Capítulo catorce

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El silencio que se formó entre nosotros fue largo, pero de cierta manera se sentía cómodo y tranquilo.

Luego de sacarnos las ganas de encima y tener sexo rudo en la cabina del yate, permanecimos sentados en el suelo —yo entre sus piernas usando su camisa y él detrás de mí, envolviendo mi cuerpo con el suyo—, viendo la calma del mar y el sol empezar su descenso.

El cielo se teñía de colores hermosos y la calma que sentía al estar en una posición tan íntima luego de descargar las frustraciones, empezaba a desaparecer. Pronto tendríamos que ir a la casa y aquello que había sido tan perfecto quedaría donde estábamos; en medio del océano y siendo arrastrado por las olas.

Cerré los ojos, dejándome envolver un minuto más por su calor. Las palabras entre nosotros no hacían falta, si sabíamos de antemano que, pasara lo que pasara, la realidad seguía siendo la misma.

Nada cambiaría, ni siquiera nuestra unión de cuerpos que había sido como un eterno sello que nadie, siquiera nosotros mismos podíamos deshacer.

Tanner dejaba suaves caricias en mi abdomen, respirando tranquilo contra la piel de mi cuello y dejando uno que otro beso que alteraba mi compungido corazón.

Mi cabeza estaba a punto de explotar, y me vi deseando tener una vida común y corriente, incluso quise ser como la bolita de su novia y no tener que preocuparme por nada más en la vida que no fuera comer y dormir. Pero la realidad destrozaba mi fantasía con toda su furia y me repetía una y otra vez que nunca tendría una vida normal.

Aunque nací en un negocio sucio, yo elegí una vida distinta, llena de rencor y deseos de sangre. Por más que lo amara y anhelara una vida a su lado, esa parte inhumana y sedienta de venganza, no descansaría hasta acabar con la vida de esos italianos que mataron a sangre fría a mis padres.

No tendría paz hasta que los destrozara con mis propias manos, alargando una tortura que era inevitable.

—No quiero volver —su voz acarició mi piel, en un roce cálido y frío—. Quiero quedarme aquí contigo.

—Tanner...

—No digas nada —me interrumpió, abrazándome con una fuerza que estrujó mi corazón—. Eso es lo que yo quiero, pero sé que nada será como lo deseo.

Guardé silencio, sin un ápice de ganas de discutir con él. Yo también quería quedarme allí y que sus brazos nunca dejaran de rodearme, pero la parte racional seguía en medio y no podía ser tan egoísta.

Él tenía una vida hecha en Estados Unidos, y todo esto que estábamos viviendo se quedaría en un evento más sin importancia alguna. Cuando Holden se recuperara y ellos se marcharan, el retomaría su nueva vida y yo seguiría a merced de una venganza.

—Será mejor que regresemos antes de que vengan a buscarnos —dejó un último beso en mi cuello y se puso de pie, dándome la espalda—. Quédate con mi camisa.

Me quedé contemplando su espalda tensa por largos minutos, sintiendo un enorme nudo en la garganta que no me permitía respirar. La burbuja explotó demasiado rápido, cuando yo quería que durara un poco más, pero era mejor así y los dos lo teníamos muy claro.

Me levanté del suelo y me puse mis botas, enrollando mi ropa en una bola, de repente sintiendo furia en mi ser. Me sentía enojada conmigo misma, con lo que acababa de hacer, con él, con la vida que llevaba y era presa, con el destino que era una maldita perra y se burlaba de mí.

Tomé la navaja que estaba tirada en el suelo del yate y la guardé con rapidez dentro de mi bota. Maldita sea la hora en que me dejé llevar por las sensaciones y todo lo que él ha provocado en mí desde siempre. Si hubiese sido más fuerte no me estaría lamentando ahora.

De regreso a la casa permanecimos en un silencio tan denso que era hasta dificultoso respirar. Una vez llegamos al puerto, bajé del yate y caminé a toda prisa, ignorando las miradas curiosas de los empleados y que no se apartaron de mi cuerpo hasta que me perdí en la espesura de la selva.

—Blair —escuché su voz y, en lugar de detenerme, apresuré el paso—. Joder, que te detengas. ¿Ahora vas a actuar como si nada hubiese pasado?

—Nada pasó —murmuré entre dientes, furiosa, contradecida, con ganas de llorar.

—¿Qué? —me tomó por el brazo antes de entrar a la casa y no fui capaz de mirarlo a los ojos—. Eres tremenda, ¿no?

—¿Acaso nunca habías tenido sexo? Eso fue lo que tuvimos, Tanner. Sexo, rudo y sin ataduras.

—¿Para ti solo fue sexo? —inquirió, su voz apenas era un murmullo, pero podía sentir el dolor en su pregunta.

—¿Qué quieras que diga, que fue lindo y tierno? El sexo es placentero mientras dura. Cuando acaba, todo vuelve a la normalidad —zanjé.

Guardó silencio y soltó una risita irónica, dejando ir mi brazo como si se tratase de una brasa ardiente de fuego y no soportara tocarme un segundo más.

—Bien.

—Oh...

Giramos la cabeza hacia la voz. Jana nos veía con los ojos abiertos y cargados de sorpresa. Ahora que la veía me daba cuenta del error tan garrafal que Tanner había cometido. Acababa de serle infiel a su novia y aquello me hizo sentir el doble de furiosa, no por ella, sino porque yo acababa de convertirme en una más en su lista.

Su mirada recorrió primero a Tanner, como tratando de entender por qué venía sin camisa y descalzo. Luego sus ojos se clavaron en mí y los abrió aún más al darse cuenta de que usaba la camisa de su novio y mi cabello era un desastre.

—Yo... Eh... Bueno.

Resoplé molesta y crucé por su lado, sin ganas de escuchar sus reclamos. No me importaba su relación con Tanner, a mí solo me interesaba él. Aún así, no podía dejar de pensar en qué pasaría con ellos después, si seguirían juntos o si noviazgo terminaría por mí.

Era egoísta y deseaba que todo entre ellos terminara, pero también deseaba que fuera feliz, así fuese en brazos de esa chica que emanaba inocencia y pureza de la más pura.

Tanner

Maldije en voz baja cuando Blair se adentró en la casa y ya no pude hablar más con ella.

¿Realmente no significó nada más que sexo lo que hicimos? Me enfurecía que fuese tan mentirosa y ocultara todo lo que había descubierto en una sola caricia. Por más que dijera que no había sido si no solo sexo, su mirada encendida y sus labios enloquecidos con mis besos me aseguraban algo muy diferente.

Ella era mía y yo era suyo, pero esa pequeña diabla haría lo que fuera para no mostrar su verdadero sentir.

Aún podía sentir sus manos por mi piel, sus labios rebotando mis sentidos y su cálido interior reteniéndome para siempre.

¿Cómo puede ser tan caradura y capaz de mentirme en mi propia cara?

Haré que se trague cada una de sus mentiras...

—¿Y bien? —la divertida pregunta de Jana me sacó de mis pensamientos—. ¿Algo interesante que deba saber?

Resoplé con fuerza y una risita brotó de sus labios. Se acercó a mí y pasó sus dedos por mi cabello, tratando de acomodar los mechones rebeldes que se habían salido de mi peinado.

—Ella te ama, Tanner —dijo, mirándome con fijeza.

—Si lo hiciera no... —me obligué a callar, no quería pensar más en ella y en lo venenosa que era.

—Lo hace, eso se siente y se ve a cientos de kilómetros —su sonrisa se hizo más cálida—. Solo tiene miedo de amar y de entregarte el corazón.

—No quiero hablar de esto —fue lo único que le dije y ella lo entendió, guardando silencio y asintiendo con la cabeza—. Pronto nos iremos y esto no tendrá importancia alguna.

Sacudí la cabeza cuando la vi con la intención de decirme algo y entré a la casa, feliz porque al fin había tenido la dicha de tenerla entre mis brazos, pero sintiéndome infeliz, solo e incompleto, porque al final del día seguíamos estando a millas de distancia.

Y la soledad que causaba su lejanía sobrepasaba la felicidad que sus besos y caricias habían dejado en mi corazón.

Blair: Serie Walsh #2Where stories live. Discover now