Capítulo veintiuno

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El menor de los Berone me sostuvo la cara con la mano y, aunque apreté la mandíbula para que el mayor no pusiera su miembro en mi boca, me soltó una fuerte bofetada que me hizo aflojar. La intromisión en mi boca fue ruda y profunda, apenas si me permitía tomar un poco de aliento entre cada embiste rápido y violento que daba. Sus manos se afianzaron a mi cabello y las usaba como soporte para ir con mayor velocidad y rudeza.

Daba arcadas y hacía el intento de morderlo, pero su golpes en mi cabeza más esa fuerza con la que entraba en mi boca me mantenía a su total mereced. De mis ojos se deslizaban lágrimas y el aire escaseaba en mis pulmones, pero en lo único que podía pensar era en la una y mil formas en que los mataría a cada uno cuando tuviera la oportunidad.

Estaba allí y sentía el dolor en mi interior, pero me había ausentado hasta el punto de no sentir nada más que furia y odio. No importaba si me golpeaba uno de ellos mientras los otros se mofaban de estar dentro de mí.

Los mataría de una manera muy lenta y placentera, y no veía el momento de tener sus sangre manchando mis manos.

Hasta el último minuto mantuve mi entereza pese a que sentía dolor en el cuerpo, pero, en cuanto los tres hermanos se fueron de la habitación en la que estaba encerrada, me hice un ovillo en el suelo. Aunque me habían soltado para hacer de mí todo lo que quisieron, no tenía fuerza alguna para ponerme en pie y buscar la manera de salir de allí.

Me sentía sucia y que mi alma aclamaba tanta sangre como dolor. Estaba desnuda en medio de la habitación y el frío que sentía calar por mi piel y se concentraba en mis huesos no era más fuerte que mi sed de venganza. Por primera vez en mi vida me sentía ruin y miserable, pero no podía darme el lujo de quedarme allí llorando y quejándome por lo que me hicieron, porque de alguna manera iba a salir y hacerle pagar por haberse cruzado en el camino de un Walsh.

Quizá ese era su momento y ya se divirtieron lo suficiente, pero cuando llegara el mío haría que pagaran por todo; la muerte de mis padres, el atentando de Holden y esto. Pagarán por atreverse a poner sus asquerosas manos en mi cuerpo. Esos hijos de perra no tenían ni la menor idea del infierno que acababan de desatar.

Me levanté del suelo como pude y cubrí mi desnudez con una manta sucia que estaba tirada en el suelo, soportando el dolor que sentía en mis partes intimas y en general en todo mi cuerpo. Recorrí la habitación y, como no había ventanas ni ningún otro objeto que pudiese serme útil para escapar, me agaché a recoger el pantalón que estaba hecho pedazos junto a la silla y saqué el chip que tenía en el interior del bolsillo oculto.

Lo apreté en mi mano soltando un suspiro, ahora era cuestión de tiempo para que Tanner supiera donde estaba, pero la idea de que se enterara de lo que me habían hecho esos hijos de perra me generaba repulsión.

Podía no quebrarme, pero eso no quería decir que me sintiera destruida por dentro. Podía ocultar demasiado bien mi sentir al mundo, si mi padre jamás nos permitió exteriorizar lo que realmente sentíamos, no obstante, en ese instante necesitaba de un fuerte abrazo y de un calor que podría llegar a rechazarme.

Me aferré al chip con fuerza y cerré los ojos al sentir una punzada de dolor en la cabeza. Mientras me violaban no sentía más que furia y odio corriendo por mis venas, y ahora que el frío se apoderaba de mi ser, podía sentir con mayor agudeza las marcas y los golpes que dejaron en mi cuerpo.

Me senté en un rincón de la habitación, sosteniéndome con fuerza del chip y el cansancio empezó a vencerme. No quería perderme en la inconsciencia y ser un blanco fácil, pero me sentía tan débil que no pude evitar caerme y golpearme la parte izquierda de la cabeza en un ruido sordo antes de que la oscuridad me sumiera por completo...

TANNER

—Eres uno de los mejores hackers que hay en este puto mundo. Tú eres el único que puede encontrar a Blair —mencionó Maxwell, demasiado tenso a mi lado—. ¿Por qué tardas tanto en encontrarla, joder?

Ignoré sus quejas y seguí buscando, pero el sistema me arrojaba la misma localización por donde fuese que tratara de infiltrarme. Ese era su sistema de seguridad programado para que ninguna de las propiedades fuese descubierta tan fácilmente. Pero toda red tiene una falla y es por allí que estaba buscando entrar, sin embargo, me estaba tomando más tiempo del que había supuesto.

Cada segundo y cada día que pasaba y no daba con Blair era un puñal en mi pecho. La desesperación por encontrarla me nublaba la razón y me hacía caer en el mismo punto muerto.

—¡Maldita sea! —golpeé la mesa y la acidez en mi pecho se hacía más intenso.

—Estás demasiado alterado y estás perdiendo la objetividad. Concéntrate.

Holden no estaba mejor que Maxwell, Aedus o yo. Su mirada estaba cargada de preocupación y oscuridad. Cada parte de su cuerpo tenso demostraba lo mucho que se estaba conteniendo para no cometer una locura. Desde que llegamos a Italia el viejo Holden estaba de vuelta y no sentía un poco de remordimiento por ansiar sangre y muerte.

Y lo entendía, en ese momento no me importaba la promesa que habíamos hecho, mi única prioridad era encontrarla y matar a quien se atrevió a ponerle un dedo encima.

—Toma —Aedus me pasó un botella de güisqui —Necesitas relajarte un segundo, porque llevas días en el mismo punto sin conseguir nada.

—No necesito relajarme ni mucho menos beber eso —gruñí, volviendo la vista a las pantallas tratando de encontrar lo que estaba pasando por alto—. Lo que yo necesito es encontrarla antes de que...

La opresión en el pecho se intensificó y el silencio después de aquella declaración sin completar nos tensó aun más. Nadie lo quería ni imaginar, pero aquello era una posibilidad que no podíamos pasar por alto, teniendo en cuenta que sus padres y el mío habían sido asesinados por ellos.

La sed de venganza que creí que ya no sentía se avivó con fuerza en mi interior. No podía pensar en nada objetivo ni en nada de lo que había hablado con Holden, simplemente no podía hacer como si nada estuviese pasando y dejarlos vivir mientras me arrebatan a la mujer que más amaba en el mundo. Esta vez no permitiría que asesinaran a alguien importante para mí.

Saqué el collar que tenía en el bolsillo y maldije pensando que hace mucho la hubiéramos encontrado si no se hubiera quitado el collar.

—Te voy a encontrar, pequeña diabla —susurré y volví toda mi atención a las pantallas, pero el toque de Holden en mi hombro me hizo mirarlo.

Esa mirada tan parecida a la suya me terminó de hundir el corazón. No podía mirar a la cara a mi mejor amigo porque de alguna manera me sentía culpable de que la atraparan. Si me hubiese quedado con ella nada de esto hubiera pasado.

—Lo siento —dije y su ceño se frunció—. Pero la encontraré, te lo juro que lo haré.

—Sé que lo harás, confío en ti —respondió con serenidad fingida—. Pero Aedus tiene razón, necesitas relajarte un poco.

—No puedo perder tiempo, Holden. Si a ella le sucede algo... —el nudo que se formó en mi garganta fue tan intenso que tuve que tragar varias veces para poder seguir hablando—. Entiende que no puedo quedarme de brazos cruzados cuando la mujer que he amado por largos años está en manos de esos hijos de puta. No puedo relajarme ni esperar, porque ellos no van a darle tregua a siquiera respirar para matarla.

Mi confesión lo tomó por sorpresa y quiso decirme algo, pero mi teléfono y mis dos computadoras personales empezaron a emitir pitidos cada vez más fuertes. Me apresuré a llegar a ellas y mi corazón estalló en mi pecho al ver que se trataba del localizador que había puesto en el collar y no me había dado cuenta de que ya no lo tenía.

—La tenemos —informé y Aedus empezó a dar ordenes para irrumpir en el lugar en el que la tenían.

Si activó el localizador es porque aún estaba con vida y eso nos tranquilizó lo suficiente, pero no bajamos la guardia y nos apresuramos a salir de la bodega.  

Blair: Serie Walsh #2Where stories live. Discover now