12| Son solo delirios

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Randy

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Randy

Luces, música y alcohol.

Elementos perfectos para una cotidiana fiesta adolescente.

No esperaba estar hoy en una fiesta, pero las circunstancias me han obligado. Aunque no me molesta mucho, me la estoy pasando bien con mis amigos. Además, el protagonista de esta noche no es nadie más que yo.

Sí, porque es mi cumpleaños.

No me suelen emocionar mucho los cumpleaños, al menos no el mío. Desde que pasó lo que pasó hace años, no ha sido lo mismo para mí. Siento que se ha perdido un poco la magia con el tiempo también, pero esta noche no me centro tanto en eso y me dejo llevar con la música.

—¿No crees que los perros deberían tener mascotas? —Me pregunta Anna, ya ebria, tirada junto a mí en el sofá y con un vaso rojo en las manos. Debería quitarle la bebida, creo que ya ha tenido suficiente.

Aunque pronto se duerme y ya no es necesario. Qué locura.

Como mencioné, no sabía de esta fiesta, fue una sorpresa de mis amigos. Bueno, Mario me susurró que todo lo organizó él, Grecia y Anna, pero entiendo que a Fernando no le van mucho los cumpleaños igual.

Por la mañana todo estuvo tranquilo, me entretuve jugando videojuegos y cuando salí para almorzar al mediodía, me encontré con mi madre y mi hermana mayor en la sala. No podía dejar de sonreír, ver a mi hermana después de tantos meses era increíble, pero lamentablemente ya tuvo que irse de nuevo. Aún así, disfruté de su compañía por hoy.

Fuimos a comer en un restaurante del pueblo, e invitamos de paso a Grecia y Mario. Fue una tarde increíble y bastante bonita, aunque en el fondo sentía que me faltaba algo. Sé lo que significó eso, pero llevo tiempo sin pensar mucho en ese tema, así que podré soportar esta noche. No es nada nuevo.

Al llegar a casa me di un baño y pronto recibí un mensaje de Anna, invitándome a casa de Mario, para que viéramos una película todos. Acepté y cuando llegué en mi coche me encontré con una fiesta espontánea de cumpleaños. No somos muchas personas, estamos mi grupo, unos amigos de Fernando y un perro que duerme plácidamente a los pies de Anna ahora.

Y ya son las once de la noche.

—¡Randy! ¿Qué haces ahí sentado? Es tu cumpleaños, levanta el culo y ven a bailar con nosotros —me ordena Grecia, con un sombrero de fiesta puntiagudo en la cabeza.

—No sé bailar —le recuerdo. Ella rueda sus ojos y me toma de la muñeca.

—Yo tampoco y aquí estoy, vente.

Tira de mí y ambos terminamos en el centro de la sala. Ella comienza a bailar al ritmo de la música. Intento seguirle el paso. Mario se une y me tiende un vaso rojo con la bebida que están sirviendo en la cocina que creo que se trata de Ron. Le doy un trago, antes de fruncir el ceño. Mierda, esto quema más que el vodka.

Efímero [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora