Epilogo

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- Creo que los profesores nos odian, definitivamente nos odian

- Ay, basta, Kike, no exageres – Rio un poco mientras organizo el desastre de papeles en mi carpeta. Solo llevamos unas semanas y siento que tengo más papeles que ordenar que una secretaria.

- ¿Qué no exagere? ¡An, tenemos cinco exámenes seguidos! Hemos visto pocas clases y ya tenemos los primeros parciales, esto es injusto

- Es la universidad, wey ¿Qué esperabas? ¿Sentarte con el profesor mientras le platicas que tal estuvo tu día? Más bien ya deja de quejarte y acompáñame a la biblioteca para buscar lo del trabajo

- ¿Trabajo? Pero si no es para dentro de tres meses

- Lo sé. Pero es mejor tenerlo a tiempo, así que vamos – Se queja arrastrando sus pies tras mi paso.

- No sé en qué momento me pareció genial tener una rommie como tú

Rio mientras doblo por el pasillo a la derecha para luego bajar las escaleras que me llevan a la biblioteca de la universidad. Se preguntaran por que no simplemente busco en internet, pues verán, al tener una profesora de metodología tan estricta que quedó estancada en los años cincuenta, nos vimos – no solo yo- en la obligación de tener que buscar cualquier información en los libros. No está mal, acepto su punto de que los jóvenes de ahora tendemos solo hacer copy and paste y nos perdemos el nutrirnos a través de la lectura, pero, es sumamente fastidioso cuando es un trabajo de tres partes con diez preguntas cada uno, muy fastidioso, ya me veré como cliente fija en la biblioteca.

Que les puedo contar, mi vida como universitaria va realmente bien, pensé que sería peor al punto de estar aterrorizada por lo que me podía encontrar acá pero fue totalmente lo contario, es como vivir mi propio mundo; nadie me conoce, nadie sabe mi historia, ni mi pasado...prácticamente es como empezar de cero siendo realmente yo, no tengo ese temor de ser señalada entre la multitud porque antes los ojos de los demás soy una simple extranjera que quiso abrir sus alas en nuevos horizontes. No voy a negar que me ha costado un poco, aún hay tardes donde extraño los almuerzos con papá y sus charlas en la tarde o los regaños de mamá por el desorden causado, bueno, sus gritos tal vez no los extraño, pero si me hacen faltas sus abrazos, sus sabios consejos antes de dormir; extraño esa complicidad que tenía con ambos. A pesar de que hablo con ellos todos los días, no es lo mismo si no los tengo a mi lado.

Pero creo que es un proceso por el que pasa la mayoría, ya sea que te mudas de casa o te animas estudiar en el extranjero. No es fácil, claro está, influyen factores que te hacen enloquecer pero ¡Hola! Es la vida de adultos. Repito las palabras que me dijo mi padre tras la última llamada.

Por suerte mi vida no fue tan oscura gracias a la compañía de Enrique, o Kike como le dice todo quien lo conoce; lo conocí el primer día de clases cuando nos daban el recorrido por las instalaciones y nos hacían la típica presentación, congeniamos al momento ¿Cómo? Aun me lo pregunto. Kike es un alma alegre y muy, muy espontánea y yo... bueno me gusta pasar desapercibida, algo que cuando estoy en compañía de Kike no sucede. Aunque al principio tenía un poco de recelo en cuanto su amistad, porque vamos, luego de los últimos acontecimientos no podía confiar en cualquiera, Kike se ha vuelto una persona súper especial para mí en los últimos cinco meses. Él tiene que lidiar con sus problemas y yo con los míos, ninguno intenta meterse de lleno en la vida del otro y así estamos bien, a nuestra manera, sabemos que estamos uno para el otro.

Recuerdo cuando le comente a papá que Kike se mudaría a mi departamento, pude escuchar su grito desde México hasta acá y es que por más que le repitiera que Kike era gay, a él simplemente no le parecía adecuado que su princesita viviera con un hombre. Lo que no sabe es que entre los dos, yo soy el hombre de la casa y si...lo digo en todos los aspectos.

Esta soy yoWhere stories live. Discover now