CAPITULO 14

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                     MUDANZA
- ¿Qué haces aquí? -Espetó Naoli con disgusto.

-Qué, no es esta mi casa ¿Acaso me equivoqué? -Bufó con sarcasmo.

Su aliento apesta a licor, de repente su vista se posicionó en mí, me sonrío de una forma sádica que me revolvió el estómago.

-Tengo que informarte que me despidieron. -Agregó tranquila.

Naoli empezó a reír de una manera que no supe interpretar.

-¿Es enserio? ¿Te despidieron? ¿Y ahora qué hiciste?

-Ummm, quizás tomé un poco de dinero prestado de la caja registradora. Por cierto tengo hasta el lunes para pagar $1.000, de lo contrario me meterán a la cárcel. ¿Puedes pagarlo no?

-¿Qué? Ahora tengo que pagar por lo que tú robaste.

-Eres mi hija, tienes que apoyarme.

La mujer hablaba pero no me quitaba la mirada de encima.

-¿Quién es él? ¿Ahora traes hombres a la casa?

-No soy tú. -Contestó Naoli ofendida.

La mujer se aproximó a ella y la abofeteó con rudeza. Naoli sujetó la mejilla y numerosas lágrimas comenzaron a precipitarse. ¿Qué se creía esta mujer? Que desfachatez.

-Naoli recoge todas tus pertenencias. -Le ordené.

Ella me miró sin comprender, la volví a ver con ternura y le sonreí.

-Te vas conmigo ahora. No permitiré que vivas aquí ni un día más.

Ella quedó petrificada, sus ojos pestañeaban más de lo normal.

-¿O prefieres quedarte con ella? Es tu decisión.

Pude leer su mirada, me decía "No te conozco" no sé en qué momento se lo pedí, ¡Demonios! ¿Qué me sucede? Con ella no pienso con claridad.

-¿Es tu hombre? -Pregunta aquella repugnante mujer con desprecio.
-Bueno, al menos tienes buen gusto. Si te vas, ni se te ocurra volver, me escuchaste.

-Como si quisiera hacerlo. -Responde Naoli en un susurro.

-¿Qué dijiste? Desagradecida, después de todo lo que he hecho por ti. Soy tu madre.

Naoli no respondió se fue a su cuarto y la seguí. Debajo de la cama sacó una pequeña maleta y comenzó a empacar. ¿De verdad se venía conmigo? Una extraña alegría me invadió.

Metió su ropa y en la caja en la cual le traje sus cosas de la oficina terminó de meter el resto. En realidad no tenía mucho. Decidida agarró su maleta y yo la caja y ambos salimos de la habitación con dirección a la puerta.

-No te atrevas a irte. ¿Qué hay con los mil dólares? Debes ayudarme.

-Le haré llegar el dinero mañana a primera hora. -Contesté cortante.

Naoli volvió a clavar sus ojos en mí pero no agregó nada.

-¿Nos vamos? -Me preguntó sin siquiera ver a su madre.

Asentí y por fin salimos de aquel horrendo lugar.

-Aquí no vuelves me oyes. Él se aburrirá de ti, jugara contigo como todos, perderá el interés y te echará a la calle y cuando eso suceda olvídate que yo existo. ¿Me oíste?

Conforme bajábamos los escalones su voz se fue convirtiendo en un murmullo.

Al salir del edificio Naoli lanzó su maleta al suelo y comenzó a andar de un lado al otro. Sujetaba su cabello con fuerza y sin previo aviso soltó a llorar con desconsuelo. No soporto verla así, me afecta. Coloqué la caja en el suelo y la abracé. No me rechazó, por el contrario me rodeo con sus frágiles brazos y derramó abundantes lágrimas. Mojó mi camisa pero no me importó, sólo quiero que ella esté bien.

CONTIGO EN LA ETERNIDAD Where stories live. Discover now