CAPITULO 10

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                  MI SALVADOR
Tuve que quedarme después de la hora de salida ya que mañana había un juicio y el expediente del cliente no aparecía. Sabía bien que él lo había tomado pero se negaba y me gritaba que yo lo había perdido.

Me dolía la cabeza por la preocupación, entré a su oficina, hasta sin estar él, la estancia expedía su olor. Comencé a respirar por la boca y a buscar en aquel desastre de escritorio. Al fin lo encontré debajo de otros documentos y sonreí aliviada. Lo coloqué de forma que al llegar al otro día pudiera verlo. Miré el reloj eran las ocho, ¡Diablos! En qué momento se hizo tan tarde.

Tomé mi bolso dispuesta a irme cuando las puertas del elevador se abrieron. Me asusté, ¿Quién podría ser a estar hora? El pulso se me aceleró cuando Frederick apareció, se notaba que no esperaba verme ahí.

-Vaya, vaya. -Sonrió con malicia. -¿Qué tenemos aquí?

-Ya me iba. -Le contesté sin mirarle pasando a su lado. Para mi sorpresa me sujetó sin ninguna delicadeza del brazo.

-¿Y el expediente? ¿Lo encontraste?

-Está sobre su escritorio señor.

Traté de zafarme de su agarre pero sus dedos se clavaron con rudeza sobre mi piel.

-Buenas noches señor Jenkins. -Me despedí esperando que me soltara pero no sucedió.

-Todos estos años esperando que me notes, y no he recibido más que indiferencia de tu parte. Pagué el maldito tratamiento de tu madre y ni aun así logré captar tu atención. Pero llega un niño bonito, y por ése si suspiras, por un perfecto extraño y no por alguien que ha estado pendiente de ti.

Mi corazón se detuvo, juro que olvide por unos segundos como respirar, Frederick Jenkis se me estaba declarando, esto no puede ir peor.

-Agradezco todo lo que ha hecho por mí señor Jenkins. -Escogí mis palabras con cuidado, es un animal herido y por lo tanto, peligroso.- Efectivamente le debo mucho. -Continué. -Y de verdad lo aprecio, valoro sus sentimientos hacia mí, lamentablemente no puedo corresponderle.

Su agarre se intensificó tanto que marco mi blanca piel.

-Señor Jenkins me lastima. -Le indiqué tratando que entrara en razón. Miré sus ojos, cargados de deseo, pude leer sus intenciones y me aterroricé. Estaba sola si quisiera aprovecharse de mí lo podía hacer, nadie vendría en mi auxilio.

-Veo que estás mejor. Tocó mi rostro con sus regordetes dedos, y me asqueé con su sólo contacto.

-Te repugno no, pero hoy te voy a hacer mía, ya no seré bueno contigo, me cobraré la deuda que tienes conmigo, es mi derecho.

-Señor Jenkins por favor, déjeme ir. -Le imploré con los ojos cristalinos.

-Eres una sobrada como todas, creí que serías diferente pero me equivoqué, cuando termine contigo, él no te querrá más, y guardarás silencio, me debes mucho dinero, que no se te olvide eso.

Se me revolvió el estómago, al tenerlo tan cerca su olor se intensificó no pude evitarlo me arqueé tratando de no vomitar. Me sujetó y de un manotazo tiró el arreglo al suelo haciendo que el jarrón se hiciera pedazos y las flores quedaran desparramadas.

Tapó mi boca, no tenía como defenderme, era mucho más grande y fuerte que yo, me pegó contra la pared y escuché cómo se bajaba los pantalones, traté de moverme pero era imposible, ejercía tal presión sobre mí que no era capaz de hacerlo.

Escuché sus pantalones caer y me paralicé, las lágrimas se precipitaban, ¿Perdería mi virginidad con este cerdo? no podría vivir si esto sucedía, prefería arrancar mi vida que soportar esa cruz.

No me rendí, forcejé pero todo era en vano, su agarre me prensó aún más contra la pared, deslizó su mano sobre mi espalda y bajo el ziper de la enagua, la jaló dejándome sólo en bragas. Su mano acarició esa zona y las lágrimas lastimaron más mis ojos, cerré los ojos, no quería verlo, dejé de luchar, que sucediera lo que tenía que suceder, después de esto me quitaría la vida.

Sentí su miembro duro rozándome y el terror se apoderó de mí. Las puertas del ascensor se abrieron, quería gritar, pedir ayuda pero no fue necesario, la luz se apagó y una sombra se deslizó adentro, jaló a Frederick como si fuera una simple hoja de papel, su pesado cuerpo impactó el suelo. Eso fue todo, no se escuchó más, una fría mano me tomo del antebrazo llevándome al ascensor.

La oscuridad lo impregnaba todo, no me era posible ver a mi redentor. Las puertas del ascensor se abrieron e ingresamos, es cuando lo vi, con el cabello despeinado y una mirada salvaje, todas sus hermosas facciones contraídas, sin embargo al mirarme, su mirada se suavizó y me regaló una cálida sonrisa. No sé por qué lo hice pero lo abracé y él me correspondió. Es más alto que yo así que mi cabeza quedó recostada sobre su pecho, podía escuchar perfectamente su acelerado ritmo cardíaco.

-Gracias. -Dejé salir al fin.

Marco me volvió a sonreír y depositó un tierno beso sobre mi cabeza. Se había vuelto mi ángel guardián aunque él dijera lo contrario. Pero ¿Cómo supo que necesitaba ayuda? Después le preguntaría; me di cuenta que sólo llevaba puesta la blusa y la braga abajo. Me sonrojé y él pareció leer mi expresión ya que se quitó el saco que traía puesto y me lo colocó. No era tan largo pero al menos tapó mis muslos.

Cuando llegamos a recepción el oficial que tenía el turno de noche me miró con curiosidad. No lo conocía, jamás me quedaba tan tarde.

Al salir una fresca brisa me abrazó, el auto de Marco estaba parqueado al frente y me abrió la puerta del copiloto para que entrara. Me acomodé en el asiento y él, al momento se encontraba a mi lado. Se acercó a mí y nuevamente me ató el cinturón de seguridad. ¡Rayos olía tan bien!

-¿Dónde vamos? -Le pregunté con marcado interés.

-A mi apartamento.

Intercambios miradas, él analizó mi reacción, se tranquilizó cuando vio que yo le sonreía, confiaba en él.

-Ok. -Fue mi respuesta.

Puso el carro en marcha y nos alejamos de ahí.

CONTIGO EN LA ETERNIDAD Where stories live. Discover now