13| Confesiones nocturnas

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Randy

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Randy

Soy un estúpido, con diploma y todo incluido.

—Muchas gracias por traerme...

Me siento sobre el colchón de mi cama, con un mareo intenso y unas nauseas horribles.

—No ha sido nada, pero esta noche te desataste, ¿no? Nunca habías bebido tanto —comenta Mario, cruzándose de brazos.

—Estoy igual de sorprendido, créeme...

Mario sonríe y sacude mi cabello con su mano.

—Me voy, cualquier cosa que necesites me llamas a mí o a Grecia, ¿de acuerdo?

Asiento y él no tarda en irse de mi habitación.

Así que, una vez estando solo, escondo mi rostro entre mis manos y suelto un pesado suspiro que resuena en la silenciosa habitación. Esta noche no pudo ir peor. Y todo por mi culpa. O eso creo. Si tan solo no hubiese huido como un cobarde...

Sacudo mi cabeza, en un débil intento de alejar esos pensamientos, pero es imposible. Aunque consiga hacerlo, el latir frenético de mi corazón, el cosquilleo incesante de mi estómago y la sensación tibia en mis mejillas no se irán. Esto es similar a un golpe, intentas olvidar el dolor, pero tu cuerpo te lo recordará con un letrero en letras rojas.

Hace una hora sucedió aquello y no he dejado de darle vueltas en mi mente. Hace una hora me escondí tras una puerta de alguien que sin esforzarse consigue despertar mil sensaciones en mi cuerpo y no me explico la razón. Sin embargo, para nada fue inteligente haber huido, por eso considero que soy un completo imbécil.

Algo dentro de mí quería que me quedara ahí sentado, frente a él, mientras aquella aura extraña, pero embriagadora, nos envolvía. Aun así, mis temores son más grandes que cualquier cosa.

Para cuando me decidí a abrir la puerta, él ya no estaba, tan solo el plato con el pastel a medio comer en el suelo y un cigarro tirado en el césped. Me arrepentí de todo, así que fui a la cocina a beberme cuatro latas de cerveza, sin titubear. Ahí fue cuando las nauseas me atacaron y, como era de esperar, me fui al baño a descargarme y a sobre pensar durante casi media hora. Seguido a eso, Mario al ver mi precario estado se compadeció de mí y se ofreció a traerme a casa.

Ahora estoy aquí, en mi oscura habitación, con el aire pesado de la noche entrando por el balcón abierto y con mi corazón latiendo nervioso al pensar en lo que hubiese sucedido si yo no hubiese huido. Porque sé muy bien lo que ambos pensamos en ese momento, sería muy estúpido si lo negara.

Pero no solo pienso en eso, también me consume pensar que ya tengo dieciocho años. No parece mucho, pero vaya que es bastante. Y en todo este tiempo no he hecho más que vivir en piloto automático. Sin nada trascendental que contar, tan solo que casi me roban y trabajo en una heladería. Mi vida es aburrida, y en parte es mi culpa, soy tan inseguro que no me he permitido vivir como mis amigos.

Efímero [EN PROCESO]Where stories live. Discover now