Libro parte 18

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Pov: España

Miro atentamente las ojeras de mi rostro bajo la penumbra de unas pocas velas. La piel de mi rostro no se ve tan radiante como lo hacía antes. Puede que ya hayan pasado un par de semanas de ese momento infortunio, sin embargo, no ha sido hasta hace poco que se notan las consecuencias de ello. Fingir que no ocurrió a desgastado mi mente y hace mella en mi cuerpo, produciendo que este parezca enfermo, aunque también puede ser por la consecuencia de comer y dormir poco.

El reflejo del espejo, me muestra a una mujer que parece muerta. «¿Estoy muerta en vida?» La doncella que me acompaña, me mira con gran pesar mientras cepilla mi cabello con sumo cuidado. Es la única que sabe de lo ocurrido y por ello es la única con la que me siento segura, ella no me atosiga con preguntas por mi repentino aspecto decadente.

Cuando termina de peinar mi pelo hace una reverencia y sale de la habitación.

Me toco un poco con cuidado las facciones de mi cara, cada vez más marcadas, para luego girarme y quedarme quieta mirando el dormitorio. A consecuencia de intentar transmitir tranquilidad he estado durmiendo en la misma cama donde paso el abuso, al principio se me hizo muy complicado. El mero hecho de estar sola en este cuarto me hace escuchar mis suplicas no atendidas por Portugal, pero cuando Azteca se acuseta a mi lado mi mente se tranquiliza y puedo descansar por unos instantes.

Salgo del dormitorio porque si me quedo unos segundos más en él comenzaré a agobiarme. Voy en busca de Azteca.

Rebusco por la casa para ver si le encuentro, con la certeza de que no está ni Portugal ni Reino Unido dentro de ella, ni siquiera en cerca de aquí. Cuando Portugal salió del cuarto ese día, no lo volví a ver y no fue hasta la mañana siguiente que uno de mis soldados me comunicó que ambos habían partido en barco nuevamente a Europa. En parte me alegré de no tener que verle la cara por un tiempo por el daño que me había hecho, pero la frustración de ese momento me hizo perder la templanza y no pude contener las lágrimas.

Azteca pensó que me sentía triste de que partieran tan rápido y sin despedirse, y sigue pensando que fue por eso, ya que, no he tenido el valor de decírselo, no sé cómo se lo tomará y no tengo fuerzas para que me culpe por lo sucedido o me abandone por mi impureza.

Soy consciente de que esta mentira está matando nuestra relación, desde ese instante fui fría y distante con él, sobre todo cuando me cortejaba o insinuaba que quería algún tipo de intimidad. Simplemente no puedo evitarlo, tengo miedo a que se repita el dolor de aquella vez, no quería sentir el ardor en mi intimidad y la vergüenza después del acto.

«No puedo llegar a entender como a las demás personas les puede gustar, las relaciones carnales. Cuando este preparada, solo lo haré para tener descendencia, pero no por placer. ¡No hay placer!» Pienso algo frustrada.

Encuentro a Azteca fuera de la casa blandiendo una espada. Parece un concentrado practicando su técnica con ésta. No se le da muy bien, pero es normal, es un arma nueva para él, un arma la cual prevalece la técnica de lucha a la fuerza que aplicas sobre ella, y a pesar de que Azteca en un gran guerrero, le costará el dominio de la espada. Es como si ahora yo tuviese que utilizar el macuahuitl, creo que apenas podría levantar esa cosa.

Los primeros rayos de sol bañan la piel dorada el torso desnudo de Azteca. Veo como sus músculos se tensan y se contraen en cada movimiento, no puedo parar de observar sus brazos y pecho. A pesar de que mi cabeza no quiere siento como mi cuerpo se excita al verle entrenando.

España: ¡Hola! – Le saludo un poco desde la distancia para que no se asuste de mi repentina presencia.

Azteca: ¡España! – voltea a mirarme y deja lo que está haciendo para acercarse a mí. Su piel brilla con el sudor y su respiración el algo agitada. Y me encanta. - ¿Cómo te encuentras hoy? – me da un pequeño beso en los labios.

España. Una mentira repetida mil veces.Where stories live. Discover now