Capítulo 5

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Capítulo cinco


Mientras conducía al hospital superé por goleada el límite de velocidad de las carreteras. Durante todo el camino, no vi una sola alma por los alrededores. Realmente me pareció una ciudad fantasma en aquellos momentos. Mark no había dejado de quejarse un solo segundo del dolor por la picadura de la hormiga y la picazón en su rostro por su alergia alimentaria hacía sus lamentos aún más irritables. Cuando yo había sido picada por esos despreciables insectos, no había hecho tanto drama... y tenía 11. Me había mordido la lengua para no decir algo que pudiera ofenderlo sólo porque hasta cierto punto era mi culpa lo de la alergia alimenticia. Aunque sólo una pequeña parte, ya que él nunca mencionó sus alergias.

Una vez que llegamos al hospital le quité el celular a Mark mientras a él lo atendían. Había tenido que armarme de valor y llamar a sus padres para avisarles lo que había pasado con él. Su respuesta estuvo bien, aunque un poco despreocupados. Su padre dijo que una vez que terminara la partida de póquer iría al hospital. Tenía muchas ganas de marcharme de este lugar e ir a casa, pero el ángel bueno sobre mi hombro me mantuvo esperando que sus padres o alguien más llegara antes de irme. No tenía la más mínima idea de cuánto demoraría, pero sí que debía avisar a mis padres de que llegaría más tarde de lo que tenía planeado. Lamentablemente, ningún integrante de mi familia contestó el maldito teléfono. Así que tuve que ignorar las quejas de mi orgullo y esconder bajo la alfombra de mi mente mi dignidad esperando que no saliera lastimada mientras marcaba el número de Alex. Odié mi vida en ese momento.

--¿Sabes dónde mi mamá, David o mis hermanos se han metido? – Pregunté apenas contestó. Se me había hecho imposible hablar de manera amable, y no era por ser Alex de quien se tratara. Nunca me he podido molestar con él más de un día. La culpa de mi humor la tenía Mark, aunque claramente para él las cosas no eran más divertidas.

-- Sí – Escuché que decía – Los padres del alpha le han pedido a Thomas que se presente y nadie quiso quedarse en casa, probablemente temiendo que algo malo volviera a pasar, ¿Por qué? ¿Está todo bien?

Las cosas tomaron sentido. Como por lo general se hace, ellos habían dejado los celulares el automóvil o los habían dejado en casa, ya que usarlos hubiera sido una falta de respeto para los actuales líderes suplentes de la manada. No quería contarle todo lo que pasó, pero me encontraba tan estresada que no pude evitar desahogarme en el teléfono soltando un montón de groserías en mi relato. Decidí que lo mejor sería simplemente ignorar lo de la mañana, encerrar el recuerdo en una caja con cientos de candados y enterrarla bajo la arena, sin mapa o cualquier señal que después ayudara a encontrarla. Siempre odié no poder ocultarle cosas. Puse mayor énfasis en encontrarme aburrida y malhumorada.

--Estaré contigo en diez minutos – Dijo. Maldecí rápidamente –Mi intención no era traerlo aquí conmigo- pero antes de poder protestar y explicarle, él ya había colgado el teléfono y lo conocía lo suficiente como para saber que cuando se propone algo, nadie en la Tierra puede hacerlo cambiar de opinión. Bufando, tuve que resignarme que muy pronto lo tendría junto a mí.

A pesar de que la casa de Alexander se ubica mucho más lejos del hospital que la de los padres de Mark, él llegó primero. Hace solo unos minutos atrás yo logré que el guardia dejara de molestarme por haber abierto una ventana y haberme sentado en el marco. Desde mi posición, pude ver a Alex desde mucho antes que entrara al edificio. No le hice ninguna señal una vez que las puertas automáticas le permitieron entrar, y gracias a su privilegiado olfato no tuvo problemas para encontrarme. Y bueno, cualquier hubiera podido encontrarme ya que la sala de espera estaba mayoritariamente vacía. En vez de sentarse en la ventana, él acercó una pequeña silla plegable de color negro y la instaló justo junto a mí. Mientras lo saludaba con un beso en la mejilla me vi obligada a recordarme que no había pasado absolutamente nada durante la mañana. Pero me costó más de lo que imaginé tragar mis propias patrañas. La compañía de Alex me reconfortó. Mi ánimo fue levantado poco a poco con sutiles bromas y comentario. Supe inmediatamente que se estaba comportando lindo conmigo sólo para animarle, y no creía tener suficiente confianza como para agradecerle su esfuerzo.

Behind the glassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora