Capítulo diecisiete

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Una parte de mí quería despedirse de Tanner, pero la otra prefería que todo fuese así, después de todo no me gustaba en absoluto despedirme de alguien a quien amaba tanto. Además de que él sería una distracción y ahora debía estar lo más centrada posible para que nada saliera mal.

Me fui de Irlanda sabiendo que cuando regresara él ya no estaría en casa y, aunque dolía como un demonio porque ya me había vuelto a acostumbrar a su presencia, no pensaba detenerlo. Quizás cuando todo esto acabara podríamos tener una oportunidad... Pero ahora un "nosotros" era algo imposible.

En cuanto llegamos a Italia, nos dirigimos a la primera bodega, la cual quedaba en un pasaje comercial y transitaba bastante gente. Maxwell me guio hasta una pequeña cafetería y nos sentamos en un rincón para poder observar todo a nuestro alrededor.

—Lo mejor será lanzar nuestro ataque en la noche, hay demasiada gente en el día —le dije a mi hermano.

—En la noche hay más seguridad que la que hay en el día. En cambio, a esta ahora podemos hacernos pasar por personas comunes y corrientes. Trata de entrar en la red —ordenó.

—Solo necesito estar lo suficientemente cerca para poder entrar —saqué mi tableta y fruncí el ceño—. Aún no estoy al alcance.

—No podemos acercarnos más, llamaríamos demasiado la atención y no sabemos si hay hombres de seguridad infiltrados entre los transeúntes y comerciantes.

—Bien —gruñí, sabiendo que a Maxwell le encantaba ponerme retos y yo no me daría por vencida por ningún motivo.

Después de varios intentos fallidos, logré entrar a la red por cuestión de segundos, los suficientes para desactivar toda la seguridad antes de que la red cayera por completo.

—Listo, ya puedes hacer lo tuyo —susurré, bebiendo un sorbo de mi taza de café.

Maxwell dejó un par de billetes sobre la mesa y salió de la cafetería. En cuanto terminé mi café, salí en sentido contrario de donde mi hermano había cogido, mezclándome con las personas e incluso comprando varias cosas que no eran de mi gusto, pero no debía llamar demasiado la atención.

Estaba lo suficientemente retirada cuando la detonación hizo que las personas corrieran y gritaran, aun así, me moví con ellas como si estuviera llena de miedo y fuese a morir allí mismo. Algunos se preguntaban qué había ocurrido, otros ayudaban a las personas heridas y algunas más se iban corriendo con temor a que otro estallido los alcanzara. 

Salí a la calle y subí al auto tan pronto se detuvo frente a mí. Maxwell ya estaba allí, viendo la pantalla de su computador con fijeza mientras hablaba por teléfono con nuestro hermano mayor.

—Tus piernas son muy cortas —bromeó cuando colgó, y le golpeé el brazo—. Debes ser más rápida.

—No fastidies, Maxi.

Nos pusimos en marcha a la vez que patrullas de policía y ambulancias se abrían paso por las calles con rapidez. 

—¿Estás segura de que desactivaste todas las cámaras? 

—¿Dudas de mis habilidades, hermanito? —enarqué una ceja. 

—Por supuesto que no, pero no me gustaría que nada saliera mal y terminemos con esos hijos de puta siguiendo nuestros pasos. 

—Entrar a la red zonal no es tan difícil, lo verdaderamente complicado fue cuando desactivé la seguridad de la bodega. Al menos por donde pasamos ninguna cámara nos captó, así que pasará mucho tiempo para que ellos se enteren quiénes fueron los que atacaron una de sus bodegas. Ahora bien, el reto está en la otra bodega, ya que esta queda en un muelle en Siracusa; su territorio.

Blair: Serie Walsh #2Where stories live. Discover now