Un vistazo al pasado

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A la mañana siguiente, el señor Ryddle se levantó muy temprano, realmente no había logrado pegar un ojo en toda la noche, su cerebro trabajaba a mil por hora, no dejaba de pensar en lo que había sucedido, no había podido hablar con su hijo el día anterior pero sabía lo que encontraría en aquellos ojos verdes tan parecidos a los suyos pero que al mismo tiempo diferían en lo que reflejaban, pues los ojos del chico aunque eran claros reflejaban oscuridad y venganza. Siempre supo que había algo extraño, sumamente extraño con él, lo supo desde que lo tuvo entre sus brazos por vez primera, ese había sido un día tan maravilloso como trágico, una mezcla entre agrio y dulce pues había nacido el hijo que tanto había esperado junto a su amada esposa, pero también había sido el día en que la había perdido a ella, lo recordaba bien y sabía que jamás podría olvidar ese fatídico día.

Era una mañana lluviosa de mayo, Larissa Ryddle había entrado en labor de parto, él, Tom Ryddle había querido llevar a su joven esposa hasta el hospital mágico de la ciudad de Tirana capital de Albania, pero la chimenea de su residencia se había averiado la noche pasada y por lo tanto no podrían valerse de la red flu, usar la aparición también era algo imposible tomando en cuenta que una mujer embarazada y ya en trabajo de parto era sumamente delicada, desde luego el traslado en escoba tampoco era una opción y hasta el traslado por medios muggles era difícil dada la intensa lluvia que había obstruido el tráfico de toda la ciudad.

Tom agradecía que al menos su madre estuviese a su lado para atender a su esposa (había llegado el día anterior) pero Zabtra Angor no era partera y la única experiencia que había tenido era su propio parto, sin embargo no tuvo reparos en poner lo poco que sabía en práctica, se hizo con algunas mantas limpias y un poco de agua hervida y se encerró en la habitación con la pobre Larissa, quien les preocupaba mucho pues tenía una intensa fiebre y parecía más pálida de lo normal. Tom permanecía pálido, tembloroso, incapaz de dejar de moverse de un lado a otro, incluso pensó que si no se detenía terminaría abriendo una zanja en el piso, pero no podía mantenerse concentrado en algo que no fueran los quejidos de su esposa y las palabras de Zabtra apremiándola.

- ¡Vamos hija! ¡Tú puedes hacerlo! Ya casi, ya puedo ver su cabeza.

- Estoy... estoy muy cansada, no tengo fuerzas.

- Haz un último esfuerzo, ya lo tengo, falta muy poco.

Tom había entrelazado sus manos en un intento frustrado por hacer que dejaran de temblar pero de pronto un potente chillido llamó su atención inexorablemente y sin más, sin esperar siquiera que lo invitaran a entrar, abrió la puerta de la habitación; lo que encontró casi lo hace desmayarse de la impresión pero aun así no se arrepintió de haber entrado pues su esposa con brazos temblorosos lo invitaba a abrazarla.

- Ella está muy débil hijo – Le dijo Zabtra con voz trémula mientras acunaba un bulto sangrante en su regazo.

Tom le echó una escueta mirada para luego dirigirla sobre su esposa, estaba más pálida que nunca y su frente estaba perlada por el sudor, pero lo que más le llamaba la atención, lo que más lo llenó de terror y casi lo hizo desmayarse fue el hecho de que la cama vestida con blancas sábanas estaba completamente cubierta de sangre.

- ¿Qué... te sucedió? ¿Por qué la sangre? – Preguntó

- Es normal que haya sangre en un parto – Respondió Zabtra para tranquilizarlo pero su voz sonaba ronca.

- Ven Tom – Le dijo Larissa extendiéndole los brazos.

Él se sentó a la orilla de la cama, justo a su lado, le secó la frente con un pañuelo, le sonrió, la abrazó y la besó en los labios comprobando así que la fiebre de ella no había cedido. Sus ojos estaban lánguidos y su voz apagada.

Rose Eileen Snape y su tercera generaciónWhere stories live. Discover now