18| Noche de películas

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Randy

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Randy

No voy a terminar de acostumbrarme a las motocicletas.

Carter hace rugir el motor debajo de nosotros. La luz del atardecer ilumina su rostro pálido. Enderezo mi espalda, acomodándome en mi lugar. Y, por fin, nos adentramos en la carretera.

La brisa fresca golpea mi rostro y eriza mi piel, pero no tanto como la adrenalina del momento. Tener a Carter al volante es una locura por completo, no tiene límites o reglas. Va a lo suyo, sin titubeos.

Es peligroso, pero a su lado no siento miedo alguno. Al contrario, la verdad.

No tardamos mucho tiempo en llegar al centro comercial del pueblo. Cuando me bajo de la moto, mis piernas están débiles y mi cabello está aplastado por el casco. Carter, por su parte, con su pose segura, guarda las llaves y pasa a mi lado, rozando nuestros brazos.

—Espero no lleven mucho tiempo esperando por nosotros —le digo, paseando la mirada por las tiendas que nos rodean. Carter chasquea la lengua.

—No lo creo, pero da igual. Quien me importa esta noche eres tú.

Giro mis ojos. Aunque es una forma de disimular la explosión de sensaciones que hay en mi interior ahora mismo.

—No se te da bien el papel de romántico, para que lo sepas.

Él me mira y sonríe de medio lado.

—Tu sonrojo opina lo contrario, cabeza de zanahoria —farfulla, antes de guiñarme un ojo y volver la mirada al frente.

Genial.

Yo y mis reacciones poco discretas, no me sorprende.

—Volvemos al dichoso apodo —le reprocho.

Esta última semana, desde que acordamos que seríamos «algo», hemos estado hablando mucho por mensajes. Y no exagero cuando digo mucho. Aunque hay días en los que la conversación no es la más fluida por las presiones de la rutina, no obstante, Carter consigue hacerme olvidar de todo eso y me hace sonreír. Cosa que me hace sentir ridículo. Nunca me había sentido de esta forma y es extraño, pero a la vez es estimulante.

Tampoco para de molestarme con el bendito apodo.

—¿No te gusta?

Nos detenemos frente al ascensor.

—¿A quién le va a gustar que le digan cabeza de zanahoria? —Inquiero, con obviedad. Carter se encoge de hombros.

—Bien, entonces te cambiaré el apodo... —Él se lleva la mano a la barbilla, mientras las puertas del ascensor se abren y siento cómo el aire escapa de mis pulmones al ver que está vacío. Cielos. Él y yo. Solos. En un ascensor—. ¿Qué te parece Chucky o Cerecita?

Efímero [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora