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- ¿Cómo?- me pregunta.
- Así, que hayamos pasado la noche juntas y que ahora me trates como si nada- le digo al borde de las lágrimas.
- Yo...- empieza a decir.
- ¿Bea... te importo?- le contesto intentando no llorar.

Ella se levanta de la cama y va hacia mí, me toca la mejilla, yo agacho la cara y me aparto.

- Respóndeme- le digo- Porque si no te importo haremos lo que me dijiste ayer, nos olvidaremos.

Bea me mira a los ojos, yo la miro, intento descifrar su mirada.

- Claro que me importas- me empieza a decir- Pero...
- ¿Pero? ¿Siempre hay peros?

Bea se muerde el labio, pero no seduciéndome, si no como si no estuviera segura de lo que iba a decir.

- Creo que lo mejor será que nos olvidemos.

Me empiezan a escocer los ojos, tengo un nudo en la garganta, hago un esfuerzo por hablar.

- Vale, perfecto- miro al suelo- Si así lo deseas.
- No es lo que yo desee, es lo que veo mejor.
- No intentes quedar bien Bea.

Voy hacia su puerta, la abro y salgo. A los segundos se vuelve a abrir, me giro, quizás se arrepienta y me pida perdón.

- Toma, vas demasiado de fiesta - me da su chupa de cuero, la que siempre lleva.
- No, gracias.
- Toma- me la lanza

La cojo para que no callera al suelo.

- No, toma.

Pero Bea ya había cerrado su puerta. Salí corriendo del pasillo, lo que me dejaban los tacones, tenía dos ríos de lágrimas en mi cara. Sentía como si mi vida ya no tuviera sentido y odiaba sentirme así, odiaba mi vida, odiaba a Bea... No, no la odio, la amo y por eso estoy así.

Llegue a mi habitación destrozada, solo tenía ganas de tirarme en la cama y llorar. Me quite su chaqueta, ahora tenía su aroma más presente, unas cuantas lagrimas cayeron de mis ojos. La quería olvidar, hala, decidido, no más dolor, no más Bea, pero bueno, me tirare a la cama a llorar... PERO SERAN LAS ÚLTIMAS LÁGRIMAS.

Me tiro a la cama-dejando las gafas en a mesa-, no me quito ni los tacones, la resaca sigue en mi cabeza y si a eso le añadimos el dolor que siento en el corazón, para mi es el fin del mundo. Agarro las sabanas de algodón y empiezo a llorar desconsoladamente, esto era muy grande para mí... Los parpados se volvieron pensados y se me cerraban los ojos sin yo quererlo.

Me despertó una odiosa sirena, mire mi reloj que tenía en la mesita, esta alarma decía que se acababan las clases. Pasaron un cuarto de hora, yo seguía en mi cama llorando. Tengo que tener la cara echa una mierda, siento los ojos rojos y el rimen esta por todas mis mejillas. Pegaron a la puerta.

- ¿____?- preguntaron.
- Dejadme- grite con la poca voz que tenía.

Pero escuche como el pomo daba unas vueltas. Y aparecía David tras la puerta, me miraba asustado. Me pregunto cómo es que los chicos se cuelan en nuestras residencia... ¿Dónde están los profesores que se supone que hacen de guardia para que ningún chico entre? Escondí mi cabeza en las sabanas.

- Déjame, vete- dije con una voz ronca.
- Dios, ____... ¿Qué tienes?

Escuche sus pasos, luego sentí su cuerpo cerca de mi cama, se sentó a mi lado y me acaricio el cabello.

- Nada ¿Qué no entiendes de déjame?- le pregunte.

Él no tenía la culpa de nada y le estaba contestando muy borde.

- Yo...Yo solo vine a disculparme por mi comportamiento ayer, me pase con la bebida.

Deje de esconder mi cabeza y lo mire, el abrió los ojos como platos al ver mi cara. Puso su mano en mi mejilla y la acaricio, cerré los ojos, me sentía segura, reconfortada. Me senté en la cama, quedando a la misma altura que él.

Mi Alma Opuesta | Bea Miller y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora