba por el camino para así no caer, voy poco a poco hasta mi gran bola de ropa y de allí saco lo que parece una camiseta lo bastante larga como para que nadie me vea en tanga.

Una vez la tengo puesta y, dando pasos torpes, voy poco a poco hasta la puerta, donde aún se siguen escuchando los golpes y las voces desde el otro lado.

Cuando estoy frente a ella, cojo el pomo y le doy la vuelta, para luego ir abriéndola lentamente, hasta que al fin la tengo totalmente abierta y por fin puedo observar quién, o mejor dicho, quienes estaban tan insistentes en que me despertara desde hace un buen tiempo.

Norris y Russell estaban frente a mí, abrazados mutuamente por los hombros, mientras que ambos tenían una botella de champagne cada uno, y tanto uno como el otro en un estado… poco católicos ambos.

—¿Qué pasó?— dije según los ví, un poco cegada por la luz fuerte que venía del pasillo.

—A ti te quería yo ver— dijo Norris, separándose de Russell y dirigiéndose a mí.— Y es que… tengo una cosa que comentarte…

—¡Sí! ¡Díselooo!— le animó George, mientras que le daba un sorbo a su botella.

—¿Qué pasa, Norris?— le dije extrañada. No estaba preocupada por lo que me tuviera que decir, pero lo estaba más por si alguien los pillaba en ese estado y les fuera a pasar algo a los dos.

—Mira, hace mucho años que te quería decir esto…— comenzó a decir Lando, atropellando sus propias palabras y alargando alguna que otra.— Y es que me molas cantidad.

—¡Se lo has dicho, se lo has dicho!— dijo Russell todo orgulloso atrás de él, mientras le daba algunas palmadas en la espalda a Norris.

—Esto…— no me salían las palabras. Sabía que Lando estaba bastante borracho, así que no me podía tomar en serio sus palabras… pero había algo en mi interior que había vuelto a florecer desde hace muchos años; en fin y al cabo, mi padre siempre me decía que una persona cuando era totalmente sincera, era cuando estaba borracha.— Chicos, no os quiero echar… pero será mejor que vayáis a descansar ambos…

—Espera, yo no me voy de aquí sin hacer esto antes— me contestó y partir de este punto, todo lo que sucedió, para mí sucedió a cámara lenta.

Después de darle un sorbo a la botella de champagne y de dársela a Russell, se dirigió a mí. Dio un paso adelante, acercándose más a mí y sin que yo me lo esperara, unió sus labios con los míos.

El beso fue corto, duró menos que un pestañeo, pero yo juré que habían sido minutos o incluso horas.

—¡Ese Landooo!— gritó Russell cuando ya nos habíamos separado.

A pesar de que habían sido apenas cinco segundos los que habían durado aquel beso, sentí como unas mariposas en mi estómago… como si el sueño que tenía de niña por fin se hubiera cumplido.

Cuando nos separamos yo aún estaba en shock, pero él relucía una sonrisa de oreja a oreja.

—Bueno… Espero que te haya gustado tanto como a mí— dijo Lando con una sonrisa y con las mejillas al rojo vivo (pero no sabía si era por eso o por la cogorza que tenía).— Nos vemos mañana…

—¿Mañana te la tirarás, no?— le preguntó George a Norris, cuando esté volvió a coger su botella.

—¡Shhhh! No reveles la sorpresa, que así no tienes chiste— dijo Lando, poniendo un dedo sobre sus labios.

Mi amor para tres ||Formula 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora