Capítulo veinticinco

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Holden y yo no nos despegamos del hospital ni un solo instante. Él paseaba por la sala o se perdía en sus pensamientos mirando un punto muerto y yo me mantenía con la cabeza entre las manos, observando el suelo mientras mi mente se llenaba de ella; de sus sonrisas maliciosas, mirándome con furia y pasión; de sus labios sobre los míos y cada suspiro que me tragué a gusto al tiempo que la hacía toda mía,.

De nada sirve lamentarnos si esto era una posibilidad, aún así, ¿por qué no le insistí un poco más para que viniera conmigo? ¿Debí amarla más para que me aceptara por encima de sus deseos de vengarse?

Quizás… pero no hay nada que ahora pueda hacer, por más que desee que nada de estoy hubiese sucedido.

Las horas fueron pasando con lentitud, sin recibir noticias de Aedus y Maxwell y tampoco ningún doctor salía a decirnos cómo se encontraba Blair.

—¿Acaso no piensan decirnos ni una mierda? —Holden se sentó a mi lado y expulsó un profundo suspiro.

—Bueno, no es que haga una diferencia si aún no ha despertado —susurré.

El silencio nos envolvió por largos segundos, antes de que su pregunta me hiciera enderezarme y mirarlo.

—¿Realmente amas a mi hermana?

—Sí, la amo —respondí sin titubear—. He estado enamorado de ella por mucho tiempo, quizás no tenga un día claro, pero sí puedo asegurar de que ella es la mujer con la que he deseado tenerlo todo.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? Jamás vi amor en tus ojos hacia ella.

—Porque eres mi mejor amigo y ella es tu melliza. Pensé que te molestarías si te decía la verdad, ya sabes, tú y Blair son tan diferentes y siempre han caminado por distintos senderos. Tú querías tu libertad y paz, y ella quería sangre, venganza y muerte… No podía elegir a alguno de los dos, así que guardé mis sentimientos para mí y decidí seguir mis sueños, esos que compartimos por mucho tiempo cuando éramos adolescentes y nada de esta mierda hacia parte.

Soltó un bufido, pasándose las manos por el cabello.

—No me hubiese molestado, créeme.

—Tuve ese temor y no lo sé, simplemente lo dejamos pasar…

—¿Sucedió algo entre ustedes en la isla? —inquirió y sonreí con tristeza—. Joder.

—Sucedió mucho, pero seguimos en el mismo punto. Le insistí para que viniera conmigo a Estados Unidos, pero ella estaba demasiado empedernida en vengarse primero.

—La venganza le cobró factura —su voz se quebró—. Mi deber era cuidarla y la dejé sola, ahogándose en su rencor.

—Esa fue su elección.

Volvimos a callar y soltó una risita, antes de que empezara a hablar sobre mi relación con Blair y de todas las señales que había pasado por alto, de nuestras constantes peleas por cosas tan insignificantes, recordándome que me gustaba incordiarla para sentirme dichoso con su forma de enfrentarme y de mirarme.

Mi corazón se achicó en mi pecho ante los recuerdos y el hecho de que quizás Blair no sería la misma después de esto. Ninguna mujer merece vivir algo tan aberrante como lo que a ella le hicieron.

—Aunque Blair intente hacerse la fuerte y que nada ha pasado, sé que sufrirá en silencio.

—Nunca la voy a dejar sola —le aseguré—. Nunca más voy a apartarme de su lado…

—Disculpen —una enfermera nos interrumpió—. La chica que trajeron despertó y está intentando marcharse del hospital.

—¿Dónde está?

Nos pusimos de pie y seguimos a toda prisa a la enfermera hasta una habitación, donde Blair luchaba contra varias enfermeras más y el dolor para poder irse.

Mi corazón se levantó del suelo al ver su entereza y siendo ella misma, pero a la vez sentía dolor porque sabía que intentaba irse para hacerles pagar a esos putos italianos lo que le hicieron.

—No puede irse, señorita.

—Me importa una mierda lo que ustedes digan. Si no me dejan ir… —se tambaleó y me apresuré a tomarla entre mis brazos—. Tanner.

Solo bastó que nuestras miradas se conectaran para que todo el dolor fluyera por sus ojos. Estalló en llanto mientras se apretaba a mí y murmuraba cosas intangibles, haciéndome pedazos y terminándome de hundir en el peor de los infiernos.

Mi corazón se volvió a hacer añicos al verla tan frágil, temblorosa y dejando ver todo el dolor que había en su interior e intentaba ocultar tras su fortaleza quebrantada.

La apreté contra mi pecho con suavidad y besé repetidas veces su cabeza, manteniéndome fuerte para ella y tratando de ordenar mis pensamientos. Quería decirle muchas cosas, que allí estaría para sostenerla y nunca dejarla caer, así como también jurarle que nunca más la dejaría sola, pero mi voz no salía.

Observé q una de las enfermeras acercarse con una jeringa y enterrarla en su brazo. En segundos, Blair dejó de llorar para caer profundamente dormida en mis brazos, tan tranquila que pensé que había muerto allí mismo. Pero no era más que un fuerte sedante el que la había rendido a la oscuridad.

La acomodé en la camilla y las enfermeras se encargaron de ella. Su muñeca y su vientre sangraban, por lo que se apresuraron a cambiarle las vendas de su herida y limpiarla, así como de volver a ponerle las intravenosas que se había arrancado. Cuando terminaron pudimos acercarnos y el silencio no hacía más que agudizar el dolor y la impotencia.

—La mantendremos sedada para que no vuelva a intentar escapar y hacerse daño —informó una de ellas antes de salir de la habitación y darnos privacidad.

Su rostro estaba limpio de sangre, por lo que los cortes rojizos iluminaban su blanca piel y arruinaban su perfecta belleza. Sentí furia de que la marcaran de esa forma, no para matarla, porque me quedaba bastante claro que la torturaron por diversión y para demostrar lo que eran capaces de hacer, no para acabar con su vida.

Se veía tan tranquila profundamente dormida, pero sin sosiego ni verdadera paz. Solo era cuestión de tiempo para que volviera a despertar y de nuevo intentara escapar sin importar el estado de su salud.

—Hice una promesa, pero justo ahora estoy muy dispuesto a romperla —dijo Holden, tomando la mano de Blair con delicadeza—. Haré que paguen cada una de sus lágrimas, cada marca que dejaron en su piel y cada golpe que le dieron. Haré que se traguen su sangre por haberle puesto un dedo encima.

—De nada ha servido intentar una nueva vida, si el pasado nos seguirá a donde sea que vayamos. Llegó el momento de quitarnos la mierda de los zapatos —apreté los dientes, pasando de la tristeza a una furia indecible—. Nadie toca a mi mujer y vive para pregonarlo. Por cierto, debes cuidar de Greta, porque si una vez fueron por ella…

—Está bajo protección, Aedus se encargó de ello. Aunque me sentiría más tranquilo si estoy con ella, pero mi hermana ahora me necesita más que nunca y no pienso dejarla hasta que no se levante de esa cama y les haga ver el infierno a esos hijos de perra.

Blair: Serie Walsh #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora