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Tenía frío, era noviembre y las temperaturas estaban bajando de forma abrupta, odiaba esos días, no tenía ropa de invierno, apenas un suéter sucio, sus zapatos tenían agujeros y los cartones no eran suficientes para todos los niños que vivían en aquel callejón, algunos de ellos huyeron de casa o de orfanatos y había niños como ellos que no sabían de dónde venían, Jimin no recordaba nada, ni a sus padres ni un lugar donde vivir. Los niños mayores cuidaban de los más pequeños y entre ellos tenían reglas que debían cumplirse, trabajaban vendiendo dulces, limpiando autos o jardines, lo poco que ganaban se lo daban a los mayores quienes compraban pan y agua que repartían entre todos, Jimin tenía hambre, a veces, quería guardar más para comprar algunos de los dulces que veía en las tiendas, pero, no podía hacerlo, todos hacían su mayor esfuerzo, tenía que compartir. Todas las noches se quedaba dormido después de mirar las estrellas, soñando con un hecho y una casa cálida, cuando veía a los niños con ropas nuevas y de la mano de sus padres, él sentía que su corazón dolía, demasiado, ¿Por qué él no tenía a nadie que lo cuidara o lo amara?

Jiminie, tienes que vender estos—dijo uno de los niños mayores dándole unos chocolates—. Eres pequeño y lindo, estoy seguro de que te los compraran todos.

Asintió, tomando la caja de chocolates y sonriendo, caminó calles abajo, miraba alrededor, buscando a alguien, la mayor parte del tiempo le daba miedo acercarse a la gente, algunos de ellos eran crueles y lo miraban con asco o desprecio, Jimin no comprendía por qué lo hacían y eso le dolía.

Miró a lo lejos a un hombre de cabello cano que caminaba con tranquilidad mirando todo alrededor, no iba a acercarse, llevaba un traje impecable negro, parecía alguien diferente, incluso las personas que se vestían mejor que él no llegaban a ese grado de pulcredad, había algo diferente, muy diferente y tuvo temor de que le hablara mal, así que se mantuvo a una buena distancia, pero, desde ahí, podía ver el rostro lleno de dolor y desesperación del hombre, parecía triste o enfermo, Jimin hizo una mueca y caminó de forma tímida hacia él.

—Señor ¿Podría comprarme un chocolate?

Alargó la caja de chocolates de monedas, el hombre lo observó con seriedad, pero, asintió antes de sacar un billete de la bolsa y dárselo.

—Toma, está bien, quédate con todo—dijo con una sonrisa melancólica.

Jimin tomó el dinero, impresionado por la cantidad que era, mucho más de lo que ganaba en dos días de arduo trabajo en los malecones. Su sonrisa se engrandecio, se acercó a ese hombre que había seguido caminando y le jaló ligeramente el saco negro.

—Señor....

—¿Qué pasa?—el hombre se volvió con un suspiro—.¿Que paso hijo?—dijo tranquilo.

—Señor es mucho dinero, ¿Seguro que no quiere un chocolate?

Había personas que a veces hacían eso, les daban dinero sin tomar nada a cambio, Jimin les sonreía cuando eso sucedía, pero, con aquel hombre no quiso dejarlo pasar, no cuando parecía estar demasiado triste, al menos quería que tuviera algo dulce, el hombre tomó un chocolate y lo guardó en su bolsillo.

Este está bien, ahora pequeño ve a casa.

—Esta es mi casa—señalo un callejón—. Ahi vivimos tres, yo, Bahjí y Soora, junto a otros niños.

Era la primera persona amable que se encontraba en mucho tiempo, así que, no creyó malo decirle aquello, porque era verdad, estaba por alejarse cuando el hombre volvió a hablarle.

La Regla Del C.C.P (Yoonmin)Where stories live. Discover now