CAPITULO 5

8.8K 805 50
                                    

                   EL HOSPITAL

Desperté desorientada y en una camilla, ¿Dónde estoy? Lo último que recuerdo es ser azotada contra la pared por aquel horrible hombre. Comencé a revivir los últimos eventos. Salí del trabajo a prisa ya que el cerdo de Frederick intento propasarse conmigo de nuevo. Me sentía tan aturdida, no podía respirar y desviándome de mi ruta, me encaminé a ese callejón. Necesitaba llorar, dejar salir toda la frustración que me atormentaba. Mala idea de mi parte, lo supe cuando esos sujetos me rodearon. Pude ver en las miradas, sus sucias intenciones. Mi corazón empezó a latir con desesperación, conociendo lo que sucedería luego.

-¿Qué haces tan sola primor? -Me dijo uno acercándose. Torpemente le contesté que ya me iba, las palabras apenas y salieron. Pero sabía que no me dejarían ir, cuando el otro contestó: -Quédate, te haremos compañía.

Mi brazo es halado con rudeza y me llevan hacia el fondo del callejón. ¡Dios! Esto no estaba ocurriendo, no a mí. Pero no les será tan fácil dominarme, forcejeo, intento zafarme de su agarre pero es inútil. Mejor no lo hubiera hecho, se enojó aún más y sin piedad siento la palma de su mano abierta estampándose sobre mi cara. ¡Maldito! si no fuera tan débil le daría su merecido. No puedo mantenerme en pie y caigo sentada en el sucio pavimento, ríen e intercambian miradas, aprovecho este descuido para ponerme de pie y correr. Otra vez, mala idea, siento como me sujetan de la cintura y halan de mí con tanta fuerza que pego contra la pared. Todo se vuelve oscuro, hasta ahí llegan mis memorias.

Observo a mi alrededor, unas cortinas blancas me encierran por completo, siento un dolor en la mejilla y la toco despacio, está inflamada. Me han cambiado de ropa, uso una bata celeste, éste es un hospital pero ¿Cómo llegué aquí? La cortina se corre y una persona ingresa pero no es doctor, lo reconozco, mi corazón da un vuelco hasta casi salirse por mi boca, es él, es el chico de la mañana, pero ¿Qué hace aquí? Detrás de él llega una doctora.

-Hola Naoli ¿Cierto? -Me pregunta acercándose a mi lado.

Yo asiento con la cabeza sin quitarle los ojos de encima a él, que por su parte hace lo mismo conmigo, sólo que de una forma tan penetrante que me veo forzada a bajar la mirada.

-¿Cómo te sientes? -Continúa la doctora.

-Bien. -Contesto cortante, odio los hospitales, entre más rápido salga de aquí, mejor.

-¿Recuerdas lo que te ocurrió? -Sigue con el interrogatorio.

-Unos hombres me atacaron en un callejón. ¿Cómo he llegado aquí?

-Este caballero te trajo, debes darle las gracias a él.

Lo miro con el rabillo del ojo y él sonríe de una manera tan cautivadora que si no estuviera recostada las piernas me hubieran fallado.

-Te hicimos placas y radiografías, todo parece estar en orden. Lo único es el golpe en tu rostro pero la hinchazón bajará. Deberás usar esta crema. -Me hace entrega de un tubo blanco con inscripciones en azul. -Y tomar estas pastillas, te ayudarán a deshinchar y aliviaran el dolor. Tómalas por tres días mañana y noche, ¿Queda claro?

Asiento y muerdo mi labio, no quiero pensar en la cuenta de hospital por este incidente, no tengo seguro médico, ¿Cómo se supone voy a pagar? tendré que donar un riñón.

-No tengo dinero para cubrir los gastos médicos. -Digo sinceramente.

-Oh no se preocupe, el señor Aurelio ha pagado por usted. Puede marcharse si lo desea, su ropa y pertenencias están en el cajón.

Señala la pequeña mesita junto a la camilla. De inmediato se retira. Nos quedamos solos y por alguna razón, me siento incomoda ante su presencia. Debo darle las gracias, pero también quiero saber ¿Qué pasó?

-Gracias señor Aurelio. -Añado tímidamente sin levantar la vista.
- Le pagaré en cuanto pueda.

Río para mis adentros, eso es una gran mentira, quizás si le vendo mi alma al diablo tenga posibilidades de cumplir mis palabras.

-No se preocupe por eso, no le estoy cobrando.

Su voz suena tan sensual, y me da paz, me tranquiliza.

-¿Sabe qué pasó? -Lo interrogo obligándome a mirarlo.

-Iba pasando cuando escuché gritos, parecía que alguien estaba en problemas y cuando llegué me encontré que usted estaba inconsciente y acudí en ayuda de la damisela en apuros.

Fruncí el ceño, "Damisela en apuros" ¿Qué de verdad es un Príncipe Azul?

-¿Pudo con los tres? -Lo miré dubitativa.

-Hiere mi ego señorita, soy bueno en defensa personal, no me costó mucho dejarlos fuera de combate. Luego la cargué hasta un taxi, y la traje al hospital.

-¡Oh! -Exclamé maravillada. Era la segunda vez que me salvaba la vida en un día.
-Creo que es mi ángel guardián.

-Soy todo menos un ángel, se lo puedo asegurar.

Su mirada me escudriñó tan profundo que mis mejillas ardieron. Me alegré que mi pómulo estuviera inflamado quizás no notaría el carmín que poblaba mi rostro.

-La dejaré para que se vista. Estaré afuera.

Me dejó sola y de inmediato procedí a cambiarme. Cuando salí, él estaba de pie recostado contra la pared con las manos metidas en las bolsas del pantalón. Se veía tan increíblemente sexy, mordí mi labio inferior en respuesta.

-¿Lista? -Me sonríe tratándome con total naturalidad, como si tuviéramos años de conocernos, cuando en realidad es un perfecto desconocido.

-¿Lista para qué? -Le digo con calma.

-No permitiré que vaya sola a su casa, la acompañaré.

-Oh... no... no se moleste. -Contesto enseguida. Lo que menos quiero es que sepa donde vivo. Miro su ropa, es fina, casual pero elegante, debe tener dinero, de seguro vive en la zona residencial de la ciudad, mientras yo, en los suburbios.

-Insisto. -Me responde.

Supe que no valía la pena contradecirlo, la decisión se dibujaba en sus facciones. ¿Qué más da que sepa donde vivo? la verdad me da igual, de seguro no lo volveré a ver, o quizás debería dejarme algún número de celular para contactarlo en el año 2050 cuando pueda pagarle la deuda que tengo con él.

Salimos del hospital y tomamos un taxi. Le digo al chofer la dirección y nos ponemos en movimiento, son cerca de las 8:00 p.m.

-¿Te duele? -Indaga con real preocupación.

-No tanto. -Miento, me arde y siento como la piel se estira en respuesta a la hinchazón.

Un incómodo silencio inunda la cabina del taxi, miro por la ventana y él parece  nervioso, o quizás sólo lo imagino. Al fin llegamos a mi calle y pronto estamos al frente del edificio departamental. Bajo y lo observo antes de dirigirme a la entrada.

-Gracias de nuevo. ¿Hay algún número de celular dónde pueda contactarlo? Le prometo que le pagaré en cuanto pueda.

Me sonríe y sale del taxi diciéndole al chofer que esperara.

-Naoli, no me debes nada, fue un placer. Sin embargo con gusto te doy mi número.

Su celular, es el modelo más reciente de iPhone, con pena saqué el mío que es un dinosauro y anoto el número que me dicta.

-¿Cuál es el tuyo? Me gustaría que nos viéramos algún día, si no te importa.

¿Es en serio? ¿Quiere nos veamos de nuevo? Lo miro anonadada, ¿Esto es real? Al querer decirle el número lo olvido por completo. Me mira con duda, ¿Será que piensa que no quiero dárselo? Me concentré y los dígitos empezaron a llegar a mi mente, él lo anota.

-Te llamaré. -Me afirma sonriendo, antes de subirse al taxi y verlo alejarse.

Sonrío como una tonta, hasta que pienso ¿Qué podría ver él en mí? No soy nadie, y él es todo lo que una mujer querría en un hombre. Sí, mi autoestima se encuentra por el suelo, lo admito. Sin embargo, mi corazón anhela volverlo a ver.

CONTIGO EN LA ETERNIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora