Capítulo veintidós

225 42 9
                                    

BLAIR

Abrí los ojos intentando levantar la cabeza, pero la pesadez no me permitía más que emitir leves murmuraciones y moverme con lentitud. No sé cuánto tiempo había estado inconsciente, pero fue suficiente para que esos malditos italianos se tomaran el tiempo de amarrarme.

Moví la cabeza a un lado y me percaté de que todo seguía igual; la misma oscuridad, el mismo frío calando mi ser, la misma silla a pocos centímetros de mí y mi ropa hecha trizas desperdigada por el suelo. Miré mi cuerpo y apreté los puños con fuerza al ver que seguía desnuda y la sangre se mezclaba con la suciedad de mi cuerpo y el agua.

Estaba colgada del techo y los brazos me dolían tanto como las muñecas debido a la fuerza con que las sogas apretaban mi piel. Apenas podía mantener los ojos abiertos y enfocar los hombres que estaban a mi alrededor, hablando entre sí y riendo.

—Despertaste justo a tiempo —algún objeto duro y rígido levantó mi rostro y me encontré con la mirada de Renzo—. Sería decepcionante si no durabas más que tu madre.

Lo miré con el mayor de los odios y su sonrisa se hizo más grande.

—Queríamos extender nuestra diversión por mucho tiempo, ya sabes, saber hasta qué punto podías soportar, pero en vista de que revelaste tu ubicación, tu muerte será más rápida.

—Pero eso no quiere que no vaya a ser dolorosa —se burló Salvatore, y sentí que mis piernas se abrían de par en par—. Lo jodiste, Walsh, pero de igual manera aun tenemos algo de tiempo para divertirnos un poco más contigo y este cuerpo del infierno que posees.

—Podríamos decir que hasta por el culo le dimos a los Walsh.

Sus carcajadas resonaron en mis oídos poco antes de que el primer golpe me hiciera contener la respiración y cerrar los ojos con fuerza. Mordí mis labios hasta hacerlos sangrar y traté de guiar mis pensamientos a otro lugar que no fuese el dolor. No les iba a dar el gusto de escucharme suplicar. Jamás permitiría que se mofaran con mi sufrimiento.

Iba a morir, estaba bien, pero no suplicaría por mi vida porque mi padre nos enseñó que debíamos mantener la cabeza en lo alto incluso si era nuestro último suspiro. Y, aunque mi padre nos crio de una manera que mi madre no estaba de acuerdo, tenía razón y no pensaba dejar el honor de los Walsh por el suelo.

El segundo golpe fue seco y aun más fuerte en mi espalda, por lo que contraje cada uno de los músculos de mi cuerpo y enterré con más fuerza mis dientes en mi carne, tratando de soportar todo el dolor que podía, pero cada golpe estaba quebrantando mi voluntad a paso lento y agonizante.

Para no sentir dolor y mantenerme en pie pese a que cada golpe hacía que las luces se me fueron por escasos segundos, pensé en la felicidad de mi mellizo. Compartí todo con Holden desde mucho antes de nacer y sabiendo que era feliz junto a su esposa era más que suficiente para mí. Estaba orgullosa de él y de que hubiera tomado la valentía de pensar en él y de hacer su vida muy lejos de un mundo infernal.

Maxwell, aunque se ha negado por mucho tiempo a buscar aquello que lo hiciera verdaderamente feliz, pensaba en que había encontrado la detonación de su locura con aquella bolita que me hacía sentir celos. Pero parecía que ella era un más que gusto para él, al menos eso fue lo que entendí cuando lo descubrí viendo una foto bastante sugerente de ella.

El que más me hacía aferrarme a la vida era mi hermano mayor. Su amargura, su soledad y sus ganas de no vivir eran las mismas que yo tenía de amar. No podía morir sin saber que mis hermanos eran infelices, enjaulados en un mundo que resultaba difícil de escapar. Holden logró salir, pero nuestro origen siempre lo perseguirá a donde quiera que vaya.

—¡Vamos, maldita perra, no es divertido si no suplicas por tu insignificante vida! —rugió una voz distorsionada y lejana, dejando un golpe más en vientre que me hizo soltar el aire y quejarme en apenas en un murmullo.

Sentí el sabor metálico de la sangre en mi paladar y me aferré a una mirada vibrante y que hacía que mi corazón se descontrolara en cuanto lo tenía cerca. No recordaba el instante en el que Tanner se adentró tanto en mi pecho, pero sí lograba recordar todo lo que vivimos juntos de que éramos tan solo unos niños.

Sus atenciones, sus sonrisas, sus bromas, sus miradas, su forma de cuidarme cuando cometía alguna brutalidad que me expusiera al peligro. Esa cercanía que tuvimos a los quince años y mi corazón latió tan fuerte como diferente. Cuando me confesó su amor en el muelle antes de marcharse y esos besos que quedaron tatuados en mi piel.

Sus brazos eran mi lugar cálido y predilecto para sentirme en calma, así que me dejé arrastrar por esa sensación de abrigo y calidez. El dolor dejó de existir y, en lugar de estar colgando y siendo masacrada por tres hombres a la vez, sus brazos alrededor de mi cuero mientras me susurraba lo mucho que me amaba hizo que soltara las primeras lágrimas.

Quería acabar con mis propias manos a nuestros enemigos, no solo por vengar la muerte de mis padres, sino también para no volver a sentir angustia en mi corazón cuando casi me arrebatan a mi mitad de mi lado. Pero no pude lograr más que exponerme demasiado y perderlo todo.

—Un Walsh menos y nos quedan tres —oí a lo lejos y sentí como mis entrañas eran atravesadas y perdía las pocas fuerzas que tenía ante la presión—. Y todo indica que pronto te harán compañía en el más allá, hija de perra.

Siempre me pregunté si sería posible tener r una vida normal junto a Tanner, y me acabo de dar cuenta de que perdí la única oportunidad que tenía en la vida. El consuelo no sirve de nada ahora que me siento tan adormecida, si nuestra historia ni siquiera tuvo un comienzo antes de que llegara el fin...

Blair: Serie Walsh #2Where stories live. Discover now