Un buen amigo

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Al llegar a la habitación, Bellatrix consultó con su marido lo que vio en la mente de su hijo Regulus, tuvo que hacerlo, tuvo que decírselo a alguien, no sólo se trataba del sufrimiento de su pequeño Regulus como ella solía llamarle, sino que también Rose Eileen Snape ahora estaba más cerca que nunca de ese chico extraño que inspiraba tanta desconfianza y eso era algo alarmante.

- Cariño, Regulus no quiere que Severus se entere, el pobrecito es tan noble que no quiere meter en problemas a Rose Eileen – Dijo Bellatrix mirando a su marido con tristeza.

- Bella, ¿No entiendes que ella ya pudiera estar en problemas? Debemos decirle a Severus y a Lily, sobre todo Severus no nos lo perdonaría si no le dijéramos nada.

- Y además nuestro hijo está sufriendo mucho Rodolphus, si hubieses visto sus ojos, jamás habría deseado ver ese semblante de tristeza en él, me dolió mucho.

- Es duro, lo sé querida – Respondió su marido abrazándola con aprehensión- Nuestro hijo está creciendo y esto es parte de la vida.

- ¡Por Merlín! Lo que daría por evitarle cualquier sufrimiento a mi hijo – Exclamó Bella con impotencia – Si tan sólo Rose se hubiese fijado en mi muchacho, harían tan bonita pareja.

Rodolphus se encogió de hombros.

- No podemos hacer nada querida, nada salvo contárselo a nuestros amigos Lily y Severus, ellos son los padres de Rose Eileen y considero que deberían estar enterados.

Al cabo de un rato, los dos se acostaron pero les costó algo de trabajo quedarse dormidos debido a que no pudieron dejar de pensar en lo que estaría sintiendo Regulus, y en si Rose Eileen estaría en peligro o no junto al chico Ryddle. Cuando Bellatrix logró quedarse dormida comenzó a soñar con los tiempos en que le servía a lord Voldemort y la gente le temía tanto como a él.

Al día siguiente, el sol comenzó a inundar con su cálida y agradable luz cada atalaya y muro del enorme castillo, al poco rato ya todos sus habitantes comenzaron a despojarse de las cobijas y de los confortables brazos de Morfeo para comenzar a vestirse, alistándose para otro día más.

Hermione entró en el gran comedor ajustándole la corbata a Rosie mientras esta le aseguraba que se la había arreglado.

- Déjala en paz Hermione – Dijo Ron riendo.

- Sólo la estoy acicalando cariño. Ahora si nena, ve a desayunar ¡Ahhhh! y no le coloques demasiada miel de maple a tus panqueques, no te haría bien – Soltó Hermione yendo a sentarse en la mesa de Gryffindor justo en donde se sentaban los padres.

- ¡Por Dios Hermione! – Exclamó Harry detrás de ella en ese momento – Deja que la pobre Rosie pruebe algo de dulce.

- Si – Afirmó Ron – Se parece tanto a mamá.

- Tal vez, pero de seguro por la manera en que te crió es que hoy eres un hombre de bien Ronald – Contestó su esposa.

- Muy bien dicho Hermione – Saltó la señora Weasley llegando en ese momento junto a su marido.

Los demás rieron y posteriormente tomaron asiento para comenzar a desayunar. Pero en la sala común de Slytherin, Rose Eileen aún no había querido salir, quería saber por qué su amigo Regulus aún no salía de la habitación de los chicos. Sabía que él no había subido ya al gran comedor pues algunos de los chicos se lo dijeron, incluso Tom.

- Cuando yo salí de la habitación, él apenas se estaba vistiendo – Dijo Tom.

- Es extraño – Contestó Rose Eileen con gesto de confusión – Normalmente él está listo a esta hora ¿Será que no piensa desayunar?

Rose Eileen Snape y su tercera generaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora