Capítulo treinta

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Blair

Holden, Tanner y yo jugábamos una partida de póker en la sala de estar. Los días que han transcurrido se han vuelto cada vez más aburridos y estresantes de estar en esta casa, pero he de confesar que Tanner hace todo lo posible para hacerme sentir bien, para hacerme sonreír incluso para hacer que mi corazón se altere en mi pecho.

Nuestra relación no comenzó de la mejor manera, sin embargo, hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance para que los malos pensamientos no nos dominen. Vivo en una lucha constante con mi propia mente y esos recuerdos desagradables que no quiere desechar. Y aunque Tanner no ha mencionado con respecto a mi secuestro y la tortura que viví, sé que también ese suceso roda su mente.

Sacudí la cabeza con fuerza ante la ola de pensamientos que me dominaron de repente antes de que me llevaran a un lugar oscuro del cual después no podría escapar.

—¿No piensas volver a casa con tu esposa? —le pregunté a mi hermano para no dejarme dominar por esos malos recuerdos.

—Esas preguntas no se hacen, caramelito.

—Entonces deberías irte ahora mismo. Ha pasado más de un mes y sigues aquí. No sé, es probable que encuentres grandes sorpresas, ya sabes, una ausencia tan larga como la tuya y…

—Greta jamás me traicionaría —sacudió la cabeza con fuerza—. Eso jamás, y tú lo sabes bien, Tanner.

—Bueno, solo digo que puedes encontrarte con sorpresas. Es decir, es que ha pasado más de un mes.

—No incordies, Tanner. Confío plenamente en mi esposa —una pequeña sonrisa apareció en sus labios—. No veo la hora de volver a casa con ella.

Ahora que mi relación es un hecho, ya no siento envidia de mi hermano. A mi lado está el hombre que amo y cada noche me asegura entre sus fuertes brazos. Aunque no ha pasado nada entre nosotros y él tampoco ha hecho el intento de ir más allá, para mí es suficiente poder descansar sobre su pecho y escuchar el latido intranquilo y poderoso de su corazón.

—Quisiera hacerles una pregunta —Holden tiró su carta y Tanner y yo lo miramos al tiempo—. Tengo curiosidad, pero también quiero saber qué va a pasar. No es fácil hablar de esto, pero una vez acabe, ¿qué tienen planeado? ¿Van a quedarse en Irlanda o van a irse a otro lugar? Los apoyaré sin importar a dónde vayan.

—Bueno, aún no hemos hablado bien de eso…

—Quiero irme lo más lejos de aquí —les aseguré, atrayendo sus miradas—. No voy a seguir en el negocio.

—¿Te gustaría vivir conmigo? —inquirió Tanner con una sonrisa vacilante en sus labios—. Mi apartamento es grande, tiene una habitación extra y…

—¿Entonces con quién más viviría, idiota?

Tiró las cartas sobre la mesa y se acercó de un salto a mí. Tomó mi rostro entre sus manos y estampó un delicioso beso en mis labios que me sacó un suspiro.

—Quería proponerlo de otra forma, pero siempre tiene que existir alguien que lo joda antes —volvió a besarme, pero la risa de Holden nos hizo detener.

—Nunca los imaginé juntos, pero se ven bien.

Sonreí y Tanner se sentó a mi lado. Apoyé la cabeza en su pecho y el silencio que se formó entre los tres fue tan cómodo y tranquilo. Pese a todo lo malo que había ocurrido, estaba feliz de estar de nuevo con ellos.

—Voy a llamar a mi esposa.

Holden se puso de pie, pero no alcanzó a dar dos pasos cuando se escuchó el ruido de un avión, algo que no era común ya que ninguna ruta cruzaba por este lado sin que nosotros primero diéramos la autorización.

Nos pusimos en alerta y salimos de la casa, solo para darnos cuenta de que era uno de los aviones de nuestra familia.

Aedus y Maxwell habían regresado, y para que estuvieran de vuelta tan pronto y sin darnos aviso, era porque habían conseguido atrapar al resto de los Berone.

Desde la entrada vi como la avioneta hacia el descenso en la pista. Tardarían en arribar a la isla, pero no sabía si era el tiempo justo para tranquilizar mi ser. Mi corazón latía con mucha fuerza y la sangre que corría por mis venas la podía sentir caliente.

Entré a la casa y subí a mi habitación lo más rápido que pude, escuchando pasos a mi espalda y la voz de Tanner resonar en mis oídos.

Tan pronto abrí la puerta, empecé a desvestirme. Al fin, luego de lo que pareció toda una eternidad, llegó mi momento y tenía que estar serena y con la cabeza en lo alto en cuanto tuviera a esos hijos de perra ante mí.

Me puse un pantalón negro y una blusa del mismo color, repasando todo lo que ellos me habían hecho.

Nos costó tiempo, la muerte de muchos de nuestros hombres, casi la vida de mi hermano y la mía, pero no íbamos a descansar hasta atraparlos. Pagarían por todo, por querer ser mejores que nosotros y por querer destruirnos.

Creyeron que los Walsh eran débiles, pero lo que no sabían era que estábamos guardando nuestros verdadero poder para cuando llegara el momento adecuado.

Y hoy era el día, y el infierno que les haríamos conocer sería poco para ellos.

—Mi amor —Tanner me detuvo antes de que pudiera ponerme las botas—. Prométeme que nos iremos una vez acabe toda esta mierda.

—Te lo prometo —lo tomé del rostro y lo besé con suavidad—. Solo necesito cerrar este ciclo para siempre para empezar una nueva vida a tu lado. Te amo, y por ti es que quiero ser mejor.

—Ya eres lo mejor, mi preciosa diabla —profundizó un beso lento y apasionado hasta que nuestros pulmones exigieron un poco de aire.

Me puse mis botas y preparé todo lo que necesitaba para atender a los italianos; entre cuchillas y armas, antes de bajar y unirnos a Holden que estaba dándole órdenes a nuestros hombres para que tuviesen lista la bodega.

Todavía no podía hacer grandes esfuerzos por la herida en mi vientre, así que nos dirigimos a las bodegas en el auto hasta ellas.

El tiempo estaba feo, el cielo estaba oscuro y estaba haciendo bastante frío. El mar estaba tan inquieto que me preocupó un momento que no pudiesen atravesarlo desde la pista hasta la isla. O solo era mi ansiedad de despellejarlos vivos que me estaba haciendo pensar demasiado y escenarios que no debía.

Tanner me abrazó por detrás y hundió el rostro en mi cuello, dejando un suave beso en mi hombro.

—Tranquila —susurró—. Ahora están bajo nuestro poder y vamos a darles una muerte lenta y placentera.

Sabía que era difícil para él y Holden volver a tener que mancharse las manos de sangre, pero había algo diferente en sus miradas. No había rastro de arrepentimiento ni de remordimiento. Ellos estaban tan deseos como yo de acabar definitivamente con esos perros italianos que nos declararon la guerra cuando nos traicionaron y asesinaron a nuestra madre.

Blair: Serie Walsh #2Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin