Capitulo 17.

1.9K 74 6
                                    


1/4

Me separo de Daniel de golpe, empujándolo hacia atrás, mis ojos se expanden de sorpresa y en mi cara se forma una sonrisa capaz de partirla en dos.

Dos años sin verlo y está aquí, realmente esta aquí ¡Eduardo llego!

- Entonces, enana ¿No hay un beso para mí? – Cuestiona, llevando su dedo índice a su boca.

Sin esperar más me abalanzo entre sus brazos que ya se encontraban abiertos dándome la invitación para refundarme entre ellos. Me abraza fuertemente hasta dejarme sin aliento, esos abrazos de esas personas especiales que te hacen recordar los mejores momentos de tu vida, estar de nuevo en los brazos de Eduardo es recordar mi infancia, cuando nada nos separábamos y éramos los dos contra el mundo entero.

Sin duda entre Eduardo y yo hay una conexión especial, fue mi protector durante muchos años, mi enemigo algunas veces – Porque vamos, es normal entre hermanos ¿No? – Pero a pesar de todo Eduardo, junto con mi papá son esas personas que siempre estuvieron conmigo; junto con el aprendí a ser valiente y a no dejarme pisotear por nadie, me enseñó a defenderme, a como, a pesar de todo, nunca bajar la guardia, porque si, para ambos fui su princesita, pero una princesita que aprendió a no tenerle miedo al dragón y a pelear con uñas y dientes su sueños y deseos.

- Espera un momento ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no avisaste que venias? – Atropello las preguntas, una tras otra mostrando mi alegría en cada gesto.

- ¿No nos vas a presentar primero? – Dirige su mirada achinada hacia Daniel. Ah sí, por un momento se me había olvidado que él estaba solo a pasos de nosotros.

- Solo, no te vayas a poner en modo hermano posesivo y esas cosas. Daniel, te presento a mi hermano, Eduardo. Eduardo te presento a mi novio – Hace un leve asentimiento con su cabeza, evaluando pausadamente la reacción de Daniel. Estrecha su mano en un fuerte apretón para dejar en claro en que terreno se está metiendo.

Puf, hombres.

Y los hombres Loera son los peores.

- Así que su novio – El chico asiente – Ok, lo veremos así – No, por favor. No sus paradojas de nuevo – Imagina una linda tacita de cristal, una tacita que es muy valiosa que si la rompes, pagaras muy caro por ello y dudo que te alcance la vida para pagar por ello – Traga fuerte sin dejarse intimidar por el otro macho alpha de la familia – Espero que hayas entendido quien es la taza

- ¡Eduardo! – Mi madre sale en su recibimiento una vez que entramos de nuevo a la casa - ¿Por qué no avisaste que llegaste hoy?

- ¿Sabían que venía? – Pregunto confundida.

- Pues era una sorpresa, hermanita. Ya sabes, me voy sin que te des cuenta y llego sin avisar. Pensé que te acordabas – Sonrío recordando viejos momentos.

El modo Gasper. De Eduardo aprendí a como escabullirme de casa cuando no me daban permiso para salir sin ser notada y regresar como si nada nunca hubiese pasado.

- Ya hasta se me había olvidado como era tu cara, idiota – Le doy un leve golpecito en el pecho – Te costara muy caro haberte olvidado de tu hermana

- Me declaro culpable – Alza sus manos en rendición – Trabajar en Google, Inc no es fácil, hermanita. Agota todo tu tiempo

- ¿Cómo para no llamar durante dos años? – Enarco mi ceja – Pensé que te habías olvidado de nosotros para siempre

- Como crees, juntos para siempre ¿No es así? – Esa frase hace que mi corazón se infle de felicidad, sintiéndome llena. Estando de nuevo como éramos antes, donde la felicidad y armonía decoraban la casa.

Esta soy yoWhere stories live. Discover now