01| ¿Lo peor? Esto

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Randy

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Randy

Trabajar.

Como todo en la vida, trabajar conlleva sus ventajas y desventajas.

Entre estas, tenemos como ventajas los pagos. Vamos, todos sabemos que la razón por la que la mayoría trabajamos es por el dinero, para sentirnos vivos de nuevo al tener nuestra billetera llena, aunque sea temporalmente. Los días de pago son mis favoritos, siento cómo mi alma regresa a mi cuerpo.

Y como desventaja principal, están los días pesados, aquellos en los que deseas renunciar de una vez por todas. Y para las personas que son tan perezosas como yo, un día agitado en el trabajo es una verdadera tortura. Sin embargo, por hoy he sobrevivido a eso, ya acabó la hora pico en la que los clientes devoran helados como locos, y la heladería no está llena, solo ocupada por un par de parejas y un grupo de cuatro amigos, todos con su postres en sus manos.

A veces es realmente molesto cuando las personas se desesperan por los helados, no saben hacer una fila decente y se comportan como perros hambrientos. Entiendo que el calor los invite a disfrutar de uno, pero su comportamiento es de locos y me desesperan a mí, el pobre chico detrás del mostrador.

Pero bien, no podría quejarme mucho, ya que mientras más clientes tenga la heladería, mucho más jugoso es mi pago.

Además, mi turno no tarda en terminarse. Y mis amigos saben eso, por lo que frente a mí tengo a mis dos mejores amigos pidiendo unos helados para poder conversar conmigo dentro de mi horario laboral.

—Lo de siempre. —Doy por echo, yendo al congelador de los helados.

Grecia afirma con su cabeza, mi amigo Fernando, en su lugar, me indica que no, agitando su dedo índice. Arqueo una ceja.

—Hoy paso del helado de uva, prefiero uno de chocolate.

—Que raro —digo, mirándolo como si él no fuese él, sino alguien más—. Son cinco dólares ambos helados. —Ambos elevan sus cejas y comparten una mirada cómplice—. ¿Qué pasa? ¿Pensaban que se los iba a regalar por bonitos o qué?

Fernando se ríe.

—No, pero no sabíamos que estaban tan caros, eso va a mandar al hospital a mi billetera.

—Son cinco dólares, no seas tacaño. —Lo señalo con un dedo. Él de inmediato ladea su cabeza y me pone ojos de perro regañado.

—¿No te gustaría hacerle un descuento generoso a tus preciosos y perfectos mejores amigos?

Resoplo, girando mis ojos.

—Tacaños —les reprocho a ambos y me giro para tomar con la cuchara las porciones y dejarlas en los conos de galleta—. Pero solo por esta vez, eh.

Siempre digo lo mismo.

Ambos me regalan sus sonrisas más anchas y reciben sus helados, gustosos. Ellos vienen casi siempre para acá a conversar conmigo cuando no estoy muy ocupado, y cada vez deben pedir un helado para no ser echados por mi jefa. Ella, aunque parezca ruda e intimidante, una vez la conoces, te das cuenta que es demasiado amable y cariñosa.

Efímero [EN PROCESO]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang