Capítulo 36

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Pov: España

El sonido de la taza rompiéndose a cámara lenta y el café desramándose por los suelos, es lo único que se escucha durante varios segundos.

Mientras yo miraba a México sentado en uno de los sillones frente a la chimenea encendía, leyendo un libro.

El libro.

Me agarro al marco de la puerta, ya que, por unos instantes siento como toda la fuerza se desvanece de mi cuerpo, si no me sostengo a algo me desplomaré al suelo en ese mismo momento.

Podía reconocer el libro que él tenía en sus manos, a kilómetros a la redonda. Miro a la vitrina donde debería estar exhibido, con la esperanza de que sea un libro parecido del cual no tuviese conocimiento.

Pero no.

La vitrina estaba vacía y abierta.

Ahora todo tenía sentido, desde hacía tiempo México sabía cosas de mí que nadie más conocía, era extraño, pero trate de no darle importancia, puesto que eran cosas pequeñas, inofensivas, sin importancia. Pero ahora era conocedor de mucho más. Era conocedor de secretos NADIE excepto yo, debía conocer.

Eran mis memorias lo que estaba leyendo. Memorias que estaban plasmadas en esas estúpidas páginas amarillentas y dañadas por los pasos de los años y manchadas por la humedad de los lugares donde había estado. Páginas las cuales había jurado no volver a leer, para no abrir viejas heridas como ... como la violación.

México: ¿¡Mamá!? – dice asustado y hace un amago de ocultar lo que estaba leyendo.

España: ¿Mamá? – susurro, incrédula. Hacía mucho tiempo que hubiese soñado que me llamase de esta forma, deseaba que mi hijo me llamase así y no por mi nombre como si solo fuésemos conocidos, pero ahora al saber los motivos, no estaba nada contesta. No quería que se enterase de esta forma. ¡No así! - ¿Hasta dónde? – mi voz suena más furiosa de lo que me hubiese gustado, sin embargo, no podía controlar mi enojo.

México: ¿Qué? – se ve asustado.

España: ¿HASTA DONDÉ HAS LEIDO? – suelto como un chillido desesperado para que hable.

México: Mi.... mi nacimiento. – dice titubeante.

España: Ok, no... no es tanto. – intento relajarme con ese pensamiento de que, de las cosas que ha leído, no son tan malas. Pero sé que es solo un intento de auto engañarme a mí misma. Cojo una bocanada de aire y suspiro mientras me acerco a él lentamente. - ¡Dame el libro, México! – intento poner una voz amable, aunque a su vez es demandante, mientras alzo la mano para que me haga entrega del objeto.

Él mira el libro y me mira a mí repetidas veces, analizando lo que debería hacer. No parce muy confiado en seguir mi orden. No es tonto, sabe perfectamente que el momento que me lo dé, no podrá leer más sobre él y sobre su padre.

Tras un rato de duda, México niega con la cabeza.

México: ¡No! Todavía no, quiero saber qué fue lo que le paso a padre, necesito saberlo. – se aferra al libro y se levanta del sillón para dar un paso hacia atrás.

España: ¡El libro! ¡Ya! – digo entre dientes, cansada de tener que pedir algo que es mío. Cansada de que nunca se respetase mi palabra. – No tengo el chichi pa' farolillos, México, dame el puto libro. ¡YA!

México: Te lo devolveré cuando sepa que le paso a mi padre. – por supuesto mi hijo no me iba a poner las cosas fáciles. Y mi paciencia ya se me había agotado. Había intentado hacer las cosas por las buenas, pero al final no me pude contener.

España. Una mentira repetida mil veces.Where stories live. Discover now