Capítulo diecinueve

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El timbre del apartamento resonó en mis oídos, sacándome por completo de mi trabajo y haciéndome fruncir el ceño. Me levanté de la silla y sentí dolor en la espalda, así como sentía las piernas entumidas. ¿Por cuánto tiempo estuve trabajando? No lo recordaba, pero debía ser mucho para empezar a sentir las consecuencias de estar bastante tiempo sentado e inmóvil.

Me acerqué a la puerta y observé por la mirilla de quién se trataba. Una sonrisa apareció en mis labios en cuanto vi que se trataba de Jana y traía consigo varias bolsas.

Le abrí de inmediato y su mirada me recorrió de pies a cabeza con el ceño fruncido y una ligera mueca en los labios.

—Te ves fatal —farfulló.

—También me alegra verte, belleza —sonreí, ayudándole con las bolsas—. Adelante.

—No has respondido mis llamadas y tampoco mis mensajes —dijo, entrando al apartamento y cerré la puerta de una patada—. ¿Todo bien?

—He estado ocupado con trabajo, así que no había mirado mi teléfono.

—¿Por tantos días? Te he estado llamando desde hace tres días. Me preocupé, pensé que te había pasado algo.

Sonreí divertido, dejando las bolas encima de la barra de la cocina.

—Estoy en perfectas condiciones, por si te das cuenta.

—Bueno, pues no lo parece. Aunque físicamente no estés herido, tu aspecto y mirada me dicen otra cosa.

La miré por un instante y resoplé. Si he estado trabajando sin parar es para no tener que pensar en Blair, pero no puedo combatir con su recuerdo. No importa lo que haga para tratar de no tenerla en el pensamiento, ella siempre está en mi mente.

—Sabes que puedes confiar en mí y decirme lo que te sucede, ¿no es así? —sonrió con esa dulzura que tanto la caracteriza—. ¿Por qué no me cuentas lo que te sucede? Quizás pueda ayudarte en algo…

—Es Blair —confesé y asintió—. Quisiera ir a buscarla, pero no tengo ni la menor idea si ya regresó a Irlanda.

—¿Quieres regresar a Irlanda?

—Por ella regresaría —confesé—, pero ella sigue aferrada a su venganza, y mientras tanto yo estoy aquí…

—Entonces ve por ella e insiste hasta que entienda, hasta que se rinda a ti y acepte sus sentimientos.

—¿Y si no siente nada por mí? Vamos, puede existir esa posibilidad.

El silencio nos envolvió por largos minutos. Dudas, inseguridades, preguntas sin respuestas; todo empezaba a atacar mi cabeza, y no ayudaba el sabor de sus besos y su intenso calor.

—Sí siente muchas cosas por ti, eso se puede saber en la forma en que te mira, pero lo que dices, ella está centrada en seguir en esa vida y no está pensando en ella y que tú eres su felicidad. Soy fiel creyente de que te dará su amor si insistes un poco más.

—¿Más? —reí sin gracia.

—Tan solo un poco, Tanner. A veces debemos insistir demasiado, incluso hasta el cansancio para conseguir lo que deseamos, ¿no te parece?

—Tienes razón.

—Ve por ella, no lo pienses más —sonrió y empezó a sacar las cajas de comida de las bolsas—. Siéntate, come y cuéntame un poco más sobre Blair. Me parece tan intimidante, rara y fuerte.

—Aunque no lo creas, es todo un caramelito.

—A mí no me lo parece.

Reí, sentándome a su lado y tomando mi caja. Hablamos de mi niñez y mi adolescencia, y no tuve más que confesarle que mi amor por la hermana de mi mejor amigo nació en esos tiempos, cuando éramos demasiado cercanos y pasábamos mucho tiempo juntos.

Con Jana siempre he podido abrir mi corazón sin temor a ser juzgado, tal vez porque ella ve la vida de una forma muy diferente y para todo tiene una razón que justifique un mal proceder. Se ha convertido en mi confidente en los últimos días, como la hermana que nunca tuve y siempre deseé tener.

***

—¿No se supone que es nuestra noche de chicos? —curioseé en cuanto Holden detuvo el auto frente al club nocturno.

—Sí, pero no tiene nada de malo venir al mismo club en el que están las chicas, ¿o sí?

Solté una carcajada, dándole una palmadita en el hombro a mi mejor amigo.

—De haber sabido que serías peor cuando te casaras, te habría alejado de la rubia y su…

—Ni te atrevas a decir una sola palabra de mi esposa, Tanner —amenazó.

Volví a reír y bajamos del auto. Entramos al club en medio de bromas, pero nuestro buen humor desapareció en cuanto Maxwell y Aedus se atravesaron en el medio de nuestro camino, con esa misma seriedad e imponencia que los hace tan parecidos.

¿Qué hacen ellos aquí? No me extrañaba de ver a Maxwell, de hecho, pensé que vendría incluso antes, pero que Aedus se atreviera a salir de la isla era algo que solo podía pronosticar catástrofes, tormentas y mucho caos.

Holden se tensó a mi lado y mi corazón se agitó, buscando a la tercera de los Walsh, pero no había rastro de Blair. Me sentí decepcionado por un instante al no verla con ellos.

—¿Qué haces aquí? —inquirió Holden, específicamente a Aedus, con la mandíbula tensa y el ceño endurecido—. Pensé que Maxwell estaba solo o con Blair, no contigo.

—Tenemos que hablar, Hol —Maxwell se interpuso entre sus hermanos y entendí a la perfección que no quería que hiciera parte de su conversación.

Le di una breve mirada a Holden y, luego de que asintiera, me acerqué a la mesa donde las chicas estaban riendo y hablando entre sí, alerta de cualquier movimiento inusual. Si algo sucedía, sabía que Holden lo único que esperaba de mí era que protegiera a su esposa.

Protegería a las  chicas sin necesidad de que me lo pidieran. Tanto Greta como Jana son demasiado buenas y son inocentes en este mundo en el que se vieron envueltas por azares del destino.

Me mantuve con ellas hasta que Holden se acercó, con una expresión seria y demasiado inusual en él. Tenía el presentimiento de que algo muy malo había sucedido, y lo confirmé cuando lo vi sumergirse en los brazos de su esposa y salir minutos después tomadas de las manos.

—Esos dos no pueden estar un par de segundos lejos —Jana bromeó pese a estar tensa y mirar a los lados con el ceño fruncido—. Qué lindo que es el amor, ¿no?

—Te diré si es lindo o no cuando me enamore —respondió Vera, la directora de la universidad en la que trabajaba mi amigo y su esposa, y soltó una risita—. ¿Alguna vez te has enamorado, Tanner?

—No.

—Y decías amarme, ¿eh?

La mirada que Jana me lanzó me relajó un poco los hombros, pero no podía dejar de sentir que algo no estaba bien. Sentía que nos estaban poniendo bajo la mira y, después de lo que sucedió en la boda de Holden, volvía a sentir miedo.

Miré a mis alrededores con cautela y debía admitir que ver a Maxwell vigilando de cerca, pero a la vez distante me tranquilizó un poco. Le hice un leve movimiento con la cabeza y respondió con un toque en el reloj de su muñeca, así que me excusé y salí en busca de Greta y Holden.

No quería dejar sola a Jana y jamás la pondría en riesgo sabiendo que los enemigos estaban cerca, pero Maxwell estaba entre la multitud cuidándola.

Encontré a la pareja en el auto, sumidos en un beso que no dejaba cabida para malos pensamientos antes de que se separaran y se abrazaran.

Me acerqué a ellos y golpeé la ventanilla del lado del copiloto, llamando la atención de ambos. Holden bajo seguido de su esposa y me miró por unos instantes sin decir palabra alguna. Ese mal presentimiento se afincó aún más en mi pecho. Su mirada era un mar de caos y preocupación.

—¿Qué sucede? —pregunté con calma y Holden pasó saliva.

—Blair, ella… —le costaba hablar mientras sentía que sujetaban mi corazón con una fuerza avasallante—. Desapareció. Maxwell le perdió la pista y ella no se ha comunicado.

Mi corazón estalló en mi pecho y en lo único que pude pensar fue en encontrarla antes de que lo hicieron sus enemigos y el final fuese catastrófico.

Blair: Serie Walsh #2Where stories live. Discover now