Capítulo treinta y dos

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VENGANZA

...

Maxwell dejó en lo alto el apodo que se había ganado en el mundo bajo, siendo una completa bestia en cada golpe salvaje que dejaba en los cuerpos de los tres hombres.

En cada golpe se liberaba del odio y la furia que lo atenazaba al recordar la muerte de sus padres, de un buen hombre que les había servido fielmente y los había guiado y protegido cada día, y del daño que le habían causado a su hermanita y él no había podido salvar a tiempo.

Se odiaba a sí mismo por haberla dejado sola, porque si él hubiese estado con ella, nada le hubiese pasado. Ahora no podía pensar en nada más que no fuese en matar con sus propias manos a los italianos. Su parte violenta ansiaba destrozarlos de mil formas, pero sabía que no solo eran deseos suyos, sino de todos sus hermanos.

Se detuvo únicamente cuando Holden lo apartó de ellos a juro. Respiraba agitado y sus ojos estaban inyectados en sangre, furioso como un toro enardecido dispuesto a seguir atacando su objetivo. Miró a los hombres que estaban casi inconscientes, chorreando sangre y agua en una muestra de la brutalidad que había ejercido en cada golpe que había dejado.

—Ya —bufó, soltando el tubo a los pies de los hombres—, estoy tranquilo. Pero ya saben, una vez comienzo, no puedo detenerme.

Holden soltó una risita y negó con la cabeza, pasándole un trapo para que se limpiara el rostro y parte de sus brazos que estaban salpicados de sangre.

—No merecen menos, pero todos aquí queremos participar —dijo, haciéndolo sonreír.

—Bueno, tu turno, hermanito —dejó una palmada en su espalda—. Quiero verte en acción, siempre hay algo fascinante en tu forma de torturar.

Holden ignoró las burlas de su hermano mayor y sacó de su bolsillo un pequeño frasco oscuro, a lo que de inmediato los italianos se pusieron a la defensiva y trataron de liberarse en medio de sus quejidos y el dolor que sentían en sus cuerpos.

Los habían golpeado hasta el cansancio, pero aún eran conscientes de la situación en la que se encontraban y que de allí no iban a salir vivos si no hacían algo para escapar. Tenían la esperanza de que su padre llegara y los salvara de la furia de sus enemigos.

—¿Saben qué es el ácido crómico? ¿Han oído hablar de este ácido? —inquirió, pero al no recibir respuesta inmediata, él continuó—: El ácido crómico es un compuesto químico muy oxidante y corrosivo con apariencia en forma de cristales cuya fórmula química es (H2CrO4). El ácido crómico molecular, H2CrO4, tiene mucho en común con el ácido sulfúrico, H2SO4. Ambos se clasifican como ácidos fuertes, aunque sólo el primer protón se pierde fácilmente. El valor del pKa para este equilibrio no es bien conocido. Los valores reportados varían entre alrededor de -0,8 a 1,6. El valor para fuerza iónica nula es difícil de determinar porque la mitad de la disociación se produce sólo en una solución muy ácida, a un pH de cero, es decir, con una concentración de ácido de alrededor de 1 mol/L. Una complicación adicional es que el ion [HCrO4]- tiene una marcada tendencia a dimerizarse, con la pérdida de una molécula de agua, para formar el ion dicromato, [Cr2O7]2-.

—¡Por Dios, Holden, cállate! —ironizó su hermana, queriendo reír de lo que decía—. ¿Estás torturándolos o dándoles una de tus clases?

—Solo les explico algo básico del ácido crómico.

—Supongo —murmuró la chica con visible ironía—, pero no entendemos ni una mierda de lo que dices, así que salta la teoría y ve directo a la práctica.

El aludido viró los ojos y se puso unos guantes que sacó de sus bolsillos. Nadie sabie de donde había sacado aquellos elementos, pero suponían que los había tomado del laboratorio que había construido su padre para él y donde solía hacer prácticas químicas y físicas desde muy temprana edad. 

Blair: Serie Walsh #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora