Capítulo 34.

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Atención: este capítulo contiene tortura explícita, lean con precaución y si son sensibles pueden saltarlo.














Por amor somos capaces de hacer cualquier cosa, en ocasiones cometemos las peores mierdas más ilógicas con tal de retener a ese alguien, de conseguirlo, de mantener un sentimiento intacto.

Vante desconoce si todo lo que ha hecho es por alguna de esas razones o quizá por todas, pero está casi seguro de que está comenzando a amar al menor o quizá lo hacía desde ya hace mucho tiempo.

Es irónico, él que parecía querer destruir todo a su paso durante toda su vida, se encontraba adorando a un mocoso del cuál dependía su coherencia viéndose como un completo demente sin él. Lo necesitaba para estar bien, lo necesitaba para ser fuerte, para continuar siendo imparable.

Esperando sentado en su coche a qué le dieran el aviso de poder comenzar su show, sus orbes se perdieron más allá de la ventanilla recordando a Jungkook.

Jungkook riendo, llorando, gimiendo, sonriéndole. Jungkook pidiéndole tener un cachorro, obligándole a jugar a la casita, Jungkook fingiendo tener un bebé en su pancita haciendo que el mayor le diera besos en su vientre, ambos haciendo el amor a la luz del fuego de aquella chimenea en la sala, Jungkook llorando entre gemidos siendo maltratado casi torturado por Vante, Kook mirándolo con esas galaxias hechos orbes, durmiendo entre sus brazos cada noche, enamorándolo, sufriéndolo, odiándolo.

Jungkook amándolo.

Jungkook llorando por él.

Jungkook odiándolo.

Amor.

Rencor.

Odio.

Profundo odio que sentían al amarse con tanta devoción.

No sabía cómo sentirse, quizá ansioso o inquieto, esperando a que sus hombres terminaran de deshacerse de los guardias custodias de aquel apartamento para así poder llevar acabo su retorcida idea. Esbozando una media sonrisa tras el aviso de Choi de tener todo preparado, suspiró entonces encendiendo un cigarrillo disponiéndose a adentrarse a aquel sitio tranquilamente, ignorando el reguero de sangre a su paso al igual que los cadáveres esparcidos en el suelo, tarareando una canción pareciendo absorto en sus pensamientos mostrándose entretenido quién sabe en qué cosas.

—Pero miren nada más, si hasta me estás esperando sentado, que considerado de tu parte.—Se mofó esbozando una media sonrisa al encontrarse en la cochera dónde yacía amarrado a una silla el gran líder Young, quién se hallaba de boca cubierta por una cinta impidiéndole hablar.— ¿Sabes? si tuviera más tiempo para dedicarte créeme que te haría sufrir el triple de lo que haré ahora, pero estoy ansioso por follarme a mi mocoso así que lo haremos breve, Choi—Llamó a su guardaespaldas quien se acercó rápidamente.—, dame el martillo y los clavos, quiero construir algo.

Una sonrisa burlona se expandió en sus belfos, un gesto que significó terror ante los orbes del hombre amarrado que a estas alturas era un condenado a muerte. Vante le miró, silencioso y tranquilo, tomándole el brazo izquierdo del adverso para así extenderlo a fuerza en el apoyabrazos de la silla amarrandole con cinta la muñeca para impedir que se le moviera, sosteniendo el martillo con firmeza cuándo le fue otorgado por su guardia disponiéndose a sostener un clavo entonces apoyándolo inmutable sobre la piel ajena.

—¿Listo?—Preguntó sarcástico, encogiéndose de hombros sin esperar a una respuesta que obviamente no tendría puesto que el mayor estaba prohibido del habla debido a la cinta cubriendo su boca, con Vante alzando el martillo dando un golpe seco sin preámbulos enterrando hasta la mitad aquel clavo en el brazo del hombre quién bramó dolorido comenzando a derramar lágrimas a causa de la agónica herida.—, no seas maricón que apenas empiezo.—Gruñó molesto dando un segundo martillazo acabando de clavar por completo el primero de muchos más.— Choi ayúdame con el otro brazo, que sean cinco clavos en cada uno, a ver si con eso aprende a quedarse quieto.

𝐔𝐍𝐇𝐄𝐀𝐋𝐓𝐘 © → Libro 𝐈. TaeKookWhere stories live. Discover now