Capítulo treinta y cinco

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—¿Qué te parece? —preguntó Tanner, abrazándome desde atrás y dejando un suave beso en mi cuello—. ¿Te gusta?

—Me encanta —dije, sonriendo—. Es perfecto.

El apartamento de Tanner era uno diferente al que vivía antes y, aunque nunca entré al lugar, podía imaginarme cómo lucia basándome en su fachada. Este, por supuesto, era demasiado espacioso para alguien que vivía solo. La sala es amplia y muy Tanner, con esos colores tan vivos que resaltan, una pantalla gigante que abarca toda la pared y un sofá igual de amplio. Aunque la cocina tiene una barra, a un lado hay un comedor de seis puestos. El pasillo que dirige a las habitaciones es amplio y me da la impresión de que hay más de dos habitaciones en el lugar. Hay tantas decoraciones que no puedo evitar reír, pero lo que más llamó mi atención es la fotografía de sus padres y una de nosotros con Holden cuando éramos tan solo unos adolescentes.

Sonreí, acercándome a la fotografía donde yo estaba en el medio de ellos, siendo abrazada por los dos. En ese tiempo mi enamoramiento por Tanner estaba en su etapa más fuerte, donde sentía tanto por él que me era imposible hablar de sentimientos que me confundían y me hacían vivir una constante ilusión y desilusión.

—Sigues tan preciosa, mi amor. Incluso puedo decir con toda la sinceridad de este jodido mundo que ahora estás mucho más sexi y bella que en ese entonces. Tus tetas crecieron y tu culo, déjame decirte, que está mucho más relleno...

—No seas idiota —siseé, haciéndolo reír—. Tú sigues igual, solo que ahora estás lleno de plomo y con bastantes músculos.

Soltó una carcajada, abrazándome desde atrás y dejando su barbilla en mi hombro. Sus manos, traviesas como de costumbre, se perdieron bajo mi blusa, acariciando con suavidad mi vientre y dejando círculos suaves en mi ombligo.

—Sería lindo un hijo nuestro, ¿no crees? —dijo de repente, extendiendo sus palmas en mi estómago—. ¿Te gustaría tener hijos algún día?

Su pregunta me tomó por sorpresa, por lo que guardé silencio, pensando en qué responderle. Ciertamente jamás me vi como madre, pero ahora que las cosas han cambiado, quizás pueda reconsiderar aquella idea.

—No lo sé... Es decir, jamás tuve ese sueño de casarme y tener hijos. Pero ahora todo ha cambiado.

—¿Y qué ha cambiado?

—El hecho de que ahora estamos juntos —respondí con sinceridad, ganándome un beso en el cuello—. Pero debo ser muy sincera contigo, mi amor, en este momento solo puedo pensar en mí y en ti, en disfrutar de nuestra relación, en conocer lo que hay en este mundo y es desconocido para mí, en amarte sin reservas. Quizás con el tiempo, no lo sé, pero quizás llegue ese momento en el que queramos formar una familia.

—¿Y estarías dispuesta a formar una familia conmigo? Porque yo sí. No me lo estás preguntando, pero yo sí lo quiero todo y más contigo.

—Por supuesto que estoy muy dispuesta a todo contigo, Tanner —me giré en sus brazos y lo abracé por el cuello, acercando mis labios a los suyos sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos—. Deberías saber que si estoy aquí contigo es porque mi sueño se ha hecho una realidad.

—¿Puedo saber cuál es tu sueño? —inquirió, rozando nuestros labios y ubicando sus manos en mi trasero.

—¿Por qué me estás atacando a preguntas? —reí, dejando un suave beso en sus labios—. Tú, tú siempre has sido mi único y más grande sueño. Te amo tanto, Tanner.

—Y yo a ti, mi reina preciosa —enredó una de sus manos en mi cabello y presionó nuestros labios, dándome un beso que inició suave y terminó apasionado.

Nos separamos en busca de aire y nos miramos por largos segundos en los que no dijimos ni una sola palabra, antes de que nuestros labios colisionaran nuevamente y nos perdiéramos en un beso tan intenso y apasionado que nos nubló la razón. Solo pude sentir en medio del roce de nuestras bocas que me levantó en sus brazos y mis piernas se aferraron a sus caderas, así como mis brazos se aseguraron en su cuello.

Caminó a tientas conmigo alzada y mi espalda chocó contra una superficie blanda y suave. No dejamos nuestras bocas ni un segundo, todo lo contrario, nuestras lenguas batallaron por llevar el control y el roce resultaba demasiado excitante. Al igual, nuestras manos exploraron por encima de la ropa nuestros cuerpos, encendiendo ese fuego que parecía haberse extinguido.

Un suspiro escapó de mis labios cuando sentí sus manos acariciar con suavidad mis muslos, mi vientre y mis senos. Lo hacía suavemente, yendo tan lento y apasionado a la vez. Parecía una tortura que no me arrancara la ropa, tal como lo recordaba en nuestra única y última vez, pero debía admitir que su ternura me estaba encendiendo por igual.

—Voy a hacerte el amor —avisó, guiando su boca por mi barbilla—. Bueno, solo si estás segura y quieres...

—Lo quiero, eso no deberías ni dudarlo ni mucho menos preguntarlo —susurré, mordiendo mi labio inferior—. Hazme el amor.

Su boca volvió a la mía y me besó con total pasión, arrebatándome hasta la última gota de aire de mis pulmones. Sus manos recrearon mi figura, enloqueciendo mis sentidos, encendiendo aún más ese fuego que ardía en mi piel y me estaba consumiendo por dentro.

Bajo sus manos y presa en su boca me sentía tan segura, sentía que flotaba en lo más alto del cielo. Mi mente y todo mi ser solo podía pensar y sentirlo a él. Aunque había tenido algo de temor de intimar con él, lo cierto es que esos recuerdos descargables no llegaban a mi mente. Tanner me acaparaba por completo, me llenaba de su calor y de su amor en cada roce suave de sus manos y en la pasión y devoción de su boca sobre la mía.

Con esa ternura y lentitud, se deshizo de mi ropa, susurrando palabras amorosas que solo hacían que los latidos de mi corazón fueran en aumento. Su delicado tacto me estaba derritiendo y calentando como nunca, eran suaves caricias que hacían estremecerme y que cada uno de los vellos de mi cuerpo se enchinaran.

Una vez desnudos y envueltos entre besos y caricias, se adentró en mi interior con suavidad, temiendo hacerme daño o lastimar mi herida. Aún no deberíamos tener relaciones, pero justo ahora no quiero que se detenga, es más, quisiera que me tomara con la pasión que me hizo suya la primera vez que estuvimos juntos. Aunque ahora, donde sus besos son suaves y sus estocadas van tan profundo de mí con lentitud y suavidad, me siento arder de la misma forma, ya que puedo sentir cada roce a la perfección y mis paredes palpitan a su alrededor.

Tanner entrelazó nuestros dedos y llevó nuestras manos por arriba de mi cabeza, aumentando la velocidad de sus estocadas. Sus ojos fijos en los míos, la forma de apretar la mandíbula, de morder sus labios, de sudar era clara evidencia de lo mucho que se estaba conteniendo, pero era placentero que fuéramos de nuevo un solo cuerpo.

—Quisiera hacértelo tan duro como en el yate —gimió, mordiendo su labio inferior a la par que se hundía lento y profundo en mí—. Oh, mi diosa, cuanto quisiera tomarte de mil formas y hacerte gritar mi nombre una y otra vez...

—Hazlo —supliqué, sintiendo que mi piel ardía con intensidad.

Negó con la cabeza y me besó con fuerza, saliendo y entrando a un buen ritmo, golpeando profundo y saliendo tanto que en el instante en que se hundía en mis adentros lo sentía a detalle invadiendo y estirando mi interior.

Mis gemidos y sus jadeos resonaron en la habitación al igual que el chapoteo de nuestros cuerpos que parecían una montaña rusa, yendo a velocidad y frenando para ir lento y suave.

No importaba si era rudo, salvaje, lento o tierno. Cualquiera de las formas era maravillosa siempre y cuando fuera con él. Nuestra primera vez había sido fantástica y desearía poder hacer más sin temor a lastimar mi herida, pero esta forma de hacerme el amor tan dulce y apasionado resultaba igual de maravilloso. Y me fascinaba intimar de esta manera con Tanner, porque eso solo reflejaba que lo nuestro iba más allá de los deseos de la carne.

Me encantaba que nuestra vida comenzara así, unidos por el amor y anhelando compartir muchos y bonitos momentos inolvidables y maravillosos en nuestro nuevo hogar, en aquel apartamento que sería fiel testigo de lo mucho que nos amábamos y nos necesitábamos con ansias locas. 

Blair: Serie Walsh #2Where stories live. Discover now