CAPITULO 9

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        INVITACIÓN A ALMORZAR
Me despierto sobresaltado, siempre me pasa lo mismo, me toma unos minutos calmarme, reconocer el lugar en el cual me encuentro. Las sombras del pasado me atormentan.

Apenas abro los ojos Naoli vuelve a clavarse en mis pensamientos, ya no me está gustando esto, se está convirtiendo en una obsesión. Como todas las mañanas salgo a correr, regreso una hora después y tomo una ducha. Creo que es un hábito que conservé siendo humano.

Recibo una llamada de mi socio en Wall Street, soy muy hábil con los números y finanzas, me va muy bien en la bolsa de valores. Él trabaja para mí, invierte en mi representación, y las ganancias las dividimos en partes iguales. Llevo algunos años haciendo esto, así que mi pequeña fortuna ha crecido un poco más.

Tengo un piano, es lo único que me acompaña a donde quiero que voy. Es antiguo, ha estado conmigo desde hace cien años. Me han ofrecido fuertes sumas de dinero por adquirirlo, pero no está a la venta, dinero es lo que me sobra. Toco algunas piezas de Mozart, siempre que me siento frente al piano, el tiempo pasa sin darme cuenta, al ver la hora son las 11:30 a.m. es cuando se me ocurre invitarla a almorzar.

Me levanto y con una marcada ansiedad me dirijo a su trabajo, me veo entrando al edificio y el portero me indica el piso al cual debo ir. Son casi las doce, las puertas del ascensor se abren y me recibe el dulce aroma a flores, sonrío cuando veo el arreglo sobre su escritorio.

Está tan concentrada que no percibe mi presencia hasta que estoy al frente de ella.

-Hola. -Le digo captando toda su atención.

Me mira sorprendida, sus ojos dibujan el asombro que le causa que yo esté ahí.

-Hola. -Me contesta al fin casi en un susurro.

-Pasaba por aquí y me preguntaba si quizás, pudiéramos almorzar juntos.

-Oh... yo... traje almuerzo. -Responde levantando una bolsa de papel que por el olor, es un emparedado de mantequilla con maní.

-Creo que lo puedes comer luego ¿No crees?

-Claro. -Se aclara la garganta como si tuviera problemas para que las palabras salgan.

Un hombre gordo que huele desagradable sale de la oficina del fondo. Me mira y de inmediato viene a mi encuentro con una amplia sonrisa.

-Señor, bienvenido a Jenkins & Miller, ¿Ya ha sido atendido? Si necesita asesoría legal está en el lugar indicado.

Jamás había visto en mi vida un tipo tan grotesco. La hipocresía le sale hasta por las orejas, es amable pero pude notar que sólo finge.

-Muchas gracias señor...... -Deje la frase en el aire

-Perdón mis modales, Jenkins, Frederick Jenkins.

Me extendió su redonda mano, le di el apretón por educación.

-¿Y usted es? -Me pregunta con interés.

-Me llamo Marco Aurelio.

-Es un gusto señor Aurelio. ¿Aurelio es su apellido? ¿Cierto?

En realidad es mi segundo nombre pero lo utilizo con ese fin.

-Sí, es mi apellido.

-¿Qué origen es? -Se quedó viéndome esperando mi respuesta.

La paciencia no es una de mis virtudes y este individuo ya comienza a colmármela.

-Romano señor Jenkins. -Me limité a contestar.- Nos vamos. -Me dirijo a Naoli que se queda congelada en la silla.

CONTIGO EN LA ETERNIDAD Where stories live. Discover now