Libro parte 23

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Pov: España

Soplo la vela que se encontraba sobre la mesita de noche y el dormitorio se queda casi en absoluta oscuridad, si no fuese por unos rayos lunares que traspasaban la ventana.

Una vez acostada en la cama, me arropo con las mantas e intento dormir, lo cual no debería serme difícil, pues venía agotada por la búsqueda.

Habían pasado tres días desde que Azteca decidió salir por la puerta y no regresar. Tres días los cuales me las paso patrullando las calles y alrededores por si alguien sabe cuál es su paradero, pero siempre recibo la misma respuesta, nunca saben nada. Esa ha sido mi rutina desde que me levanto hasta que me acuesto, los últimos tres días.

Cada día que pasa siento que la esperanza de encontrarle de nuevo se va desvaneciendo. Y los rumores de la población solo empeoran las cosas, murmullan entre ellos todas las posibilidades que le pudo haber pasado a su Tlatoani, yendo desde la picadura de una serpiente, hasta exiliarse él mismo de sus tierras, por no quedar nada que lo sigan atando a ellas.

Mi mente tampoco ayuda en absoluto, y son en los momentos de soledad, como en este instante, cuando más perversas imágenes muestra, pensando en donde se puede encontrar Azteca ahora. Y sé que es egoísta de mi parte, que las que más me duelan sean las que está en el lecho de otra mujer y no en las que pueda estar muerto.

A mitad de las noches escucho como la puerta de la entrada principal de se abre, pero cada vez que salgo para mirar, nunca hay nadie. Es solo mi mente jugando conmigo, para torturarme más, haciéndome creer que ha vuelto. Se que es imposible, hay un guardia custodiando la puerta de la entrada todas las noches, y tiene la orden de avisarme de inmediato si lo ve. Es por eso que ya no hago caso a los ruidos de la casa, sé que son provocados por los fantasmas de mi mente.

Todas las noches rezo por él y por su regreso. Para seguidamente regañarme a mí misma por lo estúpida que fui, antes de haber hecho nada tuve que haber hablado con él, preguntarle el por qué no quería tener hijos, en vez hacer que me inseminara a traición.

«Sí tan solo pudiese regresar el tiempo...»

Sé que al final lo que hice no servirá para nada, no podré estar con el hombre a quien quiero y si por algún casual quede embarazada, lo perderé por la desgracia tan grande que asola mi corazón.

Me acurruco entre las cobijas en busca de calor, pero nada es remplazable al calor que emitía su cuerpo cuando dormíamos juntos. Agarro la almohada y la pongo de forma vertical a mi cuerpo para poder abrazarla e imaginarme que es él.

No puedo evitar pensar en el primer día que pase la noche en este lugar, ante mis ojos era un salvaje, un bárbaro capaz de hacer las atrocidades más sangrientas por sus dioses, pero aun así me deje dormir a su lado, dejando expuesta mi lado vulnerable, porque a pesar de sus ojos feroces y su tamaño descomunal, la paz que él transmitía era inmensurable.

«¿Por qué no lo mate cuando pude hacerlo?» Mi mente viaja más al pasado, justo al final de la conquista... justo cuando casi le separó la cabeza del cuerpo. «Fue como se algo me lo impidiese»

«Dicen que los caminos del señor son inescrutables... Quizás... mi destino era conocerle...»

Entrelazo ambas manos y me las llevo hasta mi mentón con mis labios rozando la piel de una de ellas y hago una plegaria.

«Dios mío, como tu leal sierva seguiré gustosa el camino que me tengas deparado, pero si tu voluntad fue ponerlo a él en mi sedero, no me lo quites todavía... déjamelo un poco más, solo un poco más...» tras ese último ruego dejo caer las lágrimas de ya se agolpaban en mis ojos.

España. Una mentira repetida mil veces.Where stories live. Discover now