Capítulo treinta y tres

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Blair observó a uno de los Berone agonizando en su muerte y la satisfacción empezó a extenderse en su pecho; calmo, placentero.

El hombre estaba prácticamente muerto, respiraba pesado y se movía muy poco. Así que ella tomó una de sus cuchillas y se agachó con precaución, girándole el rostro con la afiliada hoja para que esté la mirara directamente a los ojos.

—¿Sabes cuál es la única diferencia entre ustedes y nosotros, pedazo de mierda? —inquirió con una sonrisa retorcida en sus labios—. Que a diferencia suya, yo sí me encargaré de que no queden ni sus asquerosas cenizas.

El hombre parpadeó apenas perceptible, antes de que la chica le arrebatara la vida de manera lenta y dolorosa, cortando cada parte de su cuerpo con una pasmosidad agonizante, empezando desde zonas estratégicas que eran muy dolorosas, pero que no le daban una muerte instantánea.

Los quejidos que rezumaban en el lugar se pasmaron una vez Blair terminó de descuartizar el cuerpo y tiró las partes grotescamente cortadas y sangrantes a los pies de los otros dos hombres que habían sido testigos de la cruel muerte de uno de los suyos.

El pasmo y el dolor estaban reflejados en sus rostros, aún así, no se atrevían a decir ni una palabra. Tenían la esperanza de que su padre los rescatara y acabara con la vida de todos los que se habían atrevido a tocarlos, pero los minutos pasaban y solo podían pensar en que pronto tendrían el mismo fin que su hermano.

—Grave error no haberse asegurado que estaba bien muerta —les dijo la mujer, cubierta de sangre y con una brillo oscuro en su mirada que los aminaló por completo—. Si tientas al diablo, no esperes que este te dé amor.

De inmediato Tanner y Holden bajaron al siguiente hombre y lo tendieron en el suelo. Al igual que al anterior, lo torturaron hasta que la satisfacción les llenó el pecho y fue Blair quien le arrebató la vida, cortando su cuerpo de manera agresiva y sádica, sacando todo su odio y rencor en cortes descuidados, haciendo crujir sus huesos en cada golpe seco que dejaba.

El último de los hermanos en conocer la muerte, se llevó el mismo trato, siendo torturado hasta el cansancio, quemado por un ácido que no le permitió respirar y lo hizo sangrar de dolor, y mutilado de la peor de las formas, como si no fuera nadie en la vida.

Cada uno de los Walsh liberó el rencor que había en sus corazones, saldando la muerte de sus padres y cumpliendo su palabra de vengarlos, pero aún les quedaba la cabeza mayor de los Berone, sin embargo, sabiendo que sus hijos habían muerto sería mucho más fácil llegar a él.

El silencio entre los hermanos se extendió por largos minutos en los que se dedicaron a observar los cuerpos hechos pedazos en el suelo, viendo la sangre correr a sus pies y manchar sus zapatos.

Tanner se acercó a su mejor y le limpió la sangre que le cubría el rostro y las manos, antes de abrazarla y llevarla con él a la casa mientras que el resto se encargaban de lo que había quedado de los hombres.

El silencio envolvió a la pareja por largos minutos, en los que Tanner se dedicó a acariciar a su novia y besarle la frente. Él igual se sentía libre y que ahora sí podían ser felices juntos, pero quería saber lo que ella pensaba y estaba sintiendo en ese momento.

Una vez en la casa, la llevó hasta la habitación y la desnudó para ayudarla a bañar. El silencio que ella mantenía lo tenía ansioso, pero esperaba pacientemente que ella dijera algo. No importaba lo que fuera, pero necesitaba que ella dijera una palabra, algo que lo hiciera enojar, reír o llorar. Mi que fuera.

La adentró a la ducha y se apresuró a quitarse la ropa para hacerle compañía. El agua empapó sus cuerpos y Blair cerró los ojos, dejándose limpiar por el hombre que amaba y dejando que el agua y el jabón se llevara la sucia sangre de la que se había manchado mientras sacaba el dolor y el rencor que la corroía.

En ese momento se sentía tan libre, llena de paz, como si acabara de volver a nacer y estuviera muy dispuesta a disfrutar de su vida, de amar, de sonreír, de conocer todo aquello que su hermano le había hablado y sus padres le habían dicho que era una debilidad. Estaba segura de estar junto al hombre que la sostenía y la miraba con el mayor de los amores, con una devoción que hasta ahora ella podía ver porque siempre se negó a su sentir.

Y sentir ese amor al que tanto se había negado, estaba resultando ser una fuerza imparable e inquebrantable y no una debilidad como su padre se lo había asegurado en más de una ocasión.

—Todo acabó —susurró, apoyando el rostro en el pecho de su novio y este no tardó en apretarla con más fuerza y rozar sus caderas con sus manos.

—Sí, y lo nuestro al fin comienza —le respondió él y ella levantó el rostro—. Espero estés lista para todo lo que tengo para darte, mi amor.

—Lo estoy —le sonrió, antes de ponerse de puntas y darle un beso largo y apasionado.

—Blair —apoyó su frente en la de ella y sonrió, con el corazón latiendo demasiado fuerte y rápido en su pecho—, ¿alguna vez, no importa si es en unos años, quisieras casarte conmigo? Soy consciente de que hasta ahora empezamos nuestra relación y que llevamos muy poco, pero yo sí estoy seguro de que eres la mujer con la que deseo estar por el resto de mis días.

Blair sonrió emocionada y lo besó con fuerza y amor, enredando los dedos en sus cabellos húmedos, dejándole claro en un solo beso todo lo que ella sentía por él, pero para Tanner, aunque el beso lo había dejado sin aliento y con ganas de tomarla allí mismo, necesitaba escuchar una respuesta.

—Por supuesto que me casaría contigo de ser posible hoy mismo. Te amo, Tanner, y lo que más deseo es estar a tu lado hasta el fin de nuestra vida, pero quiero conocer y disfrutar de nuestra relación. Quiero hacer todas esas cosas que hizo Holden con Greta, vivir nuestro noviazgo y sorprenderme y enamorarme aún más cuando me pidas oficialmente y de rodillas que sea tu esposa.

Tanner cerró la llave del agua y se arrodilló en la ducha, dejando un suave beso en el abdomen de la chica y apoyando las manos en sus caderas. Blair se mordió los labios al sentirse deseada y amada en su mirada y supo allí mismo la intención de su novio, pues esa sonrisa tan perversa la conocía muy bien.

—¿Quieres ser mi esposa, Srta. Walsh?

—Sí, sí quiero ser tu esposa, mi amor.

El hombre sonrió aún más grande y aprisionó a su novia contra los azulejos, abriendo sus piernas y acercando su rostro a su intimidad.

—¿Podrías repetir tu respuesta? No la escuché —murmuró, hundiéndose en medio de sus piernas y arrebatándole un gemido en cuanto su boca hizo contacto con su sexo—. Repite de nuevo tu respuesta.

—Quiero casarme contigo —Blair se arqueó y se sujetó de sus cabellos, inmersa en el placer de la boca de su amante—. Seré tu esposa...

Lo siguiente que se escuchó en la ducha fueron gemidos y suspiros profundos, así como maldiciones y palabras cargadas de amor. Tanner ansiaba someterla, necesitaba sentirla una vez más y asegurarse piel a piel que era solo suya, pero aún estaba en recuperación y temía hacerle daño, así que se dedicó a darle placer con su boca y sus dedos hasta hacerla explotar, jurando un amor que iba más allá de lo ambiguo y lo real.

Blair: Serie Walsh #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora