Capítulo doce

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Enredó su mano en mi camisa y me empujó con la furia y el deseo latiendo en su mirada, por lo que mordí mis labios ocultando la sonrisa que patinaba en mi rostro.

Me gusta y me enciende a más no poder cada vez que discutimos, pero debía confesar que dejarla sin palabras me generaba gran satisfacción y despertaba esos deseos locos de besarla hasta gastar sus labios.

Subimos al yate en completo silencio y mi mente se llenó de recuerdos del pasado. Recordé cuando navegamos Blair, Holden y yo hasta que fuimos un punto diminuto y muerto en medio de la inmensidad del mar. Ese momento quizá fue el más natural y corriente que tuvimos antes de que la muerte del Sr. Walsh llegara y arrasara con todo a su paso.

Allí me enamoré más de ella si era posible, tal vez se debía a la preciosidad que mostraba su mirada al perderse en el horizonte, luciendo tranquila y riendo por las bromas que salían sin parar de mis labios. Quizás fue la forma en que nuestras miradas hicieron una sublime conexión cuando tuvimos el mismo pensamiento de lanzar a Holden al mar para arrancarle de su cara el malhumor. Quizás estaba tan perdido en su grisácea mirada, que quedé hechizado para siempre en ella.

No todo había sido malo, porque en medio de la guerra, la muerte y la sangre derramada, aún tenía un corazón que latía con fuerza cada vez que mis ojos la veían. Por ella quería ser mejor y no estar en ese mundo de mierda, pero ella viene de una familia arraigada a un solo pensamiento y costumbre, aun así, no es imposible salir de esa vida.

Sin embargo, ella se sujeta de una venganza, y prefiere acabar su vida para cumplirla que ser realmente feliz.

Tomé el mando del yate como en los viejos tiempos y me alejé del puerto lo más que pude y sin salir de los límites para no ser rastreados por la guardia costera. Me detuve en el medio del mar y miré de soslayo a Blair.  Se veía falsamente tranquila, viendo al frente con el ceño fruncido y los hombros tensos. 


—¿Qué planeas haciendo todo esto? —murmuró sin apartar la vista del mar. 

—No estoy planeando nada, a menos que estés esperando algo en concreto —caminé hacia ella y me detuve a su lado.  

—No tengo ganas de discutir contigo —suspiró—. Deberías estar con tu novia y no aquí conmigo. 

Reí, rodeándola y posicionándome detrás de su cuerpo. Se tensó cuando puse mis manos en sus hombros y apreté con suavidad. 

—Tampoco quiero discutir, en realidad, ya me cansé de vivir en guerra contigo habiendo infinidad de cosas interesantes que hacer —realicé masajes con mis dedos hasta desatar la tensión en sus hombros—. Has estado bajo mucha tensión, eso sin contar que tu humor se ha agriado aún más con el paso del tiempo. 

—Ya te dije que no jugaras conmigo, Tanner —siseó en un tono peligroso y amenazante—. No tienes ni la menor idea de lo que estás provocando.  

Me acerqué a su oído, aspirando el aroma suave y dulce de su perfume. Sabía muy bien lo que causaba en ella, pero quería escucharlo de su voz. 

—Dime una cosa, pequeña, ¿qué te estoy provocando? —deslicé mis manos por sus brazos y acerqué mis labios a su cuello—. ¿Temblores? ¿Que tu respiración se agite? ¿Que tu corazón se alborote? ¿Excitación? ¿Amor? ¿Odio? ¿Qué causo exactamente en ti?

Volví a ascender mis manos por sus brazos hasta llegar a su cuello y envolverlo con mis palmas, dándole vuelta a su cuerpo con suma facilidad y sintiendo como se estremecía bajo mi toque. Su mirada entre grisácea y verdosa se oscureció y sus labios me tentaron a probarlos, pero aún no. Necesitaba oírla para dejar todo de lado y hacerla completamente mía, porque una vez lo fuera, no había nadie que pudiera separarnos. 

Más que desearla, más que fundirme con su ser y hacerla olvidar de quien es en mis manos, necesitaba seguridad. La he amado en secreto por muchos años y he fantaseado con su piel infinitas veces, pero no solo se trataba de matar las ganas teniendo sexo. De ser solo eso, hace mucho la hubiese tenido entre mis sábanas. 

—Responde mis preguntas —acerqué su rostro al mío y sus labios se separaron en una suave exhalación—. Dime qué es lo que provoco en ti. 

Me miró fijamente por largos segundos, y sin decir palabra alguna, me tomó de la camisa y unió nuestros labios con fiereza. Me besó con pasión desmedida y yo le correspondí con la misma intensidad, apretando su delgado cuello entre mis manos tras la corriente que me atravesó bajo la piel e hizo que mi corazón latiera con fuerza. 

Nuestro beso no era tierno ni suave, era áspero, rudo y guardaba todo lo que sentíamos por el otro. El choque de nuestras bocas desató más que el fuego entre nosotros y el roce de nuestras lenguas tratando de ganar la batalla enviaba estímulos a nuestras zonas más palpitantes. 

No había dicho una sola palabra, pero con su forma de besarme y de apretarme contra ella me dejaba lo suficientemente en claro todo lo que provocaba en su ser. 

—Te lo dejaré pasar por esta vez, pero la próxima te sacaré las palabras a la mala. 

No dijo nada, en lugar de eso, me quitó la camisa con un rápido movimiento y nuestros labios se volvieron a fundir en una sola boca. Necesidad, deseos contenidos, pasión desmedida, anhelos, furia, ternura, amor, olvido, extrañeza, sueños. Todo se mezclaba a la perfección y ardía en mi piel como si se tratase de una brasa incandescente, pero no era más que su toque salvaje lo que me tenía ardiendo y a punto de tirar la razón a la mierda. 

Sus manos se deslizaron por mi pecho, quemando mi piel a su paso y haciendo que mi corazón latiera con mucha fuerza. Podía sentirlo contra sus tibias palmas y una sonrisa se deslizó entre el beso ardiente que nos mantenía con la cabeza nublada mientras nuestras manos se atrevían a ir más allá.

Descendí mis manos desde su cuello hasta su pecho y apreté con firmeza y suavidad sus senos, arrancándole un fino gemido y que nuestro beso se profundizara con mayor intensidad. Seguí mi camino con mis palmas abiertas por sus costillas y las situé en sus caderas, atrayendo su cuerpo más al mío y apretando justo cuando sus dientes se arrastraron con fuerza en mi labio inferior y mi hombría palpitó contra su vientre bajo. 

—Si no me detienes —murmuré agitado, apretándola con más fuerza contra mi dureza y gimió de nuevo—, no me haré responsable de tu furia después. 

—¿Acaso no puedes callarte ni para coger? —trazó mi pecho con su uña, sonriendo de una manera tan perversa, pero sus palabras fueron como veneno en mi corazón—. Puede que mi estado de ánimo cambie un poco si usas muy bien esto que se siente tan grande y duro —tomó mi erección en su mano y lo apretó con suavidad, haciéndome gemir—. Vamos, Tanner, ¿o caso un poco de presión te hará explotar?

La burla y la excitación que rasgaba su voz me enfureció a iguales proporciones. La tomé del cuello con una mano y estampé su cuerpo contra la pared metálica de la cabina y me apoderé de sus labios con fiereza y rabia, odiándome más a mí por no poder tener el control de mis emociones y sentimientos y mostrárselas a ella para quedar indefenso y sin la posibilidad de sobrevivir. 


  


 


Blair: Serie Walsh #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora