Especial: Día de Muertos

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Pov: España

«¿Por qué coño no me cuadran las cuentas?» Miro de nuevo las facturas del mes pasado, buscando la errata. Observo entre todos los papeles que hay encima de la mesa del escritorio. Para después mirar informes enviados por las diferentes organizaciones donde por suerte o por desgracia estoy metida.

«Se supone que estar dentro en todas estas mierdas me harían la vida más fácil, pero a veces solo saben dar por culo y ahora amenazan con sanciones. ¡Que no tengo dinero hostias! ¿Qué no comprenden de "tengo las arcas vacías"?»

Escucho un estruendo proveniente de la cocina.

Y más que asustarme o enfadarme por lo que México pudiera haber roto, me alegra tener la excusa perfecta para poder salir de este cubículo infecto de archivos de estado.

«Un minuto más aquí dentro y me hubiese dado una taquicardia.»

Me levanto de la silla y voy en busca de la causa del ruido, que según yo venía de la cocina y estaba en lo correcto. México estaba entretenido en la cocina preparando diferentes comidas.

España: ¿Qué fue lo que se te cayo? – miro en busca de algo roto, sin embargo, no hecho nada en falta.

México: Se me cayó el molcajete. – dice sin mirarme dándole los últimos retoques a lo que estaba preparando.

España: ¿Molcajete? – sueno confundida y México señala el objeto al que se refería. – ¡Oh! Un mortero.

México: ¡Molcajete! – me rectifica con un tono serio y frio.

España: Sí, disculpa. – me acerco un poco más donde él se encuentra y observo como decora los platos. - ¡Que buena pinta! – estiro mi mano para poder agarra algo de esa comida, pero enseguida recibo un manotazo de su parte. - ¡Oye! Comes lo que preparo todos los días, no te va a ser mal compartir un poco. – digo haciendo un pequeño berrinche.

México: No es para mí. – me quedo callada para que siga explicándose. – Es para mi padre. – dice forma tranquila, como si fue lo más normal del mundo.

España: ¿Pa...para tu padre? ¿Te... te refieres a Azteca? – siento como si mi alma se hubiese caído a los pies por unos instantes.

México: Son ofrendas para su altar. – cuando dice eso siento como mis pulmones se llenas de aire de nuevo y puedo respirar con normalidad nuevamente. – ¡Obvio! Por desgracia. – dice con tristeza y se pone a recoger los platos llenos de comida.

España: Déjame que te ayude, son muchas cosas. – agarro los platillos que él no podía cargar y lo ayudo a subirlos a una habitación.

México: Espero que no te moleste que haya puesto el altar sin tu consentimiento, pensé que no te molestaría y como esta habitación ahora no lo está usando nadie. – coloca lo que llevaba en diferentes zonas del altar.

España: No, no me importa. – miro el arduo trabajo que ha tenido que hacer para preparar eso. Y se me escapa una dulce sonrisa. – te ha quedado muy bonito.

Es entonces que veo entre flores, pan, comida, velas, papel picado de colores y calaveras de azúcar, en el centro del altar se encuentra el retrato de Azteca, aquel retrato que hace mucho tiempo pedí que hicieran para mí. En aquel momento. un sentimiento agridulce recorre mi cuerpo.

México termina coronando el altar con una cruz.

México: ¿Crees que estará en el cielo? – musita sin dejar de observar el altar.

Esa pregunta me toma desprevenida y no sé qué contestar. Si me guio por lo que rige la religión cristiana, es un no rotundo. Azteca murió creyendo en sus dioses y nunca mostro interés en mi religión. En vida tampoco fue en santo y dudo que se fuera arrepentido de las cosas que había hecho.

España: Sí, seguro que sí. – le digo para tranquilizarle. «Puede que no esté en el cielo cristiano, pero quizás esté en ese lugar donde iban los guerreros mexicas... apenas puedo recordar cómo se llamaba y me siento mal por ello.»

México: ¿Se parece al retrato que he puesto? – su voz suena algo contornada.

España: Sí, es bastante fiel a como era tu padre. – me acerco a México y le acaricio su espalda. – pero tú eres su viva imagen, bueno quizás físicamente no del todo... pero tu carácter se parece mucho al de él. – parece que mis palabras contentan mucho a México y lo sé, él siempre ha tenido en muy alta estima a Azteca, a pesar de que apenas le pudo conocer.

México: Eso me hace muy feliz. – Me sonríe.

España: ¿Y dime a que se debe este altar tan bonito? – Quiero que me siga contando sobre sus tradiciones.

México: Es para que cuando el alma de papá regrese, sepa que no le he olvidado, que le quiero y también para que pueda disfrutar de las ofrendas que le he preparado. – hace una mueca que podría ser de añoranza.

«Azteca tenía razón México es la conexión de dos mundos totalmente opuestos y eso lo hace perfecto. Ha mezclado dos tradiciones contrarias y ha creado algo con un significado precioso»

España: Es muy bonito de tu parte. – le sonrío y vuelvo a fijar mi mirada en el retrato de Azteca y sus alrededores totalmente decorados con mucho amor y cuidado. – Espero que algún día me coloques al lado de tu padre.

Maldita la hora que dije eso, volteo la cabeza casi ciento ochenta grados y me miro con el peor de las caras.

Se me helo la sangre al verle tan serio.

México: Nunca te pondré en un altar con mi padre. – dejo fríamente.

España: ¡Oh! Claro. – sonrió un poco para intentar calmar las aguas. – Será mejor que vaya a trabajar de nuevo. Te dejo tranquilo. – Camino despacio hacia la puerta y salgo de la habitación cerrando la puerta detrás de mí.

«Ni si quiera se lo pensó un momento. Pensé que nuestra relación había mejorado, pero veo que solo era un producto de mi imaginación.» Siento un pinchazo en el corazón. «Eso me ha dolido más de lo que me gustaría admitir.»



Pov: México

Lo que ha dicho España me ha molestado mucho y sin querer me he enojado más de lo que debería., pero a quien se le ocurre decir tal cosa tan tranquilamente.

«Dios me libre de poner a alguna vez a España en un altar.» Un escalofrió recorre mi columna vertebral.






«...No quiero que te mueras nunca... mamá.»

España. Una mentira repetida mil veces.Where stories live. Discover now