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  Todo era un cuarto negro, había un llanto de un bebe, pero el bebe no se veía, pero estaba. Notaba mis piernas mojadas al igual que mis mejillas, había llorado, pero lo otro no sabía que era. Apareció Bea, se estaba acercando a mi, pero antes de que pudiera explicarme porque estaba tan triste, la escena cambio.

Un parque, enorme, el sol daba en mi cara y podía escuchar a los pájaros, a mi lado había un gran lago con patos. Mi cuerpo caminaba al lado del de un hombre desconocido, pero yo estaba feliz, mi mano agarraba la suya y él agarraba la mano de una niña pequeña de cabellos dorados.

Entonces Bea apareció delante de nosotros, nos asintió con la cabeza, se puso de rodillas y extendió los brazos hacía la niña pequeña, ella sonrió y fue a sus brazos, gritando "mamá"

Me desperté y directamente me senté en la cama, estábamos terminando octubre, hacía frío, pero por la pesadilla estaba sudando. No era en si una pesadilla, pero yo me sentía mal en el sueño, sentía que algo pasaba mal. Mi respiración estaba agitada.

- ¿____?- susurro Bea a mi lado.

La miré, se estaba restregando las manos en los ojos, la había despertado. Miré mi reloj y eran las 4 de la madrugada.

- Lo siento, cielo.

Volví a tumbarme en la cama, tapando mi cuerpo desnudo. Bea me abrazó por la cintura y me pegó a su cuerpo.

- ¿Una pesadilla?- me pregunto al oído con su voz medio dormida.

- Algo parecido- admití.

- ¿Me lo quieres contar?- me pregunto.

- No, es una tontería, déjalo.

Bea se acomodó a mi espalda y a los minutos ya pude escuchar un casi silencioso ronquido. Suspiré, intente dormir pero no podía. Me levante de la cama, aprovechando que ella me había soltado, y fui al cuarto de baños. Eche agua en mi cara, quitando el sudor. Pasé la mano mojada por mi nuca, refrescándome. Me apoye en el lavamanos y me miré en el espejo. Estaba algo pálida, pero me encontraba bien. Sera el susto de la pesadilla.

Volví a la cama junto a Bea, ella rápidamente me enrollo con su brazo. Ya llevábamos un mes juntas de nuevo. La amaba demasiado y no me molestaba decirlo, nuestra relación iba genial, solíamos dormir juntas casi todos los días, menos los que yo me tenía que quedar hasta tarde estudiando o al revés. A lo tonto, con el calor de Bea y que me aburría conseguí volver a dormirme.

Me desperté con el irritante sonido de la alarma. Bea y yo nos movimos debajo de las sabanas. Cuando dejo de sonar la alarma me senté en la cama. Había dormido, pero me sentía cansada. Noté como Bea se sentaba a mi lado, como juntaba mi cabello y lo ponía sobre mi espalda, dejando mis hombros libres y empezó a hacerme un pequeño masaje, no lo hacía nada mal.

- ¿Por qué no me has hecho esto antes?- dije sonriendo y gemí.

- Tengo que ir sacando mis armas poco a poco- dijo y paró de hacerme el masaje.

- -moví mis hombros- Hoy ya es viernes.

- Por fin- dijo Bea y me besó el cuello.

- Y este fin de semana se puede salir. ¿Dónde me vas a llevar?- me di la vuelta y la miré.

- ¿Te tengo que llevar a algún lado?- Bea levanto una ceja.

- Si no quieres...

- Era broma, claro que quiero. Pues- Bea se rascó la barbilla- es sorpresa.

- Eso no vale- me cruce de brazos.

- La niña pequeña se ha enfadado- toco mi nariz con su dedo.

Mi Alma Opuesta | Bea Miller y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora