Confesion

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En la sala común de Gryffindor todo era un revuelo de comentarios tras el discurso emitido por el profesor Dumbledore durante la cena en el que había aclarado, sin entrar en demasiados detalles, todo lo referente a la maldición que acosaba a los Ryddle y que era la única razón por la cual Tom junior actuaba de esa manera. Lo hizo porque consideraba que era la única manera de redimirlo ante ellos, que no era justo para él y para su padre cargar con el peso de una culpa que no les pertenecía y con la cual habían cargado casi toda su vida. Voldemort y solo Voldemort había tenido la culpa, siempre había sido él el único responsable, asegurándose de dejar su mala una maldición para que floreciera y se hiciera fructífera, aun después de que él posiblemente desapareciera de la faz de la tierra. Nadie olvidaría su nombre, ni el muggle ni el que adoptó, tampoco sus acciones ni su poder, pero como siempre, había subestimado una a fuerza aun mayor que todo lo conocido para él, el amor. Ese sentimiento tan sublime, puro y hermoso era el único antídoto de su maldad, su peor enemigo, simplemente porque era la magia más poderosa y resistente que existía. 

Voldemort fue rechazado por su padre antes de nacer y sin embargo había sido alcanzado por el amor de su madre a quien no pudo conocer, por eso no sintió su amor, en el orfanato lo trataron con conmiseración pero no con amor y más tarde ese sentimiento lo hizo sentir vulnerable, débil y desarmado lo que había provocado que se despertara en él toda la maldad que había guardado desde un principio, por eso despreciaba el amor, por eso lo odiaba pero su peor error siempre fue subestimar ese sentimiento tan poderoso que al final había acabado derrotándolo.

Madeline permanecía callada, absorta en sus pensamientos mientras contemplaba el fuego crepitante de la chimenea, el cual se reflejaba en sus ojos azules. La cabeza descansaba sobre su puño izquierdo mientras con la mano derecha acariciaba el dobladillo de su túnica. De pronto se levantó de la butaca en la que había estado sentada, tomó un atizador que estaba junto a la chimenea y comenzó a agitar los maderos, provocando así más chisporroteos al tiempo que las brillantes llamas danzaban alegres y ávidas. Parecía que se encontraba sola en la sala común pese a la bulla que provocaban los demás estudiantes con sus comentarios y hasta la relajante música que emitía una radio de madera ubicada junto al tablón de anuncios. Su mente solo podía permanecer en un punto fijo... Ryddle ¿Cómo se estarían sintiendo él y su padre después de todo lo que les tocó vivir? De seguro culpables, asustados, inseguros, asqueados o deprimidos. Ella tenía unas ganas terribles de salir de la sala común y encaminarse hasta el tercer piso donde se encontraba la enfermería para intentar reconfortar al muchacho. No sabía por qué pero sentía que algo dentro de ella se lo exigía. Quería estar cerca de él, hacerle sentir que no estaba solo, que aunque todos dudaron de él y le temieron (incluso ella misma), había sabido percibir su bondad y su luz a través de esos ojos verdes, hermosos pero aparentemente siniestros y fríos, lo supo desde que él llegó a Hogwarts, desde que lo vio a los ojos por primera vez, pero su actitud en apariencia malsana  la habían hecho cohibirse y apartarse pero más tarde había accedido a ayudar a su amigo Regulus a intentar provocar celos en Rose no solo por hacerle un favor, sino también porque creía que tal vez con aquella acción podría despertar algo, aunque fuese en el más recóndito lugar del corazón del joven extranjero que tanta desconfianza inspiraba y al mismo tiempo tanto le atraía. No se había atrevido a decírselo a nadie pero cada vez que veía como Rose y él se expresaban cariño, sentía una tempestad de celos dentro de ella, quería dejar de sentirse atraída por él, también porque sabía que algo malo lo rondaba, por eso intentó persuadir a Rose de dejarlo, más allá de sus celos porque sentía que él era peligroso y también porque había percibido que su amigo Regulus no era indiferente ante los ojos de Rose. 

Cuando Ryddle logró acorralarla en una de las aulas vacías, aunque en un principio se sintió perdida y aterrada, pudo percibir a través de esos ojos que él no era lo que aparentaba, que había mucha más luz que oscuridad en su interior y desde entonces no podía apartarlo de su cabeza, se dedicó a observarlo detalladamente, a seguirlo sin que él se diera cuenta y hasta a planear una posible estrategia que pudiera servir para confirmar su hipótesis, Ryddle no era malo verdaderamente, solo que no entendía hasta después de escuchar la explicación del profesor Dumbledore porque él actuaba de esa forma, las palabras del director le llegaron a sus oídos como un bálsamo sanador y reconfortante, solo la estremecía una posibilidad, ¿una vez que Rose estuviera al tanto (como efectivamente era) de lo que realmente había pasado retomaría su relación con él?... después de un momento movió la cabeza enérgicamente para desechar esa hipótesis. No lo creía, no después de haber visto a Rose aterrada y refugiada entre los brazos de Regulus quien la contenía con dulzura, ella confiaba en él, lo amaba, de eso no había duda.

Rose Eileen Snape y su tercera generaciónWhere stories live. Discover now