Desvelo extraño

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Jenny llora sin tapujos. Le duele tener que recordar esas cosas, y más aún si es contra su voluntad.

-¿Qué más quieres saber?

Norris salió del cuarto, apagó el soplete y dejó la paleta en el refrigerador. Trajo consigo un poco de árnica térmica. Al entrar apagó la música y Jenny supo que se había terminado lo del fuego en la espalda.

-Cuéntame la segunda.
-Ya no quiero.

Te pondré un poco de ácido en la pierna, puede y te animes con eso. Rompió con las tijeras su pantalón.

-¡No! ¡Espera!

Norris hizo caso omiso y untó un poco de árnica en la pierna de nuestra detective. Unos segundos fueron suficientes para que comenzara a sentir una frescura intensa que le simulaba ardor. Esta vez nuestra agente no gritó. Norris bajó el tubo suavemente de manera para que Jenny quedara sentada en una silla que le trajo. Norris se sentó en frente de ella.

-Fue, una amiga, la segunda. En el orfanato -explicaba Jenny con dificultad intentando que el ardor no la afectara-, conocí a dos niños, una niña y un niño. Éramos inseparables entonces, pero a mi amiga la adoptaron. Habíamos jurado no tener otra familia que no fuera nosotros tres. Pero ella se fue, se la llevaron. Ése mismo día horas después de haberse ido nos enteramos que habían tenido un accidente en la carretera. Lloré hasta deshacerse mis ojos. Ni mi amigo pudo consolarme. No la dejé que se despidiera de mí cuando sus nuevos padres se la llevaban porque estaba muy dolida.

Entonces nuestra detective lloró aún más impidiendo que su llanto la dejara volver a hablar.
Norris untó más árnica es sus piernas, rodillas y pies.

-¡Deja de hacer eso!
-Van a ser las tres de la madrugada.
-No me interesa..., de igual manera no vas a soltarme -dice nuestra detective gimoteando.
-Cuéntame la tercera.

Jenny suspira profundo, toma aire y sopesa las palabras antes de hablar.

-Crecí en el orfanato con mi mejor amigo y después de dos años de la pérdida de mi mejor amiga pude seguir jugando y esas cosas de niños. Al madurar salimos a trabajar, conseguimos un apartamento a rentas. Nos cuidábamos uno al otro, estábamos en el mismo trabajo hasta que decidimos tomar dos trabajos para comprar un mejor departamento. Fue bien durante unos meses. Un día por la noche llegó herido a casa. Estuve con él en el hospital hasta su ultimo aliento. Dos puñaladas fueron suficientes para acabar con su vida. Entonces tuve que ver por mí sola.

La voz de Jenny ahora era pesada y dura, y Norris se percataba de eso. Para entonces nuestra detective dejó de llorar. El ardor que sentía en su piel cesó. Norris sabía que podía continuar ya sin engañarla.

-Cuéntame la cuarta.

Jenny aguardó un segundo, para retomar aire. Se acomodó en la silla.

-Creí que podía cuidar una mascota, y que no me abandonaría. Años después de lo de mi mejor amigo adopté un gato y para entonces ya había comenzado como policía, procuraba mucho a Kany, así se llamaba. Con el tiempo estaba en casa cuando quería pero yo lo adoraba y él a mí.
-Lo atropellaron me imagino -interrumpió por primera vez Norris.
-No, no fue eso.
-Entonces se te perdió o te lo robaron.
-Tampoco, lo envenenaron -dijo con tristeza Jenny-, lo encontré un día en la entrada de la ventana de la cocina. Tiezo.
-Lo lamento Jenny.
-Yo también. Fui a enterrarlo a las afueras del pueblo. Por la carretera...

(Ring, ring)

-¿Quién te busca a esta hora?
-No lo sé.
-¿Hola? -responde Norris.
-Jenny, mi amor, ¿como estás?
-¿Disculpa quién eres?
-Soy yo bebé, Edmundo.
-Lo siento, Jenny está ocupada y no puede responder. Te regresará la llamada luego.
-Está bien, ¿eres su pareja? Picaronas.
-De hecho tiene lastimado el hombro y estará incapacitada. Para que estés al pendiente seas quien seas.
-Soy su doctor personal -dijo ya serio.
-Bien, luego hablan -dijo al final Norris mientras colgaba.
-¿Edmundo?
-Sí, no sabía que tuvieras un doctor personal.
-Pues ahora lo sabes -dijo secamente nuestra detective mientras bostezaba.
-Sabes, no entiendo cómo pueden las personas escoger el camino en él que estás, que porque sufren un poco o mucho como sea se creen que son las más sufridas del mundo y se vuelven frías como dándose importancia ante los demás.
-¿De que rayos hablas? -espetó Jenny furiosa después de haberse desnudado emocionalmente y lloriqueado como niña chiquita.

Era obvio que nuestra agente estaba furiosa. Después de haber contado todo eso y derramar mucha mucosidad no esperaba que Norris fuera tan dura con ella y menos porque fue quien la obligó a contar todo. Simplemente no podía creerlo. Norris arrancó con fuerza el pañuelo de los ojos de nuestra detective y sus ojos tradaron en acoplarse a la luz del cuarto. Entonces Norris se acercó y la miró fijamente a los ojos.

-Sabes, mi padre y un tío abusaban de mí. Mi madre no podía hacer nada porque mi padre la golpeaba muy duro. Ella falleció. Murió por los golpes que recibía, un día al ser golpeada en la cabeza cayó al suelo y no despertó. Mi padre y mi tío me llevaron, escapando de la policía. Llegamos a un suburbio. Después de un año comenzaron a prostituirme, así pasé mi adolescencia.

Norris no le quitaba aún la vista de encima y para entonces ya estaba fumando un cigarrillo. Expulsaba el humo con calma pero fumaba con impaciencia. Estaba próximo el amanecer. El pensar en que Norris fue prostituta le causó un gran dolor en el pecho porque recordó a Carol por segunda vez. Nuestra detective no tenia idea que Carol se dedicara a eso hasta que lo supo cuando identificaron su cuerpo. El asesino de prostitutas se la quitó, si tan sólo ella lo hubiera sabido aún seguiría con vida.

-A mi padre lo mataron, mi tío huyó, aunque tiempo después me enteré que cometió suicidio -continuó Norris-, y pues heme aquí. Después de la muerte de mi padre pude ser realmente libre. Viví tantas cosas entonces que decidí que ninguna niña debía pasar lo que yo, y debido a eso trabajo en esto.

A nuestra detective le costaba concentrarse en lo que Norris le decía, el recuerdo de Carol seguía presente y le dolía hasta los huesos.

Delito no evidenteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant